Las historias personales, citas y anécdotas de este libro son reales. Se basan en entrevistas reales, voluntarias, autorizadas para su publicación en este libro. De todos modos, los nombres, lugares y otros datos que permitiesen la identificación pueden haber sido alterados para proteger la identidad de las personas entrevistadas. Cualquier parecido en nombres o en otras características físicas entre cualquier individuo del libro y cualquier otra persona es mera coincidencia. Algunas partes del capítulo 18 aparecieron por primera vez en The Ultimate Guide to Anal Sex for Women (Cleis Press, 2006).
Título original: Opening up. A Guide to Creating and Sustaining Open Relationships
© 2008 , Tristan Taormino
© De la traducción del inglés: Miguel Vagalume
© Editorial Melusina s.l .
www.melusina.com
Ilustración de cubierta: Marie Meier
www.mariemeier.org
Reservados todos los derechos de esta edición
Primera edición digital: mayo de 2020
Corrección de galeradas: Albert Fuentes
e isbn: 978-84-15373-86-5
Este libro está dedicado a las personas
que tienen el valor de vivir y amar fuera de lo convencional.
contenido
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Introducción
Abriéndose a otras opciones: cuestionar la monogamia y revolucionar las relaciones
D urante más de una década mi trabajo ha consistido en educar y empoderar a las personas acerca de su sexualidad. Escribo sobre sexo, imparto talleres y charlas sobre sexo, contesto a las preguntas de la gente sobre sexo, muestro técnicas para el sexo, hago películas desde una perspectiva «sex positive» y organizo eventos relacionados con el sexo. Debido a mi trabajo y a mi curiosidad sin límites en todo lo relacionado con el sexo, he sido testigo y disfrutado de una amplia variedad de experiencias sexuales y he conocido personas de todos los ambientes. He conocido personas que eran heterosexuales, queer, bisex, vainilla, con prácticas sexuales no convencionales y a quienes simplemente les gusta el sexo. He congeniado con gente del ambiente bdsm y del cuero, con swingers , genderqueers , profesionales del sexo, personas poliamorosas, practicantes de tantra, de paganismo y radicales del sexo.
La primera vez que vi a alguien teniendo sexo delante de mí, me quedé fascinada, pasmada, excitada. Era fantástico. Cuatrocientas veces después, sigue siendo fantástico, pero diferente. Ya no me interesa tanto la superficie de lo que estoy viendo, cómo él la lame, los ruidos que hace cuando ella se la folla, cómo se comporta él cuando ella juega con su culo, qué dice él cuando le dice guarradas a su chico, y todas las combinaciones posibles. En su lugar me fascina mucho más quiénes son: ¿son pareja? ¿Cuánto tiempo llevan siendo pareja? ¿Qué hizo que se decidiesen a venir a este evento sexual? ¿Qué es lo que les gusta de tener sexo en público? ¿Quién es esa otra mujer que veo a menudo besándose con esa pareja? ¿Tienen sexo con otras personas? Quiero saber cuál es el contexto de lo que estoy viendo. Quiero conocer la urdimbre de su relación.
Y no es extraño que al conocer a esas personas, descubriese que sus relaciones eran mucho más interesantes, complejas y transgresoras que sus vidas sexuales (y sus vidas sexuales ya eran bastante fascinantes). Además de sus especiales dotes de comunicación y un creativo sentido de la identidad, parecía que todas esas personas tenían algo en común: todas estaban en relaciones no monógamas. Y habían encontrado una manera de hacer que esas relaciones funcionasen tan bien que rebosaban un nivel de satisfacción sexual y emocional por encima de la media; algo que según mi experiencia y observación parece que se le escapa a mucha gente. Por eso me preguntaba: ¿cómo lo hacen?
El declive del matrimonio y la monogamia
La mayoría de los pueblos del mundo, a todo lo largo de la historia y en todo el globo, han organizado las cosas de tal modo que el matrimonio y la exclusividad sexual no sean necesariamente la misma cosa.
