A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. EDITORIAL DE VECCHI, S. A. U.
© Editorial De Vecchi, S. A. 2016
El Código Penal vigente dispone: «Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses quien, con ánimo de lucro y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios. La misma pena se impondrá a quien intencionadamente importe, exporte o almacene ejemplares de dichas obras o producciones o ejecuciones sin la referida autorización». (Artículo 270)
PRÓLOGO
Este libro ha sido pensado para ilustrar algunos modelos de estrategia de comunicación.
Su contenido se ha confeccionado con una voluntad de sencillez, a fin de que el lector tenga en sus manos un instrumento práctico e inmediato sobre las técnicas que se proponen.
Un argumento como la comunicación toca necesariamente una temática muy compleja y, por ello, para ser fieles al planteamiento del manual, se ha elegido una zona restringida de observación y análisis, concentrada en un área muy delimitada y definida de la materia general.
El presente trabajo, que parte de la teoría clásica de la comunicación y de las nuevas propuestas de Paul Watzlawick, pone el acento en la importancia del poder sugestivo de la palabra y se detiene en la reflexión de la capacidad que esta tiene para influir en las estructuras mentales de nuestros interlocutores.
Más adelante nos centramos en la discusión sobre las dinámicas de la persuasión, a fin de examinar los caminos que llevan a conseguir el consenso en las relaciones interpersonales o de trabajo.
El análisis de las necesidades y de los valores que están en la base de los mecanismos que dirigen nuestras opciones y comportamientos ha sido considerado como una de las etapas que deben estudiarse en un proyecto sobre el proceso de persuasión.
El estudio de los mecanismos que influyen en la comunicación individual se ha desarrollado también en una perspectiva más amplia: la de la comunicación con un grupo de personas.
Todas las dinámicas que se refieren a los procesos de la mente y, en general, de la psique humana, son todavía, en el fondo, un territorio que no está completamente explorado ni conocido y, por ello, sería una perspectiva equivocada pretender llegar a los secretos del espíritu humano a través de las páginas de este libro. De todas formas, todo cuanto acabamos de exponer es ya suficiente para que nazcan importantes reflexiones que nos permitan ir hacia los otros, en medio de los avatares de la vida cotidiana, con un nuevo espíritu y una nueva forma de ver las relaciones entre las personas.
La actitud psicológica de no dar nunca nada por supuesto es el punto de partida para descubrir aspectos de nuestros interlocutores que, frecuentemente, quizá no hemos visto jamás, a pesar de estar ante nuestros ojos. Además, es todavía más importante, sea cual fuere nuestra edad, darse cuenta y apreciar todo lo que de válido y bueno existe en la historia personal de los otros, para confrontarlo con nuestra propia realidad y reelaborarlo desde nuestra particular experiencia.
A fin de utilizar de la mejor manera posible el manual que está en sus manos, le invitamos a leerlo con la actitud mental de quien está dispuesto a hacer una serena y tranquila confrontación consigo mismo y con los otros, asumiendo la rica filosofía del antiguo dicho paratus semper doceri: debes estar siempre preparado para aprender algo nuevo.
EL VALOR SUGERENTE DE LA PALABRA
Según la teoría clásica, se entiende por comunicación el hecho de transmitir una información o un mensaje desde una fuente emisora a otra receptora.
El proceso de comunicación, según esta teoría, supone:
— un emisor: una fuente que envía el mensaje;
— un receptor: un destino que recibe el mensaje;
— un medio: palabras, imágenes, sonidos, etc.;
— un código: el significado del mensaje;
— el proceso de descodificación: la interpretación del mensaje, es decir, lo que se quiere transmitir.
Una buena comunicación presupone la capacidad de expresarse de un modo claro, comprensible y, en la medida de lo posible, con claridad de lenguaje.
Paul Watzlawick, investigador del Mental Research Institute de Palo Alto, California, ha introducido una nueva variable en el proceso de la comunicación: la recíproca influencia.
Según esta nueva perspectiva, la comunicación es un proceso de intercambio de informaciones y de mutua influencia.
En el acto de la comunicación tiene su importancia, además del contenido (lo que se dice), la forma, es decir, el cómo se dice.
Pensemos, por ejemplo, en la obra teatral Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello. Esta pieza, puesta en escena por una compañía determinada, apasiona, interesa, estimula la reflexión y agrada; representada, sin embargo, por otra compañía aburre, desilusiona e, incluso, puede llegar a irritar.
Sin embargo, el texto y las escenas son los mismos.
El mismo ejemplo nos sirve si pensamos en los chistes. El mismo chascarrillo contado por distintas personas puede hacer reír, divertir o dejar indiferentes o, incluso, crear situaciones molestas. Si en la comunicación lo único importante fuese el contenido, «lo que se dice», no se daría esta pluralidad de situaciones. Sin embargo, se dan. Y se dan porque en el proceso de comunicación tiene una gran importancia también el «cómo se dice».
Un presupuesto fundamental de la comunicación, según Watzlawick, es que no se puede no comunicar.
Tanto las palabras como el silencio tienen valor de mensaje. Si queremos iniciar una relación con una persona y le dirigimos la palabra, dicha persona podría no respondernos o, incluso, ni siquiera dignarse a mirarnos. Tal persona nos está «comunicando» con esta actitud que no quiere entrar en relación con nosotros. El silencio, en este caso, tiene un valor de mensaje tan fuerte como la palabra. Dejemos por ahora la teoría de Watzlawick para considerar el concepto que da título a este capítulo: «el valor sugerente de la palabra».
Si la comunicación es un intercambio de informaciones con una influencia recíproca, es por tanto fundamental ser conscientes del poder que posee la palabra. «Lo que se expresa impresiona».
En el momento mismo en que pronunciamos una palabra, creamos en nuestra mente y en la de nuestros interlocutores la imagen semántica del contenido de la palabra.
Imaginemos, por ejemplo, que un directivo dice a uno de sus colaboradores: «Señor García, le he mandado llamar porque la situación de su departamento no va como debiera. Los objetivos que nos hemos propuesto todavía no se han alcanzado».