• Quejarse

Francisco Javier Cristófol - Territorio cerveza

Aquí puedes leer online Francisco Javier Cristófol - Territorio cerveza texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2022, Editor: Editorial Libros.com, Género: Ordenador. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

No cover

Territorio cerveza: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Territorio cerveza" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

¿Existe una identificación de las marcas de cerveza con su territorio? ¿Son las redes sociales digitales una herramienta útil para esta identificación? En las páginas de Territorio cerveza encontrarás la respuesta a estas preguntas. El autor llega a la conclusión de que las grandes cerveceras utilizan los valores de sus lugares de procedencia para generar mensajes positivos a través de las redes sociales: el cosmopolitismo madrileño para Mahou, el clima mediterráneo para Estrella Damm, la diversión sevillana para Cruzcampo y el carácter aventurero de San Miguel.

Francisco Javier Cristófol: otros libros del autor


¿Quién escribió Territorio cerveza? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Territorio cerveza — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Territorio cerveza " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
Índice Prólogo Una cerveza está bien dos son mu chas y tres son pocas - photo 1
Índice
Prólogo

Una cerveza está bien,
dos son mu chas y
tres son pocas.

Anónimo

El 27 de agosto de 2013 a las tres de la tarde me despedía de un numeroso grupo de recientes amigos que había conocido un par de meses atrás en Vancouver. Me tocaba volver tras un verano de diversión, idiomas y desinhibición a casi nueve mil kilómetros de distancia de mi casa. Aquellos dos meses podrían resumirse mejor aún: clases y ce rveza.

En el vuelo de ida, un viernes 28 de junio, decidí que, después de un relajado Málaga-París, me tocaba disfrutar del largo vuelo que tenía por delante. El avión no era el esperado, nada que ver con estos aviones con espacio individual de entretenimiento, cargadores USB e historias que hacen las horas mucho más cortas; el avión era un terrible cacharro añoso de una aerolínea portuguesa. Me vino bien el cambio: podría haber sido un vuelo solitario y aburrido viendo películas y durmiendo, pero las ganas de cruzar el charco y pasar tiempo alejado de casa, sumadas a las limitaciones del avión, me pud ieron.

Mi inglés, por entonces, era el de un chaval que había aprendido mucha gramática con profesoras que hablaban español pero con poca conversación a las espaldas. Allí me vi, en un vuelo entre París y Toronto buscando una fila vacía de asientos para poder estirar las piernas. Y fui a dar con la cola del avión. De los diez asientos de la fila, los cuatro centrales estaban vacíos, lo que colmaba mis ansias de espacio. Los tres del lateral derecho no recuerdo, pero en la parte izquierda se distinguía una figura que había de convertirse en mi mejor compañía para las horas de vuelo.

El andrajoso avión (en mi memoria es poco menos que un coche soviético con alas) empezó a emitir en una inmensa pantalla común una película que parecía reproducida desde un VHS de los ochenta o noventa, como las que aparecían en los autobuses de aquellas excursiones que rompían la rutina escolar. No hice siquiera el ademán de interesarme por ella. Primer paseo de las aza fatas:

— ¿Un refresco, señor? ¿Cerveza, vino?

— Tomaré una lata de esas que tienen la hoja de arce. Es canadiense , ¿no?

— Por supuesto. Una M olson.

El compañero de fila hizo lo propio. Una cerveza para él también, pero en su caso decidió que fuera una Heineken. Curtido en mil batallas, sabía que la Canadian Molson no iba a acompañarle de la misma forma que una clásica hola ndesa.

Entablé mi primera conversación con aquel hombre. No recuerdo su nombre, pero acabé por saber que era algo así como un supervisor de la compañía de vuelos chárter que había alquilado aquel aparato a la aerolínea que no había recibido un avión a tiempo. Allí empecé a soltarme con el inglés, todo lo bien que pueda fluir una conversación entre un portugués y un es pañol.

Aquel era mi segundo vuelo intercontinental y, la verdad, no recordaba que aquella vez que fui a Nueva York tuviera la facilidad que encontré en este vuelo para pedir cervezas. No sé cuántas bebería, lo que sí sé es que recibí una riña de la azafata: «Recuerde que al tomar tierra el efecto del alcohol se notará más». Bueno, qué le vamos a hacer. Me quedaba otro vuelo de cinco horas entre Toronto y Vancouver, habría tiempo para repo nerse.

Mi primer contacto con la cerveza canadiense fue demasiado insípido; aquella Molson no me supo a nada. Luego ya me comentaron algunos canadienses que era lo normal: en un país tan inmensamente grande (el segundo después de Rusia), Molson era de las pocas que llegaban a todos los lugares y, por eso, tenía que ser una cerveza básica, una lager que, a su manera, pretendía emular en Canadá la figura de la Budweiser en Estados Unidos. Ambas con una graduación en torno al cinco por ciento y con una vocación de marca nacional que se apoya en el deporte como importante instrumento de mark eting .

