Conocí a Josema, no me sale llamarle de otra forma, allá por 2006, con motivo de una conferencia que di en un Instituto de Reus.
Recuerdo de aquel día que, tras comer juntos, se ofreció a llevarme al aeropuerto. Ante mi insistencia para liberarle de la molestia, me dio una respuesta convincente: «Alberto: para mí llevarte al aeropuerto es como para alguien a quien le guste el fútbol llevar a Ronaldinho».
Así nació mi amistad con Josema, una persona admiradora de todo lo que tenga que ver con el desarrollo de las capacidades mentales pero, ante todo, con una actitud absolutamente elogiable hacia lo que representa el trabajo mental. En julio de 2008 compartimos habitación en el Campeonato Mundial de Cálculo en Leipzig, Alemania, donde yo era de los favoritos (de hecho logré el título absoluto, además de en categorías de suma y multiplicación). Pero Josema no fue solo a compartir con los mejores calculistas del momento, que también, si no para participar. Y es que tratándose de estos temas, es muy fácil convencerle: se apunta a todas.
Con esa gran actitud, ha ido acumulando experiencias que han enriquecido su currículum personal y sus conocimientos sobre el funcionamiento del cerebro, a lo que también se une el hecho de estar dedicado a la docencia.
Las técnicas y estrategias que recoge en este libro parten de su propia experiencia. No se limita a ser un teórico del funcionamiento del cerebro, lo ha experimentado, y experimenta, por sí mismo. Y ya se sabe, no se predica mejor que con el ejemplo.
Josema es un decathleta, el Ashton Eaton del deporte mental, quien por encima de consideraciones innatas, destaca por una elogiable actitud hacia todo lo que tenga que ver con el aprendizaje y el funcionamiento de nuestro cerebro.
Este libro, sin duda es un buen apoyo para que cada lector y sus hijos potencien sus capacidades, siendo nuestra actitud la que determina hasta dónde llegamos.
INTRODUCCIÓN
DESEO VS. REALIDAD
En mayor o menor medida, todos los padres deseamos que nuestros hijos tengan buenos resultados académicos. Incluso los padres que no obtuvieron calificaciones extraordinarias quieren que sus hijos saquen buenas notas o, al menos, que se les reconozca su inteligencia, sus habilidades en determinados campos. Deseamos que nuestros hijos tengan una carrera exitosa, que esos estudios les abran puertas y que consigan un buen trabajo, y no solo para disponer de buenos ingresos; al final se trata de que sean felices, y los padres que tienen hijos felices, ¿cómo se van a sentir? Pues felices también.
La desesperación puede llegar cuando esas expectativas no se cumplen y no sabemos qué es lo que está mal. En ese afán por encontrar qué ha fallado, indagamos, removemos todo y muchas veces buscamos culpables.
Lo fácil es echar la culpa a algo externo a nosotros. El profe le tiene manía. Claro, es una de las excusas favoritas porque allí poco podemos hacer. El profesor, que ha superado una serie de filtros para estar dando clase a mi hijo, ha pasado por la universidad, probablemente por algún máster, llega a clase y justo, entre las decenas de alumnos, la ha tomado con mi hijo. Abramos los ojos, porque esto no suele ser así.
Todos tendemos a mirar hacia afuera. Siempre digo que en la vida podemos tener dos actitudes: victimismo o responsabilidad.
¡Y no hay más!
La víctima no puede hacer nada. Bueno, quejarse, pero eso no cambiará los resultados; eso sí, nos desfogaremos con otras personas que también son víctimas. No sé si has visitado un grupo de WhatsApp de padres…
Sin embargo, si adoptamos la actitud responsable, la difícil, tendremos que actuar. Eso sí, tomando la actitud responsable estaremos en disposición de cambiar las cosas. No podremos modificarlo todo, pero sí lo que está en nuestras manos, y eso ya es mucho.
El hecho de leer este libro, ya te lo anticipo, es un signo de que deseas mejorar y has pasado a la acción, es una actitud responsable. No es poco, es más de lo que hace la mayoría, y casi podemos decir que garantiza unos resultados.
En esta obra exploraremos los hábitos que tienen los estudiantes con buenas calificaciones académicas y los de aquellos que obtienen malas notas. Evitaremos hablar de buenos y malos estudiantes porque me parece simplificar demasiado. Salvo en situaciones muy contadas, cualquier alumno tiene capacidad sobrada para obtener notas excelentes; y si aún no las ha alcanzado es por falta de alguno de los hábitos que explicaremos, por falta de técnica o por un mal entorno.
¿PARA QUÉ ESTUDIAR?
La respuesta no puede ser que dentro de veinte años tendrás que pagar una hipoteca y para ello necesitarás un trabajo. El ser humano en general, y los jóvenes en particular, no tenemos esa visión tan a largo plazo.
Solemos conformarnos con sobrevivir y hacer lo mínimo para cumplir ese objetivo.
Seguir una rutina y no plantearnos hacia dónde vamos es lo más fácil y lo que en mayor o menor medida acaba haciendo casi todo el mundo. Eso sí, es importante que nos marquemos algunas metas, y es importante que inculquemos a nuestros hijos que se propongan también ellos objetivos concretos y que celebremos con ellos cada pequeño logro.
El éxito se puede entender de muchas maneras. En general, podemos decir que se trata de alcanzar un resultado deseado. Y cada persona desea unos resultados, así que no tenemos por qué coincidir en la misma idea del éxito.
Algunos modelos de hoy en día no ayudan. Solo hace falta dar una vuelta por los canales de televisión para darnos cuenta de lo que estamos viendo y de las expectativas que eso está creando en nuestros hijos. Es más sencillo consumir contenido de baja calidad, y lo que manda es la audiencia; así se puede dar una cifra más alta a los anunciantes y estos pagarán más por incluir su publicidad. Esto genera todo tipo de fauna, desde famosos que discuten acaloradamente, tertulianos que opinan de cualquier tema sin saber de lo que hablan o futbolistas millonarios que nos cuentan cómo viven. Lo mismo sucede si vemos los canales más seguidos en YouTube; la nueva moda, ser youtuber .
Me parece muy bien todo esto, todos tenemos derecho a entretenernos. Simplemente lo señalo para que lo tengamos presente y, volviendo otra vez a la responsabilidad, para que asumamos la necesidad de buscar contenido de calidad y buenos modelos para nuestros hijos.
Por suerte, hoy tenemos acceso a más contenido que nunca. No hay por qué limitarse a la televisión, existen canales divulgativos en YouTube, podcasts fantásticos y todo a golpe de clic o de dedo desde nuestro teléfono.
¿Tiene algo malo tomar a un futbolista como modelo? En absoluto. Si esa persona transmite unos valores adecuados o nos inspira, será un buen modelo. El problema es que es difícil que el fútbol se convierta en algo más que un pasatiempo para nosotros. Cuando vemos algo, a menudo lo transformamos en cotidiano, pero normalmente lo que vemos por la televisión es lo extraordinario. Pocas veces nos paramos a hacer números, pero solo cincuenta personas de cada millón se convierten en futbolistas profesionales en España.