Título original: LA METAMÉDICINE. LA GUÉRISON À VOTRE PORTÉE
Traducido del francés por Magdalena Sánchez Juarez
Diseño de portada: Editorial Sirio, S.A.
Maquetación y diseño de interior: Toñi F. Castellón
© de la edición original
1995 Claudia Rainville
© de la presente edición
EDITORIAL SIRIO, S.A.
C/ Rosa de los Vientos, 64
Pol. Ind. El Viso
29006-Málaga
España
www.editorialsirio.com
I.S.B.N.: 978-84-18000-23-270
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Agradecimientos
Todos nosotros somos discípulos y maestros.
Q uiero dar las gracias de todo corazón, a los maestros que he encontrado en mi camino a lo largo de estos años, a las enseñanzas recibidas, a los libros leídos y a mis queridos participantes que han confiado y se han abierto a mí para revelarme sus secretos más dolorosos. Gracias también a los lectores que me han escrito para compartir conmigo sus sufrimientos y sus dudas.
Por último, deseo expresar mi reconocimiento a todas las personas que han colaborado en la realización, distribución y venta de mis libros.
A todos ellos, mi más profundo agradecimiento.
A mis hermanos y hermanas de la Tierra
deseando que este libro pueda
contribuir a despertar su conciencia.
Prólogo
Lo que llamamos enfermedad es la fase terminal de un desorden mucho más profundo. Es evidente que, si queremos que un tratamiento sea totalmente eficaz, no podemos tratar únicamente los síntomas sin remontarnos a la causa fundamental de dicha enfermedad, a fin de eliminarla.
Dr. Edward Bach
¿Qué es la Metamedicina?
L a palabra Metamedicina está formada por el prefijo griego m eta ( met§ ) , que significa «ir más allá» y por el sustantivo medicina, que significa «conjunto de medios utilizados para prevenir, curar y aliviar las enfermedades».
La Metamedicina va más allá de la eliminación del dolor o de la desaparición de los síntomas, y hace hincapié en la búsqueda del factor responsable del malestar o de la enfermedad.
En Metamedicina, el dolor, el malestar o la afección se consideran señales que anuncian un desequilibrio en una parte del organismo.
Hacer desaparecer esta señal sin buscar la información correspondiente, es como parar la alarma de un detector de humos que ha detectado un foco de incendio. Hacer caso omiso de esta alarma es correr el riesgo de encontrarse en mitad de un incendio. Y eso es lo que hacen muchas personas cuando toman un medicamento sin intentar comprender el origen de sus síntomas.
Esto no significa que tengamos que negarnos a tomar un medicamento que podría aliviarnos, pero sí que no nos limitemos a buscar solamente hacer desaparecer el dolor o los síntomas, sino también el elemento que pudo originarlos.
A título de ejemplo, contaré una experiencia que viví a la edad de once años. Me salían orzuelos continuamente. Una compañera de clase me confesó que tenía una tía que era sanadora y podría quitármelos, así que fui a verla. La tía de mi amiga puso simplemente su anillo de oro en el lugar donde comenzaba a salir un nuevo forúnculo muy doloroso y me dijo: «vete y no me des las gracias». Y eso hice. Desde aquel día, no he tenido más orzuelos.
¿Me había curado? Esta es la cuestión.
Hacer que desaparezcan un síntoma, un dolor o cualquier tipo de manifestación, no es necesariamente sinónimo de curación. Porque la causa que los ha producido puede presentarse más tarde de manera amplificada o incluso bajo otro aspecto. Y eso fue exactamente lo que pasó. Mi fe en sus cualidades de sanadora bastó para anular definitivamente este «síntoma» de mi organismo. Sin embargo, la causa de los orzuelos no se había eliminado. Después de esto, tuve amigdalitis recurrentes. Esta vez fui a la consulta de un médico que me prescribió, en un primer momento, comprimidos de yodo que no me aliviaron demasiado. Luego, antibióticos, que solo dieron resultados efímeros. Y como última solución, la extirpación de mis amígdalas. Pero aunque me operaron, la causa de mi problema no desapareció pues más tarde se manifestó otra vez en forma de diversas faringitis y laringitis.
Los informes médicos están llenos de este tipo de historias. Veamos el caso de una mujer a la que se le detecta un bultito en el pecho durante un reconocimiento rutinario. Su médico recomienda que le hagan una mamografía y una biopsia. El diagnóstico es adenofibroma, un pequeño tumor benigno, con lo que la paciente se tranquiliza.
Unos años más tarde, la misma mujer descubre de nuevo una protuberancia en el pecho. No se preocupa pensando que, sin duda, se trata de un tumor inofensivo. Pero esta vez el pecho le duele. Además, como aparecen ganglios en la axila, va otra vez a la consulta del médico. De nuevo, le realizan las pruebas pertinentes y, esta vez, el diagnóstico es cáncer.
Después, mediante una operación quirúrgica le quitan tejidos del seno afectado. Luego, la paciente se somete a radioterapia y quimioterapia. Tras un año de tratamiento, parece que la enfermedad ha sido vencida y la paciente lleva una vida normal. Pero, más tarde, empieza a dolerle la cadera y se descubre que se trata de un cáncer de huesos. Unos años después, esta paciente muere de un cáncer generalizado.
Es evidente que no todos los casos terminan de esta manera. Tampoco van a sufrir amigdalitis o laringitis todas las personas aquejadas de orzuelos. Y una persona con un pequeño tumor benigno en el pecho no tiene por qué desarrollar obligatoriamente un cáncer. La evolución del síntoma la determina la causa en sí misma y esta puede ser temporal o prolongada.
Las causas con una fuerte intensidad o aquellas que perduran mucho tiempo son las que suelen originar enfermedades graves como el cáncer, la esclerosis y otras.
Mientras solo se intervenga en los efectos o en su manifestación, como en el caso mencionado con la extracción del adenofibroma, la operación del pecho y los tratamientos de radioterapia y quimioterapia, la causa continuará su curso. De la misma manera en que continúan propagándose las malas hierbas que únicamente se han cortado a ras del suelo sin haber extirpado sus raíces.
Recordemos pues, que todo síntoma (dolor, endurecimiento, hemorragia, etc.) tiene una causa. Toda causa produce efectos que, a su vez, engendran nuevas causas y nuevos efectos.
¿Qué podría haber hecho la sanadora que consulté cuando tenía once años para guiarme hacia una auténtica curación? Podría haber utilizado perfectamente el anillo que colocó sobre mi orzuelo pero, después, habría tenido que hacerme una serie de preguntas para ayudarme a detectar y eliminar el factor responsable de aquellos orzuelos.
Las dos últimas etapas corresponden al enfoque de la Metamedicina y tanto médicos como enfermeras, terapeutas, sanadores, magnetizadores, etc., pueden utilizarlas para guiar a la persona que les consulta hacia un proceso que restablezca su salud. Utilizo intencionalmente el verbo guiar porque la única curación auténtica es la autocuración.
No se puede curar a nadie contra su propia voluntad y únicamente el querer curarse sinceramente puede motivar a una persona para que realice los cambios necesarios en aquellas actitudes, sentimientos y emociones que son responsables de su sufrimiento.
¿Cómo puede intervenir la Metamedicina en el proceso de curación?