Aun así, insistí con ella. Tomé varias para intentar hacer el vuelo más llevadero y mi inglés más fluido. Lo conseguí. Llegamos a Toronto y me recuerdo correteando por la terminal de camino a la zona de equipajes para cambiar la maleta de cinta. No se cumplió el pronóstico de la azafata; el efecto de la cerveza se mantuvo en un fluido inglés y nada más. Eso sí, fue subirme en el comodísimo avión de Air Canada y allí que caí como una piedra las cinco horas de vuelo. No me dio tiempo ni a escuchar las instrucciones de seguridad. Ya había recibido suficiente Canadá en el vuelo ant erior.

Aterricé en Vancouver en torno a las ocho de la noche y tomé rápido camino a mi alojamiento. Apenas pasé un día y medio aclimatándome y el 30 de junio contacté con un conocido español que tuvo a bien llevarme a ver el Brasil-España a The Pint. Era la final de la Copa Confederaciones y España perdió 3-0 contra Neymar, pero yo aquel día me empapé de cerveza local. Fue entonces cuando entendí que la cerveza solo se puede entender arraigada en un territorio. Que está muy bien y es necesario que existan marcas internacionales, marcas nacionales, pero lo importante es tener marcas cercanas con las que puedas identificarte. Yo, vancouverita de adopción desde hacía 48 horas, quería ser el más local de todos. ¡Que corra la Granville I sland!

Granville Island es una pequeña península al suroeste del Downtown que, por entonces, era el centro hípster de la ciudad: galerías de arte, un mercado de fruta, verdura y pescado fresco, restaurantes, puerto deportivo y, claro, su cervecera. Volveré a hablar de Granville, porque allí estuve de vuelta seis años después y todo era mejor…

Tocaba conocer un sports bar al estilo de los de las películas, y me emocioné al encontrar nosecuántas cervezas de grifo. Me dejé aconsejar, primero con las Granville Island y, por supuesto, nada de pintas; pitchers para dos, e incluso, avanzado el día, para uno. Fue aquel día cuando conocí la medida de las cosas en aquel país, siendo «las cosas» la cerveza. The Pint se convirtió en un templo en el que descubrir cervezas y aderezos para alitas de pollo.

Mi inglés mejoró, mi forma física también, pero, sobre todo, lo que más mejoró fue mi conocimiento del mundo cervecero. Mi rutina era cuasi monacal: a las seis de la mañana llegaba al gimnasio, nadaba unos cuarenta y cinco minutos, un poco de cardio, ducha, desayuno y a clase. A mediodía, parada para comer y las clases seguían hasta las tres de la tarde. Luego, otro rato de gimnasio y esperar a que a las cinco salieran algunos compañeros para irnos a beber a alguno de los pubs que teníamos a mano: el Malone’s, el Cambie, The Pint o el preferido de los asiáticos, el Shenanigans. Allí pasábamos las horas, entre pintas y pitchers. Rara era la semana, además, en la que no teníamos despedida de algún compañero de clase y, claro, las cosas se celebran entre cer vezas.

Para finales del mes de julio ya tenía todas las marcas nacionales más que trabajadas: la ya citada Canadian Molson, la Kokanee, la Granville en todas sus variantes, una Ale la mar de curiosa que venía de Toronto, la Blue Buck, y, para entonces, me lo jugaba todo a las IPA (Indian Pale Ale). Ya tocaba salir de la ciudad y tomé rumbo a las Montañas Rocosas en una excursión de autobús. Entre paisajes impresionantes y buenos ratos, todavía guardo en casa un vaso de la cervecera Mt. Begbie, por entonces una microcervecería de Revelstoke, un pueblo de no más de ocho mil habitantes. Fue, probablemente, la cerveza que mejor me supo en todo aquel v erano.

Según avanzaba aquel cervecero verano, mi mundo se ampliaba. Visité la fábrica de Granville Island y probé algunas de sus rarezas, como la Ginja Ninja, una cerveza con jengibre de tono claro y un amarillo proveniente del jengibre; también probé la Robson Street Hefeweizen, de la que recuerdo la espuma potente y, qué cosas, un sabor a plátano y naranja. Obviamente, estando en Canadá tenía que tirarme a la aventura: la Kitsilano Maple Cream Ale, una cerveza con sirope de arce, producto tradicional canadiense. Como el sirope, infumable, pastosa y excesivamente dulce. No todo lo que vincula a una marca con su territorio es necesariamente bueno y el caso de la cerveza con sirope de arce es el mejor eje mplo.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Territorio cerveza»

Mira libros similares a Territorio cerveza. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «Territorio cerveza»

Discusión, reseñas del libro Territorio cerveza y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.