CAPITALISMO, CORONAVIRUS Y GUERRA
Una economía geopolítica
Radhika Desai (2023)
Routledge
PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS
El capitalismo se encuentra en un avanzado estado de decadencia. En ninguna parte es esto más obvio que en los dos países que han desempeñado un papel principal en darle su actual forma neoliberal financiarizada, y donde esa forma -la única que puede adoptar si el capitalismo ha de sobrevivir- está más desarrollada, Estados Unidos y el Reino Unido. Este libro examina el ceniciento espectro de esa decadencia refractado a través de los prismas de la pandemia desencadenada por el novedoso coronavirus y las actuales agresiones internacionales lideradas por Estados Unidos, incluyendo la Nueva Guerra Fría contra China y la guerra por poderes contra Rusia a causa de Ucrania, las dos últimas de las muchas crisis a las que, en su estado de decadencia, el capitalismo tiene garantizada una propensión cada vez mayor.
La decadencia forma dos contrastes fascinantes: con el vigor de la China socialista y con el fracaso de la izquierda en las patrias del capitalismo a la hora de abandonar su proclividad secular a imaginar que el capitalismo es capaz de un avance productivo incesante, a pesar de décadas de decadencia manifiesta del capitalismo. Este libro sitúa los dos contrastes en un único marco, una tarea necesaria si la izquierda de los principales países capitalistas quiere desempeñar su papel para ayudar a la humanidad a liberarse de las garras mortales del capitalismo y avanzar hacia formas más sanas de organizar la sociedad, combinando las libertades individuales con la solidaridad entre las personas y los pueblos y la supervivencia de su hogar planetario.
Estos argumentos se apoyan en dos fundamentos distintos. El primero es una evolución intelectual que ha durado décadas. Implicó una investigación cada vez más profunda y amplia del pensamiento marxista, sus posibilidades analíticas para la comprensión de la economía, la sociedad, la política y la cultura históricas, y su establecimiento y fuertes conexiones con la historia intelectual que le precedió y le sucedió. Tal vez la línea principal de esa evolución fue la absorción, seguida de la crítica, del marxismo occidental, la forma en la que me encontré por primera vez con el marxismo como estudiante de posgrado a mediados de la década de 1980 en Canadá. La crítica se desarrolló a lo largo de las décadas en diversos escritos sobre el Reino Unido, la India y Estados Unidos, sobre Keynes y el marxismo occidental.
Polanyi así como Marx y la tradición marxista, sobre la comprensión de Marx del capitalismo como una producción de valor contradictoria y la incapacidad de la "economía marxista" para comprender la contradicción o el valor, sobre la economía política y geopolítica del capitalismo así como su política y cultura, sobre la financiarización y su conexión con la creditocracia del dólar, sobre el nacionalismo y el imperialismo. El punto de vista de esta crítica fue, en formas perceptibles para mí sólo en retrospectiva, mi formación intelectual temprana en la India en un momento en que la idea de su desarrollo socialista, cuyas conexiones distintivas con Oriente, es decir, comunista, las tradiciones del marxismo que absorbí sólo indirectamente, estaba todavía viva. Muchos enigmas de la estructura más bien singular del libro y de su argumento se desentrañarán con esta clave.
Una estación importante en esta evolución fue mi libro de 2013, Geopolitical Economy: After US Hegemony, Globalization and Empire. En ese libro, impugné las concepciones cosmopolitas del capitalismo que lo suponen capaz de un avance productivo prometeico y de una expansión mundial sin fisuras, argumentando en cambio que las contradicciones del capitalismo habían conducido a una evolución muy diferente. En el plano internacional, pusieron en marcha el proceso de desarrollo desigual y combinado, la lucha entre los países capitalistas dominantes, imperialistas, por mantener la desigualdad del desarrollo del capitalismo -la complementariedad entre su propia producción de alto valor y la producción de bajo valor de los países subordinados- y sus objetivos potenciales o reales rechazando, si pueden, esa subordinación y buscando, mediante un "desarrollo combinado" dirigido por el Estado y proteccionista o mercantilista, la similitud de las capacidades productivas. Ya sea en formas capitalistas o, a partir de 1917, socialistas, ese "desarrollo combinado", y no la expansión de los mercados o el imperialismo, ha extendido la capacidad productiva por todo el mundo, conduciendo a una multipolaridad cada vez mayor. Una década de mayor decadencia capitalista con austeridad y desorden político a nivel nacional y el desafío de la China socialista a nivel internacional ya me habían llevado a esperar una crisis mayor -por ejemplo, comencé una charla pública que di en febrero de 2020 sobre "¿Tiene futuro el capitalismo?" diciendo "la respuesta corta es no"- cuando la pandemia la desencadenó.
