Müller, Mónica
Pandemia : Virus y miedo / Mónica Müller. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Paidós, 2020.
Libro digital, EPUB
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ISBN 978-950-12-9931-1
1. Investigación Periodística. 2. Pandemias. I. Título.
CDD 070.4495
© 2010, 2020, Mónica Müller
Anteriormente publicado como Pandemia
Infografías: Marcelo Regalado
Diseño de cubierta: Departamento de Arte de Grupo Editorial Planeta S.A.I.C.
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Primera edición en formato digital: abril de 2020
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ISBN edición digital (ePub): 978-950-12-9931-1
INTRODUCCIÓN 2020: UN NUEVO ESCENARIO
Mientras trato de escribir este texto introductorio a la reedición de Pandemia recibo cada día quince llamados telefónicos, mails y mensajes de Whatsapp de pacientes y parientes para consultarme sobre diversos síntomas. Pocos expresan directamente su temor a estar infectados por el nuevo virus, pero la mayoría desliza información inquietante para sugerir sin nombrarlo el diagnóstico que más temen en estas últimas semanas: coronavirus.
Estamos en Buenos Aires, a punto de entrar en el otoño con treinta grados de temperatura y hace nueve días se ha detectado en la capital el primer caso de infección por Covid-19: un hombre recién llegado de un viaje por Italia y España. En pocas horas los casos positivos en todo el país, hasta hoy todos importados, () se han multiplicado hasta llegar a veintiuno, de los cuales uno ha sido fatal. La línea telefónica 107 del Ministerio de Salud porteño, que atiende consultas sobre este tema, recibe más de dos mil llamados diarios. Todos temen haberse contagiado el virus y es esperable que durante los próximos meses casi todos lo hagamos porque no tenemos inmunidad contra él.
Mientras esto ocurre hay 1200 enfermos de dengue en quince jurisdicciones de la Argentina, 680 de ellos sin antecedentes de haber viajado a zonas donde el virus es endémico, lo que significa que se han contagiado de otras personas dentro del país. Tres de ellos han fallecido en estas últimas semanas. Se calcula que por cada caso confirmado hay tres o cuatro personas que también están contaminadas pero no lo saben porque sus síntomas son leves. Esos casos fantasmas multiplican geométricamente la posibilidad de nuevos contagios. Es interesante comparar esta realidad con la del año 2009 que se describe en el capítulo 12 de este libro.
También estamos cursando un brote de sarampión, una de las enfermedades infecciosas que los colonizadores europeos trajeron a América, y que aniquiló poblaciones enteras al entrar en contacto con su sistema inmunitario virgen. Desde el año 2000 no se habían registrado en la Argentina casos autóctonos, y hoy ya son 156 los confirmados en la Capital y cuatro regiones de la provincia de Buenos Aires. Cuatro años de inmunizaciones deficientes favorecieron sin duda la expansión de la enfermedad. Es probable que las rápidas medidas preventivas que tomó el Ministerio de Salud en enero de 2020 no basten para abortar el brote en el corto plazo, porque los contagios siguen en aumento en todo el mundo y la intensa y continua comunicación por vía aérea entre países torna utópico el control de la expansión del virus por todo el continente americano.
Cuando entregué el primer original de Pandemia a la imprenta, el sarampión era una anécdota del pasado y el dengue no generaba preocupación entre los argentinos. Sólo los médicos especialistas manifestaban su alarma en los congresos de infectología y advertían sobre una próxima multiplicación de los casos. Diez años más tarde ambos virus están presentes, activos y amenazantes como si la ciencia no hubiera avanzado ni un paso. A pesar de esos datos que es imposible desconocer porque los medios informan sobre ellos sin pausa, el temor entre algunos argentinos no está enfocado en el dengue ni en el sarampión sino en el nuevo virus Covid-19, que por el momento tiene una letalidad de entre el 2 y el 6 por ciento, según la edad del paciente. Habrá que esperar muchos meses más, la epidemia tendrá que llegar a su pico y las autopsias y los estudios de laboratorio tendrán que ser procesados y estadificados para poder conocer la tasa de mortalidad con mayor precisión. Eso es lo que ocurrió con el virus A (H1N1), más tarde denominado A H1N1/09 Pandémico por la OMS, que fue el objeto de este libro. El 20 de diciembre de 2009 la Organización Mundial de la Salud (OMS) informaba que había provocado entre 12.220 y 13.000 casos fatales y ocho meses más tarde actualizó la cifra a 18.631. Hoy se calcula que los fallecimientos fueron no menos de 203.000 y probablemente hasta 575.000. Esto indica que nada de lo que se diga sobre las epidemias virales que cíclicamente nos visitan debe tomarse como una verdad duradera. Lo único cierto sobre los virus es que son eternos, inevitables e impredecibles y que la ciencia nunca corre por delante de ellos. A su existencia se le podría aplicar con justicia las palabras de Gilles Deleuze: “El secreto del eterno retorno consiste en que no expresa de ninguna manera un orden que se oponga al caos y que lo someta. Por el contrario, no es otra cosa que el caos, la potencia de afirmar el caos”.
Los datos definitivos sólo se tendrán cuando la epidemia se haya extinguido, y aún en ese momento la información no será ciento por ciento confiable, porque por las características de la enfermedad, siempre hay un subregistro de magnitud desconocida. Ante los primeros casos se implementa un rápido sistema de escaneo para poder evaluar el poder invasivo y destructivo del germen, pero una vez superada cierta cantidad de contagios se hace imposible registrarlos a todos y se los contabiliza como positivos según los síntomas.
En los colectivos, los trenes y los subtes porteños atiborrados de personas se ven ceños fruncidos, expresiones de preocupación, manos que estrujan con ansiedad pañuelitos húmedos con antisépticos o se frotan con alcohol en gel, un insumo valioso y escaso en estos días. Todos siguen con temor la trayectoria y las andanzas del nuevo germen. Su aparición en un marzo caluroso sorprendió a muchos, incluso a médicos que lo esperaban recién en el invierno, confiados en que tendría el mismo comportamiento que los de la gripe estacional. Sin embargo, lo mismo había sucedido en 2009: el primer caso de gripe A (H1N1) también se registró en abril, recién empezado el otoño, como se relata en el capítulo 8, titulado “Diario de la gripe”.
Curiosamente, en la calle y en los medios de transporte no se ven personas usando barbijos como en otras ciudades. Es evidente que la información clara y consistente del Ministerio de Salud contraindicando su uso ha sido recibida y registrada. También es muy probable que la gran mayoría sea consciente de que el riesgo inmediato no es el nuevo Covid-19 sino el antiguo virus DEN del dengue, perteneciente a la tribu Flaviviridae y hermano del temible virus de la fiebre amarilla. Como siempre ocurre, la palabra “pandemia” genera reacciones desproporcionadas en los individuos inclinados a la ansiedad. Cuando les explico que las únicas medidas de prevención eficaz contra el nuevo coronavirus son evitar los lugares cerrados y concurridos, ventilar los ambientes y extremar la higiene de las manos y los objetos, percibo que mis palabras no bastan para enfriar su angustia. Sé que muchos quisieran envolverse en nylon, tomar vitaminas, bañarse en desinfectantes, irse a vivir a una isla desierta o usar escafandras para salir a la calle, pero a la vez saben que ninguna de esas medidas sería útil para no enfermarse ni para calmar su miedo.