50Minutos - Estimula tu memoria: Los trucos para que no se te olvide nada

El término «memoria» define la capacidad de nuestro cerebro para analizar y almacenar información con el objetivo de restituirla más tarde. Disciplinas como la psicología y las neurociencias la han estudiado, lo que ha ayudado a esquematizar su funcionamiento en tres etapas:

• la codificación designa la fase de aprendizaje;
• el almacenamiento se corresponde con la ordenación de la información;
• cuando los datos se restituyen, se produce la recuperación.

Sin embargo, este proceso no se lleva a cabo de una sola manera. En efecto, todo lo que guarda relación con el lenguaje usa la memoria llamada «declarativa», mientras que la adquisición de competencias motoras apela a la memoria «procedimental». Además, existen tres tipos distintos de memoria que trabajan de manera conjunta para que la información se transmita y se codifique: la memoria sensorial, la memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo. También hay que dividir la memoria entre las distintas partes del cerebro:

• el lóbulo occipital, relacionado con la visión;
• el lóbulo temporal, relacionado con el oído, el olfato y el equilibrio;
• el lóbulo parietal, relacionado con el tacto;
• y, sobre todo, el lóbulo frontal, relacionado con el lenguaje, el movimiento y los pensamientos y razonamientos más complejos.

Por lo tanto, la palabra «memoria» se conjuga en plural. Cada uno de estos elementos se caracteriza por una duración de retención de la información y por una capacidad de almacenamiento diferentes.

• La memoria sensorial o registro sensorial permite interpretar la información que captamos gracias a nuestros cinco sentidos y recordarla durante unos segundos. Puede subdividirse en memoria icónica, vinculada a la visión, memoria ecoica, vinculada al oído, memoria olfativa, vinculada al olfato y, para acabar, memoria háptica, vinculada al tacto. Así, actúa como un filtro frente a la gran cantidad de estímulos a la que estamos expuestos, a menudo de manera inconsciente, y constituye una etapa obligatoria para el almacenamiento de información.
• La memoria a corto plazo , también llamada memoria de trabajo, retiene una información activa en nuestra mente de forma temporal durante el tiempo necesario para que la tarea se lleve a cabo, como marcar un número de teléfono. La capacidad de almacenamiento de esta memoria se limita a unos segundos y, una vez que la labor ha concluido, los datos se deteriorarán o se perderán.
• La memoria a largo plazo conserva por un tiempo ilimitado la información más antigua que se considera la más importante. Puede dividirse entre memoria implícita y memoria explícita. La primera está ligada a los recuerdos de aprendizaje: andar en bicicleta sin que ello exija esfuerzos conscientes, por ejemplo. Por su parte, la segunda es el lugar de almacenamiento de los recuerdos propiamente dicho. La memoria explícita se divide entre memoria semántica, para los conocimientos generales, y la memoria episódica, para nuestros recuerdos personales. Por lo tanto, retenemos mucha información de manera inconsciente y solo nos viene a la mente una pequeña parte. Sin embargo, no olvides que esta memoria no es infalible.

Es muy probable que, a lo largo de tu vida —y, principalmente, durante toda tu etapa académica—, hayas adoptado una metodología particular para retener información, incluso de manera inconsciente. Repeticiones cantando, representaciones mentales y trucos mnemotécnicos son algunos de los recursos eficaces que favorecen el aprendizaje. Sin embargo, ¿cómo podemos racionalizar estos pequeños «trucos»? ¿Cómo convertirlos en un proceso calculado, organizado y fiable para almacenar sistemáticamente los datos útiles? Desgraciadamente, no existe un modus operandi universal; cada uno debe encontrar su propio camino teniendo en cuenta sus capacidades, y este libro te ayudará a lograrlo.

Presentamos algunas técnicas sencillas que pueden completar tu estrategia personal y maximizar tu ritual de aprendizaje:

• Antes que nada, debes saber que solo retendrás un dato si tienes la intención de usarlo. Por lo tanto, es importante que encuentres un sentido a lo que deseas aprender. También debes saber, si no lo has descubierto ya, qué canal de entrada de información te conviene más, por ejemplo, entre memoria auditiva y visual.
• Intenta incrementar las referencias a ti mismo y a tu experiencia personal. En efecto, lo que los investigadores en psicología Rogers, Kuiper y Kirker llaman «autoesquemas» permite filtrar los datos que nos llegan. Actúa como un mecanismo de integración de la información en relación a nosotros. Nuestra percepción de los datos depende de cómo concuerdan con la idea que tenemos de nosotros mismos. La autorreferencia es muy eficaz, ya que el «yo» define cómo se trata y estructura la información con respecto a nosotros mismos.