Desde el principio, mi atención, al menos desde Economía Geopolítica, al desorden interno y al declive internacional de los principales países capitalistas me dejó muy claro que la cuestión principal no era la pandemia, sino el capitalismo. Que los fenómenos meteorológicos adversos provoquen hambrunas es una cuestión de organización social: las sociedades bien organizadas invierten en sistemas de almacenamiento y distribución de alimentos para garantizar que los inevitables déficits de producción de alimentos relacionados con el clima provoquen, en el peor de los casos, dificultades, pero no hambre y muerte generalizadas. Del mismo modo, una pandemia sólo conduce al desorden económico y político y al declive internacional si los acuerdos sociales ya están considerablemente debilitados. Esto ya lo tenía claro cuando escribí "The Unexpected Reckoning: Coronavirus and Capitalism", el primero de mis escritos sobre el tema, el fin de semana después de que la Organización Mundial de la Salud declarara el nuevo coronavirus pandemia mundial. Nada me parecía más claro que la pandemia iba a sacudir los cimientos del ya debilitado capitalismo neoliberal financiarizado, acelerando su desorden interno y su declive internacional. En medio del estruendo del desplome de los mercados de activos y el estruendo del cierre de empresas y organizaciones,
Estaba claro que, cualesquiera que fuesen los orígenes, las vías y la letalidad del virus ahora denominado COVID-19, iba a poner a prueba al capitalismo occidental y sus mecanismos para hacerle frente. Casi con toda seguridad, iban a resultar insuficientes. Después de todo, los problemas y desequilibrios se han acumulado en el sistema capitalista occidental durante cuatro décadas, esencialmente desde que tomó el camino neoliberal para salir de la crisis de la década de 1970 y siguió por él, sin prestar atención a las crisis y los problemas a los que condujo.
En segundo lugar, este libro y sus argumentos se basan en la intensa atención que presté a los acontecimientos, nacionales e internacionales, cuando comenzó la pandemia. Esta atención adoptó al menos cuatro formas importantes. En primer lugar, durante los últimos dos años y más, he estado muy atento a los principales medios de comunicación, así como a la abundante información alternativa y a las fuentes de los medios de comunicación que están disponibles hoy en día en Occidente e internacionalmente, en un esfuerzo por comprender el ritmo y el patrón de la crisis en desarrollo.
En segundo lugar, a partir de "The Unexpected Reckoning", mantuve un flujo constante de periodismo, comentarios escritos y orales, en muchos medios, entre otros, Canadian Dimension, China Global Television Network, Sputnik, RT y The Real News Network. En estos medios, seguí el desarrollo nacional de la pandemia, en particular en Estados Unidos y el Reino Unido, con sus fracasos en materia de salud pública, sus descalabros financieros calmados por océanos de liquidez de los bancos centrales que no hicieron sino reactivar los mercados de activos en la precipitada subida que ahora divergía aún más irremediablemente de las economías en caída libre, y la profundización de las crisis económicas y políticas. También seguí los acontecimientos internacionales, en particular la Nueva Guerra Fría contra China declarada por la administración Trump a mediados de 2020 y perseguida por la administración Biden con igual o mayor celo, incluida la retirada -en un espectáculo ignominioso de incompetencia militar, política y de inteligencia- de Afganistán para concentrar los recursos en China y luego apuntar a Rusia a partir del otoño de 2021.
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