ÍNDICE
Cuando tenía veinticinco años, mi sistema musculoesquelético empezó a expresar su debilidad con dolores que fueron aumentando progresivamente. Aunque pueda parecer extraño, estoy agradecida a esa circunstancia, pues generó en mí la necesidad constante de investigar y analizar los orígenes reales del dolor. A medida que aumentaban mis conocimientos científicos, la intuición me indicaba que había factores que no aparecían en los métodos clásicos de diagnóstico y tratamiento. El inconformismo, la investigación tenaz y el autoanálisis han sido y son mis mejores escuelas. Mi dolor, en lugar de convertirse en un obstáculo, ha sido la mejor vía para empatizar y entender el dolor ajeno. De esta manera, aprendiendo y conociendo mejor la maquinaria humana, gracias a mis estudios en fisioterapia, osteopatía y reeducación postural, principalmente, he encontrado terapias más efectivas para los pacientes que acuden a mi consultorio, probándolas primero en mí misma para conocer realmente sus efectos y resultados. En el presente libro he plasmado toda la experiencia que voy adquiriendo a diario, gracias a los miles de pacientes que he atendido a lo largo de mis veintisiete productivos años de trabajo como profesional de la salud. Personas de todas las edades y con una variada sintomatología, en su mayoría centrada en su sistema musculoesquelético. Al ir ampliando mis conocimientos para detectar el origen real de los dolores, se ha ampliado el espectro y la tipología de los pacientes. Hoy en día, tengo el placer de atender a personas con una ingente variedad de síntomas, problemas físicos y emocionales. Ellas son mi escuela y fuente inagotable de saber.
Nosotros mismos somos los que mejor conocemos nuestro propio cuerpo y, por tanto, los que más y mejor podemos mantener nuestra salud. Aunque hay enfermedades que deben tratarse en el sistema sanitario convencional, la solución a otras muchas dolencias está en nuestra mano. En estas últimas, el problema radica en la desconexión con nuestro mundo interior y en la creencia de que los problemas y las dolencias a las que nos enfrentamos son fruto del azar, es decir, nos afectan «porque nos tocó». Esta ausencia de responsabilidad sobre nuestro estado provoca que, antes de buscar el origen en nuestro interior, culpemos de la adversidad a otras personas o a condiciones externas. Vivimos en una cultura que evita el dolor a toda costa, silenciando todos sus síntomas con medicamentos para que no interrumpan el ritmo de vida o la realización de las obligaciones que nos imponemos diariamente. Salvo cuando sean estrictamente necesarios, podemos prescindir de muchos de esos medicamentos si investigamos el origen real de nuestras molestias, con las que nuestro propio cuerpo nos está avisando que hay algo que debemos cambiar.
Tu cuerpo te habla, ¡escúchalo!
Tenemos un maravilloso cuerpo humano a nuestro cargo, no lo desatendamos ni lo machaquemos pensando que funciona al margen de nosotros. Puedo afirmar de manera rotunda que tu cuerpo te habla, así que empieza a escucharlo y a conocer su idioma. En cuanto perciba e interprete una incoherencia que interfiera en tu supervivencia, te avisará. Empezará por susurros, como pequeñas molestias o pérdidas leves de fuerza o energía. Si no lo atiendes o silencias los síntomas, cada vez su voz será más potente y contundente hasta el punto de provocarte una enfermedad grave o un accidente. Somos más que un conjunto de huesos, músculos, nervios y vísceras, pero, hasta que la información no afecta al cuerpo físico, no actuamos. A nuestro plano físico llegan constantemente muchas informaciones de las que no somos conscientes, señales relacionadas con la sociedad y con todo lo que nos rodea. Podríamos considerarnos una especie de antena o sensor que percibe miles de señales tanto del exterior como del interior y que interpretamos según nuestro propio sistema de creencias. En consecuencia, todos y cada uno de nosotros tenemos «nuestra» realidad.
