Prefacio
¡Mantenerse sano es la mitad de la batalla!
Por exagerada que suene, la expresión no es por repetida menos cierta: una infección grave con fiebre puede fácilmente convertirse en dos o tres semanas de reposo en cama.
El coste acumulado de los medicamentos puede volverse una carga para la economía familiar, cuando además los ingresos disminuyen repentinamente. Y esto no es nada comparado con el coste mental y emocional cuando se trata de niños.
Como es natural, los llantos y quejidos de los pequeños hacen que sus padres se preocupen mucho más, poniendo en alerta a toda la familia.
Por eso es importante que hasta los más pequeños conozcan las normas básicas de higiene.
Miguel y los coronavirus
Miguel está enfermo de nuevo.
Está resfriado. Tiene que quedarse en cama todo el día y tomar su medicina.
“¡Mamá, me duele la cabeza y la garganta me arde!”
“No te preocupes, verás como pronto te pones mejor,” dice cariñosamente su madre. “Te traeré otra infusión con miel. Tú solo quédate tranquilo en la cama.”
“Pero ¡yo quiero salir a jugar a los piratas con mis amigos!”
Salir a jugar está descartado. Miguel tiene que quedarse bien tapado en la cama, descansando todo lo posible durante cinco días más. Sus padres le toman la temperatura, se aseguran de que beba mucho líquido y coma frutas y verduras. Él tiene a su perro, un terrier llamado Tomás, que le hace compañía. Los amigos de Miguel no van a poder venir a visitarlo, para así evitar contagiarse.
“¿Cómo es que mis amigos pueden enfermar si vienen a verme, si a Tomás no le pasa nada?”
“Es el virus,” responde su madre.
“¿Dónde está el virus?”
“Está en tu cuerpo. Mira: los virus son como animales pequeñitos, tan pequeños que no se pueden ver a simple vista, mucho más pequeños que una hormiga, incluso más pequeños que una mota de polvo. Esos virus no tienen una casa. Son demasiado pequeños para construirse una y andan constantemente buscando un lugar donde quedarse.”
“¿Y no pueden comprar una?”
“No,” responde su madre entre risas, “Eso es imposible, además, los virus no pueden ni andar, ni volar ni reptar. Solo saben quedarse en casa y comer. Y aquí está la clave: Como no tienen casa, ¡los virus viven dentro de las personas! ¡Sí, dentro de tí! Entran en tu cuerpo por la nariz, los ojos o la boca, como la arena de la playa. Una vez que entran, se multiplican y se comen toda tu energía. Es por eso que estás tan cansado y debes comer mucha fruta.”
“¿Y no se pueden echar?” pregunta Miguel inquieto, mordiéndose las uñas. “Tu cuerpo ya lo hace él solo, gracias a otros pequeños seres dentro de tí. Ellos luchan como piratas defendiendo el barco hasta acabar con todos los virus.
Luchan en tu cuerpo día y noche. Luego, cuando tus anticuerpos ganen la batalla, estarás bien de nuevo.”
"¿Y qué pasa con Tomás?”
Él es un perro. No todos los virus pueden vivir en cualquier cuerpo. Hay unos virus para humanos, y otros para perros.
¡Ahora a descansar! Pronto te sentirás mejor.”
Y tal y como dijo su madre, la semana siguiente Miguel se siente mucho mejor. Su hermana mayor, Lola, está completamente curada. En poco tiempo Miguel se encuentra lo suficientemente bien para ir a la escuela. ¡Hay tantas cosas divertidas que hacer en la escuela! Miguel y sus amigos corretean de un lado a otro y le gastan bromas al profesor. Y lo mejor de todo es la batalla de bolas de nieve.
La nieve reciente es perfecta para hacer bolas - ¡no hay mejor juego en invierno!
Un día llegan noticias a través de internet de que un nuevo tipo de virus se está extendiendo por todo el mundo a toda velocidad. Las escuelas cierran como precaución, y en la calle hay cada vez más y más gente con mascarillas que les cubren la boca y la nariz.
La familia y amigos de Miguel empiezan a tomar precauciones. Ya no puede visitar a sus amigos, y sus padres le recuerdan lo mal que se sintió cuando estaba resfriado. No quiere volver a pasar por lo mismo. Mientras desayuna un chocolate con leche, Miguel pregunta con curiosidad:
“Mamá, ¿Qué puedo hacer para no enfermar? ¿Cómo puedo evitar que esos virus malos entren a vivir dentro de mí?”
“Lo más importante es tener las manos limpias. Por ahora, es mejor no darse la mano cuando te encuentres con alguien.
Si estornudas o toses, ponte siempre un pañuelo en la boca y tíralo tan pronto como sea posible. Si no tienes uno, cúbrete la boca con el codo al estornudar. No te olvides de lavarte las manos regularmente, especialmente cuando llegues a casa. Y lávalas concienzudamente con agua y jabón: frótate bien entre los dedos, los pulgares, las muñecas, el dorso y las yemas de los dedos.”
“¿Por qué?”
“Los virus se te pegan a las manos, o a cualquier otro objeto.
Si alguien estornuda o tose, los virus salen disparados en pequeñas gotitas, y pueden ir a parar a una persona o una cosa. Son como cientos de pequeños paracaidistas.”
"My amiga María está enferma.”
“¡Pobrecita! Va a tener que quedarse en casa”
“Sí, es verdad. Ayer llevaba una de esas máscaras puesta. ¿Por qué?”
“María es muy lista. La mascarilla evita que los virus se escapen cuando estornuda, tose o habla. Así es como ella te protege a tí y a todos sus amigos.”
Aparte de eso, la madre de Miguel sabe otros muchos trucos para mantener a los virus a raya.
Por desgracia, más y más personas siguen enfermando. Toda la ciudad empieza a acumular comida, tan rápidamente que los supermercados se quedan medio vacíos. La calles están desiertas, porque ahora nadie se atreve a salir.
“Una situación así es una excepción,” le consuela su madre, "No ocurre a menudo. Es por el virus."
Después de que pase un tiempo, al fin, las cosas empiezan a ir mejor. Hay menos personas enfermas y las noticias informan de que la situación está bajo control. Cada vez más niños vuelven a jugar en los parques, y las escuelas vuelven por fin a abrir.
¡Cómo se alegra Miguel de poder volver a jugar con María!
Ella está curada y esta vez, gracias a que Miguel tuvo cuidado de seguir el consejo de su madre, no se puso enfermo en absoluto.
(Fin)
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