El mito de la monogamia
No es ningún secreto que el matrimonio monógamo tradicional en Estados Unidos tiene serios problemas y los lleva teniendo desde hace mucho tiempo. El modelo de mujer-que-se-queda-en-casa y el marido como único sostén de la familia empezó a cambiar con la Revolución Industrial y sufrió un cambio decisivo cuando las mujeres se convirtieron en mano de obra en la segunda guerra mundial. Una vez que las mujeres empezaron a trabajar fuera de casa, a ganar su propio dinero (aunque fuera menos dinero por el mismo trabajo), a explorar las oportunidades en la educación y en la carrera profesional, los roles de género y el matrimonio cambiaron. En la década de 1950 hubo una breve vuelta a las parejas tradicionales: el 96 % de las personas en edad de tener descendencia estaban casadas y se casaban a una edad más temprana.
El activismo de los años sesenta dio lugar al movimiento de liberación de la mujer, que movilizó a hombres y mujeres para cuestionar los roles de género, los estereotipos y la desigualdad. El acceso al control de natalidad y el aborto legal significó que las mujeres pudieran tomar sus decisiones reproductivas y tener sexo por placer, no sólo para procrear. Las feministas criticaron y rechazaron el matrimonio como una institución patriarcal. En 1970, el número de matrimonios creció brevemente pero hubo también un considerable número de divorcios: 14,9 por cada 1.000 mujeres casadas de 15 años de edad o más, siendo de un 9,2 en 1960. En 1975, el número de matrimonios empezó a descender de nuevo y el de divorcios continuó subiendo. Los años setenta también vieron un estallido de trabajos académicos sobre swingers y relaciones alternativas, y la publicación de más de una docena de libros sobre esos temas. Los disturbios de Stonewall en 1969 ayudaron a dar impulso al movimiento por los derechos civiles para gays y lesbianas, presentándole al matrimonio tradicional y la familia nuclear otro nuevo detractor: el colectivo de gays, lesbianas, transexuales, bisexuales y queer .
En los ochenta el número de matrimonios continuó cayendo. Parte del descenso se achacó al aumento de otra manera de emparejarse: parejas heterosexuales que vivían juntas sin casarse (y a lo que se puso el nada atractivo sobrenombre de «arrejuntarse»). Aunque ese tipo de parejas no era nuevo, en los ochenta había suficientes para que la sociología y la Oficina del Censo de Estados Unidos les prestaran atención. Los divorcios siguieron aumentando en los ochenta hasta 1995, cuando empezaron a descender levemente, aunque no tan rápido como lo hacía el número de matrimonios. En los noventa había más gays, lesbianas, bisexuales y transgénero saliendo del armario que nunca. Vivían en pareja, celebraban ceremonias de compromiso y criaban a su descendencia; la mayor visibilidad de esta comunidad continuó redefiniendo la idea de relaciones y familia.
En 2004, la tasa de matrimonios era de 39,9 por cada 1.000 mujeres solteras de 15 años de edad o más, lo que significa que en menos de cincuenta años el índice había caído cerca de un 50 %. Claramente, la estructura, expectativas y funciones del matrimonio no son tan deseables o funcionales como lo eran hace cincuenta años.
Hay otro indicador significativo de que los matrimonios y relaciones monógamas no están funcionando: las infidelidades son una epidemia. El Informe Kinsey fue el primero en ofrecer estadísticas sobre el tema a partir de un amplio estudio publicado en 1953; indicaba que el 26 % de las esposas y el 50 % de los maridos habían tenido por lo menos una aventura antes de cumplir los cuarenta. Le siguieron otros estudios con datos similares. De acuerdo con el Informe Janus de 1993, más de un tercio de los hombres y más de una cuarta parte de las mujeres admiten haber tenido al menos una experiencia sexual extramarital. El 40 % de las mujeres divorciadas y el 45 % de los hombres divorciados declararon haber tenido más de una relación sexual extramarital antes de haberse divorciado.