Robert Zora
Swinger
¿Hasta dónde te atreverías
a llegar?
Swinger
¿Hasta dónde te atreverías a llegar?
Robert Zora
Esta obra ha sido publicada por su autor a través del servicio de autopublicación de EDITORIAL PLANETA, S.A.U. para su distribución y puesta a disposición del público bajo la marca editorial Universo de Letras por lo que el autor asume toda la responsabilidad por los contenidos incluidos en la misma.
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© Robert Zora, 2018
Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras
Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com
universodeletras.com
Primera edición: octubre, 2018
ISBN: 9788417435455
ISBN eBook: 9788417570101
Agradecimientos
Primeramente, a Dios.
A mi amada esposa; ya que, sin ella, simplemente nada de esto sería posible. Por su amor y dedicación, que cada vez me empujan a seguir mis sueños, dándome ánimo y motivación para seguir adelante. A ella, quien en las buenas y en las malas me ha demostrado su amor incondicional, para hoy en día verme cumplir este nuevo sueño.
Nota del autor
Todos los nombres que encontrarás en el libro han sido modificados para proteger la identidad de los personajes y sus vidas privadas. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.
Deseo y fantasía
Para mi esposa
Me siento inquieto, ansioso, no sé lo que pasa. Y es que hace unos días tuvimos una conversación bastante atrevida, donde te confesé que mi fantasía, hace algún tiempo atrás, era la de realizar un trío con otra chica. Me dijiste que podrías cumplir mi fantasía. No te imaginas todas las emociones que siento tan solo por tu respuesta; desde entonces no he podido sacar esa idea de mi mente. Muchas cosas han pasado con nosotros en el ámbito sexual, pero esta idea que ahora me tortura y me quita el sueño, ha comenzado a tomar forma de a poco; tanto, que imagino cada detalle como si lo estuviera viviendo, convirtiéndose en algo perceptible y casi táctil, me atrevo a decirte que le he puesto un rostro conocido por ti; y así es, como este sueño comienza.
Entre tu amiga y tú han convenido una cita en secreto para verse aquí. Al momento, recibes una llamada y sin decirme nada, sales a buscarla. Yo solo me atrevo a pensar que simplemente habías bajado a la tienda por algún comestible, pero a tu regreso, lo haces con ella. Me gritas con entusiasmo: «Amor… ¡Sorpresa!».
Y en verdad la sorpresa se marcaría en mi rostro al ver que no vienes sola; seguramente no entendería de inmediato, pero mi confusión duraría muy poco y debo confesar que no haría ningún esfuerzo en cubrir mi desnudez habitual en casa o en intentar disimular que me ha encantado lo que está sucediendo. En la película que ha fabricado mi mente, la cara de tu amiga es la de Desireé, y tal como me dijiste en estos días; ella definitivamente se ha convertido en la imagen de una de mis fantasías sexuales contigo.
Me buscarías en el cuarto y me guiarías hasta la sala, donde estaría ella esperando sentada en el sofá. En un principio, imagino que se queda estupefacta ante mi desnudez frente a sus ojos; tal vez algunas palabras como: «Uy, amiga, ¿eso me invitas a comer?».
Yo estaría de pie frente a ustedes y quisiera que tú te encargues de todo. Ahora, tomas su mano y también la colocas de pie frente a mí. Tú, situada detrás de ella, comenzarías a tocarla de una forma muy sensual; recorriendo la silueta de su cuerpo, pasando tus manos alrededor de su cintura y subiéndolas para sujetar sus senos, los cuales se verían perfectamente dibujados por una camisa de escote generoso. Halarías un poco más su escote hacia abajo, para dejarme ver su brassier y un poco de piel que seguramente me volvería loco y voy a querer agarrar; pero tal y como una señal de alto, me golpeas las manos a la vez que me dices: «Todavía no puedes tocar».
Continúan las caricias sobre su ropa; ella solo se dejaría hacer y guiar, mientras yo las observaría. Luego te animas a quitarle la camisa y la dejas en sujetador frente a mis ojos; que deben lucir tan agudos y punzantes como un águila que ha identificado a su presa en plena cacería. Recoges su cabello hacia atrás con tus manos. Ahora deslizas tus dedos índices por los encajes de su sostén, culminando con tus manos abiertas sujetando sus enormes senos y sin más reparo; me preguntas: «¿Te gustaría probarlas?».
Yo estaría lelo y creo que solo asentiría con mi cabeza, mientras un ahogado «¡sí!» apenas se escapa de mis labios. A estas alturas ya me tendrías sudando frío, suplicando para que no me tortures más y me dejen probar sus cuerpos al instante.
Seguramente voy a parecer un león enjaulado. Tú debes domarme empujándome hacia atrás diciendo: «Tranquilo, todavía no… todavía no».
Continuarías jugando a hacerme desesperar, excitándome más al hacerme presenciar cómo recorres el borde de sus pantalones con tus dedos y aprietas su trasero, haciéndote de sus nalgas frente a mí.
Desireé se encuentra muy dispuesta y al calor del momento, se ha dejado caer a fondo en este juego de seducción en el que somos cómplices. Ella observa cómo crece mi erección y se muerde los labios de deseo, entretanto, tú le susurras al oído algunas cosas sucias como: «Creo que mi esposo te quiere coger duro» o «¿amiga te gusta su pene grande y duro?». Ella no tendría aliento para responder; a lo que solo afirmaría con su cabeza, con cara de cachorrita mimada.
Comienzas a quitar su pantalón de jean ajustado, que dibuja una linda redondez de su trasero apretado y firme. Desabrochas el botón y comienzas a bajar el cierre muy despacio para aflojarlo; halándolo de a poco, liberando sus nalgas y dejándolo caer con solo un pequeño desliz de la parte superior para liberarlo fácilmente hasta que caiga a sus pies. Ahora le ayudarías a quitarse los zapatos y procederías a sacar enteramente su pantalón, haciendo que luzca su ropa interior ante nuestros ojos. Imagino que sería un hilo de encaje blanco muy sensual y refinado, como tu lencería de Eprise Lise Charmel, que quedaría perfecta para la ocasión. Tú le darías vuelta para que me muestre ese lindo y firme trasero; mientras le agarras las nalgas y se las aprietas muy duro, tan fuerte que quedarían tus dedos marcados en su blanca piel enrojecida.
Ahora te aprestas a igualar las cargas, por lo que procedes a quitarte la ropa, pero esta vez lo haces rápidamente porque ya mi deseo está a punto de hacerme estallar; quedando tú también en ropa interior para que me muestres el hermoso contraste de tu piel morena contra su piel. Me besas apasionadamente, introduciendo tu lengua tan profundamente, que siento que me ahogas con ella; y ahora me dices, que le haga lo mismo a ella y yo solo te hago caso, obedeciendo de inmediato.
Encantado me acerco a su boca y noto su aceptación al entreabrir sus labios, mientras voy cerrando distancia entre ella y yo, para culminar fundiéndonos en un apasionado beso envuelto por la lujuria y mi fuerte deseo por sentirla. Mis caricias no tendrán reparo en ir apoderándose de su cuerpo. Le pides que te desnude y esta vez, ella se agacha de frente a mí a la altura de tu abdomen, contigo dándome la espalda, mete sus dedos a cada costado de tu ropa interior y mientras la baja delicadamente ―como solo otra mujer puede hacerlo― tú te inclinas un poco dejándome ver tu intimidad en frente de mi rostro, abriéndote un poco más con la ayuda de tus manos, quedando toda tu desnudez expuesta ante mi mirada que no pierde ningún detalle del espectáculo que estoy presenciando.
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