FALSA ALARMA
Por qué el pánico ante el cambio climático nos cuesta billones y no salvará el planeta
Bjorn Lomborg
Traducción de Dulcinea Otero-Piñeiro
Antoni Bosch editor, S.A.U.
Manacor, 3, 08023, Barcelona
Tel. (+34) 93 206 0730
www.antonibosch.com
This edition published by arrangement with Basic Books, an imprint of Perseus Books, LLC, a subsidiary of Hachette Book Group, Inc., New York, USA. All rights reserved.
© Bjørn Lomborg, 2020
© de la traducción: Dulcinea Otero-Piñeiro
© de esta edición: Antoni Bosch editor, S.A.U., 2021
ISBN: 978-84-124076-2-4.
Diseño de la cubierta: Compañía
Maquetación: JesMart
Corrección de pruebas: Olga Mairal
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Índice
Vivimos una época de terror, en concreto de terror al cambio climático. Hay una imagen que, en mi opinión, resume bien estos tiempos: una niña sosteniendo un cartel en el que se lee
USTED MORIRÁ DE VIEJO
YO MORIRÉ DE CAMBIO CLIMÁTICO
Este es el mensaje que nos están inculcando los medios de comunicación: el cambio climático está destruyendo el planeta y amenaza con matarnos a todos. Es un lenguaje apocalíptico. Las noticias hablan de la «incineración inminente del planeta», y los analistas insinúan que el calentamiento global podría conducir a la extinción de la humanidad en unas pocas décadas. En los últimos tiempos, los medios han informado de que a la humanidad solo le queda una década para rescatar el planeta, lo que convierte 2030 en la fecha límite para salvar la civilización. Así que hay que emprender una remodelación radical de las grandes economías para acabar con el empleo de combustibles fósiles, reducir las emisiones de carbono a cero y crear una estructura completamente renovable para toda la actividad económica.
Los niños viven con miedo y se concentran en las calles para protestar. Los activistas acordonan ciudades y aeropuertos para concienciarnos a todos de que la población del planeta va camino de «la masacre, la muerte y la inanición».
Hay libros influyentes que refuerzan esta visión. En 2017, el periodista David Wallace-Wells escribió para la revista New York una descripción prolija y aterradora de los efectos del calentamiento global. Aunque el artículo recibió críticas de científicos por exagerado y engañoso, Wallace-Wells publicó el mismo alegato en forma de libro con el título El planeta inhóspito
Los medios de comunicación refuerzan el discurso exagerado dando mucha cancha a los defensores del medio ambiente y participando de su activismo. El New York Times alerta de que «en todo el mundo el cambio climático se está produciendo más rápido de lo que predijeron los científicos». La portada de la revista Time proclama: «Preocúpese. Preocúpese mucho». El periódico británico The Guardian ha ido más allá y ha actualizado sus normas de estilo para que los periodistas empleen las expresiones «emergencia climática», «crisis climática» o «colapso climático». El editor del periódico considera que «cambio climático» no es lo bastante aterrador porque, según argumenta, «suena más bien pasivo y ligero, cuando en realidad los científicos hablan de una catástrofe para la humanidad».
No es de extrañar que la mayoría de nosotros esté muy preocupada como resultado de todo esto. Una encuesta realizada en 2016 reveló que en países tan dispares como Emiratos Árabes Unidos y Dinamarca, la mayoría de la población cree que el mundo va a peor en lugar de ir a mejor. Es sorprendente que en Reino Unido y Estados Unidos, dos de los países más prósperos del planeta, el 65% de las personas contemple el futuro con pesimismo. Una encuesta de 2019 mostró que casi la mitad de la población mundial considera probable que el cambio climático acabe con la especie humana. En Estados Unidos, cuatro de cada diez habitantes creen que el calentamiento global conducirá a la extinción de la humanidad.
Este clima de terror tiene consecuencias reales. Así, por ejemplo, la gente está tomando la decisión de no traer hijos al mundo. Una mujer le dijo a un periodista: «Sé que el ser humano está programado para procrear, pero mi instinto me dicta ahora proteger a mis hijos de los horrores del futuro no trayéndolos al mundo». Los medios de comunicación refuerzan esta decisión; la revista The Nation pregunta: «¿Cómo se decide una persona a tener un bebé cuando el cambio climático está transformando la vida en la Tierra?».
Si los adultos están absurdamente preocupados, los niños están aterrorizados. Una encuesta del Washington Post de 2019 puso de manifiesto que el 57% de los jóvenes estadounidenses entre trece y diecisiete años tiene miedo por el cambio climático, el 52% está enojado y el 42% se siente culpable. Un estudio académico de 2012 con niños de diez a doce años de tres escuelas de Denver reveló que el 82% manifestaba temor, tristeza y enfado al hablar sobre sus emociones en relación con el medio ambiente, y la mayoría de ellos compartía visiones apocalípticas sobre el futuro del planeta. Es muy esclarecedor que para el 70% de esos niños, la televisión, las noticias y las películas fueran fundamentales para que se formaran esas opiniones espantosas. Miguel, de diez años, dice sobre el futuro:
Dejará de haber muchos países por culpa del calentamiento global, porque he oído en Discovery Channel y en canales de ciencia que en tres años el mundo podría inundarse porque hará demasiado calor.
Si estos resultados fueran extensibles a todo el país, tendríamos más de diez millones de niños estadounidenses aterrorizados por el cambio climático.
Como consecuencia de este miedo, hay niños en todo el mundo que están dejando de asistir a la escuela para protestar contra el calentamiento global. ¿Para qué ir a clase si el mundo se va a acabar pronto? Hace poco una alumna danesa de primer curso preguntó muy seria a su profesor: «¿Qué vamos a hacer cuando se acabe el mundo? ¿Dónde vamos a ir? ¿A los tejados?». En internet hay gran cantidad de indicaciones y guías para padres con títulos como Ser padres en un mundo que se precipita hacia la catástrofe y Tener hijos en el fin del mundo . Y así, representando el verdadero pavor que siente su generación, una niña sostiene un cartel en el que se lee «Yo moriré de cambio climático».
Llevo dos décadas participando en el debate mundial sobre políticas contra el cambio climático, desde que escribí El ecologista escéptico .
La reacción política ante la realidad del cambio climático siempre ha sido errada, algo que también vengo señalando desde hace décadas. He defendido y sigo defendiendo que hay formas más inteligentes de afrontar el calentamiento global que el enfoque actual. Pero el discurso que me rodea ha experimentado un cambio radical en los últimos años. La retórica sobre el cambio climático es cada vez más extrema y está menos aferrada a la ciencia real. En los últimos veinte años, los especialistas del clima han ampliado de manera exhaustiva los conocimientos sobre el cambio climático, y cada vez tenemos más datos, y más fiables, que nunca. Pero, al mismo tiempo, el lenguaje de los analistas y los medios de comunicación se ha ido volviendo más irracional.
La ciencia revela que el temor a un apocalipsis climático es infundado. El calentamiento global es real, pero no es el fin del mundo. Es un problema manejable. En cambio, ahora vivimos en un mundo en el que casi la mitad de la población cree que el cambio climático extinguirá a la humanidad. Esto ha alterado profundamente la realidad política. Nos empuja a redoblar unas políticas climáticas deficientes. Nos insta a ignorar cada vez más el resto de desafíos que tenemos por delante, desde las pandemias y la escasez de alimentos hasta las pugnas y conflictos políticos, o a diluirlos todos bajo el estandarte del cambio climático.