Tenemos la oportunidad de experimentar con nuestro cuerpo, de sentir, de emocionarnos, y eso nos permite aprender de la vida. Vivir es nuestra gran escuela y cada circunstancia que percibimos como un problema es, al mismo tiempo, una lección. Si aplicamos lo aprendido y hacemos caso a las señales de nuestro cuerpo, somos capaces de reducir nuestro dolor —e incluso lograr que desaparezca para siempre— y conseguir que nuestra salud mejore.
Toda terapia resulta más efectiva si te acompaña y te ayuda a contactar de nuevo con tu interior, a que te escuches y te quieras mejor.
Los caminos fáciles no son favorables para descubrir nuestras cualidades más ingeniosas. Animémonos y no caigamos en la resignación si nuestra vida parece complicada. Caer y salir de las situaciones más adversas, «los infiernos», hará que resurjamos reforzados, con más lecciones aprendidas y con mayor capacidad de querernos y cuidarnos. Si en la aventura de la vida han emergido con virulencia nuestros instintos más bajos, enfrentarlos y aceptar nuestro lado oscuro nos permitirá descubrir nuestro lado más hermoso.
Este libro te ayudará a encontrar las salidas a tus problemas y a poner los remedios más lógicos a nuestra naturaleza humana. Conocer qué está pasando en tu cuerpo te llevará a entenderlo y a aliarte con él para mejorar tu salud de la manera más natural posible.
¡Conócete y cúrate!
EL MAGNÍFICO VEHÍCULO HUMANO
Imagínate que estás descansando en tu sala cuando, de repente, suena el timbre. Abres la puerta y te encuentras con una visita inesperada y desagradable, la enfermedad, que ha llegado hasta ti sin saber muy bien cómo y amenaza con alterar tu tranquilidad. Has intentado correrla sin prestarle atención, pero no solo no lo consigues, sino que la incómoda visita invade tu hogar. Una vez dentro, se esconde en un rincón del desván y al menor descuido te la encuentras sentada en tu sillón esperando ansiosa a que la escuches. Esto es lo que ocurre cuando no atiendes las señales que te envía tu cuerpo. Los síntomas corporales son mensajes directos para ti y, cuando los escuchas, los entiendes y te ocupas de ellos, descubres que eran necesarios. Mi intención es ayudarte a conocer tu propia casa, tu magnífico cuerpo, y a que te adueñes de él.
Cuando un dolor físico o emocional llama a tu puerta, no es por casualidad.
Con sus síntomas a nivel fisiológico, tu cuerpo intenta «despertarte» para que tomes conciencia de que estás pasando algo por alto. Hago mía la frase que seguramente habrás escuchado alguna vez: «No existen enfermedades, sino enfermos». Debemos entonces sumergirnos y bucear en nuestro inconsciente, así como en la infinidad de informaciones que transportan nuestras células y que, en un determinado momento, se despiertan y se activan. En estos espacios de información residen las claves que explican por qué tenemos estructuras más debilitadas o tejidos que se convertirán en los puntos donde se localicen los síntomas. Estos mensajes suelen pasar desapercibidos y, en consecuencia, su siguiente estrategia es la llamada de atención a través del dolor físico, un aviso del que sí nos enteramos. Una vez que conocemos por qué enfermamos, la siguiente pregunta es por qué, ante unas causas similares, cada persona padece la sintomatología y las dolencias con un tinte particular y único.
Toda la amalgama de circunstancias que rodean nuestra vida se incorpora a nuestra maleta de viaje: desde la herencia genética de nuestros padres, las circunstancias del embarazo, nuestra crianza, nuestra educación y los mandatos recibidos desde el entorno hasta los seis o siete años de edad a todos los traumas físicos y/o emocionales sufridos, a lo que se suman las incoherencias en nuestra manera de percibir el mundo y actuar en él. Todas estas circunstancias conformarán el pesado equipaje que, consciente y, sobre todo, inconscientemente, arrastramos.
Cuanto antes seamos conscientes de nuestro exceso de equipaje, antes empezaremos a soltar lastre en nuestra vida, alejando de esta manera los motivos por los cuales la naturaleza nos lleva a enfermar. Voy a proporcionarte las herramientas y los medios para acompañar a esa visita desagradable hacia la puerta, amablemente sacarla de tu casa y recuperar tu calma.
Página siguiente