A las «medias naranjas» que completan nuestras vidas.
Introducción
La pareja en familia. Es fácil si sabes cómo disfrutar del cambio
Desde el momento en que se decide tener un hijo, la vida comienza a cambiar. Cualquier alteración implica una readaptación, pero tener un hijo especialmente, porque hay que reajustar muchos ámbitos. En este libro hemos elegido describir la repercusión que tiene en dos personas formar una familia y proponer ideas y recursos para que ello no impida seguir disfrutando de la vida en pareja.
Es obvio recordar que la pareja la forman dos. Cada uno vive las experiencias, las decisiones, las angustias, los miedos, las expectativas, etcétera, de manera distinta y ambos tienen que aprender a ponerse de acuerdo para educar. Si a lo descrito añadimos que cada uno va cambiando en función de las circunstancias y según pasa el tiempo (lo que quiere, lo que le motiva, lo que deja de hacer, lo que le parece importante o nimio), educar y convivir se vuelve complicado. Sin embargo, si le preguntamos a alguien de qué se siente más orgulloso, casi con toda probabilidad dirá que de su familia; y la misma respuesta recibiremos si preguntamos cuáles son sus principales preocupaciones: «Ver crecer a mis hijos sanos y felices, proporcionar a mi familia todo lo que se merece...». Incluso nos atrevemos a anticipar que la contestación a la pregunta: «¿Dónde tienes tu mejor apoyo?», será algo así como: «En casa. Cuando llego y veo a mi familia, me siento feliz». Cuidar de los tuyos —no solo de los hijos, sino de la persona con la que has puesto en marcha este proyecto que es tu familia— reporta una gran satisfacción. Aunque hay etapas en que se nos olvida, la vida en pareja da muchas satisfacciones y es una pena perdérselas. Como dice el refrán: «Quien siembra recoge». En este libro queremos enseñarte a cuidar de tu vida en pareja para que puedas sacarle el máximo partido. Para ello haremos un recorrido por los procesos personales por los que atraviesa cada miembro de la pareja y propondremos maneras de afrontar las dificultades para que la paternidad sume y no reste a la misma. Los objetivos son:
— Describir a los que se incorporan a la paternidad la mayoría de sensaciones e ideas que los asaltarán.
— Acompañar a los que ya son padres en los cambios que van a ir experimentando.
Las parejas que pronto se convertirán en padres dedican meses a preparar la llegada del bebé. La realidad de cuidar de un hijo puede ser sobrecogedora. Cuando el número de miembros en un hogar crece, la relación con la pareja está destinada a cambiar. La nueva situación debe ser enriquecedora para sus protagonistas. Esto no quiere decir que esté exenta de dificultades: la convivencia implica conflicto; la forma en que lo resolvemos fortalece a la familia o la debilita. Por eso te mostramos distintas formas de disfrutar de los cambios que afrontará la pareja que decide tener un hijo.
La mejor manera es estar preparado para cuando se produzcan. Así que a continuación te presentamos los más frecuentes y la forma de resolverlos. Pon en práctica nuestras propuestas y no dudes en contarnos los resultados.
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I
Cambios que traen los hijos a la pareja
«Tener un hijo es maravilloso, lo mejor que te puede pasar en la vida». Seguramente esto es lo que oíste cuando te planteaste tener hijos, y es cierto, de lo contrario no pondríamos tanto empeño en vivir esta experiencia. Más difícil sería encontrar quien te hable de las dificultades que te plantearán los niños, y más difícil aún que alguien te reconozca el proceso por el que pasaréis tu pareja y tú. Nosotros le pedimos a una pareja de nuestro entorno que nos lo contara con las mayores dosis de realidad posible, y este es el relato literal que nos ha guiado a la hora de confeccionar el índice de este libro. Recogemos aquí las reflexiones sobre los cambios que han producido los hijos en su relación:
C ARTA DE UNA PAREJA DE PADRES
Primero hay un cambio físico en la mujer. Para Silvia su cuerpo es otro desde que tuvo hijos, lo que afectó a su sexualidad y a nuestra relación de pareja. Silvia se sentía mucho más atractiva antes de tener hijos, aunque para mí no era así.
Otro cambio en el que coincidimos es la pérdida de libertad. Cuando se es pareja piensas en tu proyecto de vida y en el proyecto conjunto de pareja, pero cuando tienes hijos es «nosotros y los hijos». Ya no cabe estar solo; te podrás separar de tu pareja, pero nunca del padre o la madre de tus hijos.
La falta de libertad comienza desde que son bebés; aquí la atención es más física, porque necesitan dedicación las veinticuatro horas. Esto es un cambio muy drástico respecto a la situación anterior, y no sé de dónde sacas las fuerzas porque el agotamiento es atroz. Hay que saberlo compartir en pareja, y aun delegando en terceros, la desconexión es muy difícil, por lo que el peso de la responsabilidad lo llevas tú siempre encima. En esta etapa te cuesta mucho encontrar tiempo para ti o para pasarlo con tu pareja sin estar pensando en cosas para los niños.
La falta de libertad también afecta a la toma de decisiones sobre tu vida personal, profesional, económica, social y familiar. En nuestro caso hemos vivido lo que es dejar una carrera profesional y decir que no a un traslado con ascenso por los hijos. No puedes evitar sentir cierta añoranza pensando cómo habría sido tu vida si no hubieras tenido hijos, sobre todo en lo que a lo profesional se refiere.
Desde el punto de vista económico, para Silvia el planteamiento financiero cambiaría radicalmente si no tuviera hijos. Su perfil inversor sería mucho más arriesgado, habría pasado más de hipoteca y se lo jugaría más en bolsa, tendría menos patrimonio y dispondría de mayor liquidez. A Silvia le preocupa pensar en la seguridad económica de sus hijos, y eso la convierte en ahorradora. Mi punto de vista no es tan radical; cambiaría si no tuviera hijos, pero, por ejemplo, si supiera que a mis hijos les va a ir muy bien en el futuro, me plantearía una hipoteca inversa para disfrutar más de mi pareja y no pensar tanto en los hijos.
En el aspecto social te vuelves mucho más ermitaño, los hijos condicionan tus relaciones y con quién te juntas. Buscas un «mirlo blanco»: alguien que te guste a ti, a tu pareja y que sus hijos se lleven bien con los tuyos, y eso es muy difícil de encontrar. Al final lo que ocurre es que te relajas y mantienes tu círculo de amistades. Aunque sigas intentando buscar el ideal entre los padres del colegio, de la urbanización o de las extraescolares. Ambos estamos de acuerdo en que, gracias a nuestros hijos, hemos ampliado el número de relaciones sociales, pero sacrificando tiempo para reunirnos con nuestros grupos de siempre.
En el aspecto familiar, a los padres y los suegros los convertimos en abuelos y esto influye en la pareja. Es un desafío para los abuelos y para nosotros, pero afortunadamente, en nuestro caso, tanto el apoyo como la falta del mismo nos han unido más en lugar de ser motivo de discusión. Como pareja hemos hablado mucho hasta establecer criterios para abordar la relación de los nietos con los abuelos. Hemos tenido algún enfrentamiento con madres y suegras, pero los hemos solucionado dándonos cuenta de que es la abuela de nuestros hijos y tenemos que verla como tal.