Para esta edición se tomó el texto publicado por Ediciones Boloña , 2008.
Título original: Biografía de un Cimarrón
Edición: Bertha Hernández López
Dirección artística y diseño: Alfredo Montoto Sánchez
Foto de cubierta: Adriana Toural Romero
Marcaje tipográfico: Belinda Delgado Díaz
Diagramación: Yuliett Marín Vidiaux
Conversión a ebook y corrección: A. Molina
© Miguel Barnet, 2012
© Sobre la presente edición:
Editorial Letras Cubanas, 2015
ISBN- 978-959-7250-67-0
Ediciones Cubanas, Artex
5ta. Ave, esq. a 94, Miramar, Playa, Cuba.
E-mail:
Teléf. (53) 7204-5492, 7204-3585, 7204-4132
Introducción
A mediados de 1963 apareció en la prensa una página dedicada a varios ancianos, mujeres y hombres, que sobrepasaban los cien años. Página que contenía una serie de entrevistas orientadas hacia temas insustanciales, anecdóticos. Dos de los entrevistados nos llamaron la atención. Uno era una mujer de cien años; el otro, un hombre de ciento cuatro. La mujer había sido esclava. Era, además, santera y espiritista. El hombre, aunque no se refería directamente a tópicos religiosos, reflejaba en sus palabras una inclinación a las supersticiones y a las creencias populares. Su vida era interesante. Contaba aspectos de la esclavitud y de la Guerra de Independencia. Pero lo que más nos impresionó fue su declaración de haber sido esclavo fugitivo, cimarrón, en los montes de la provincia de Las Villas.
Olvidamos a la anciana y a los pocos días nos dirigimos al Hogar del Veterano, donde estaba albergado Esteban Montejo. Hallamos un hombre muy serio, sano y de cabello completamente blanco. Le conversamos largamente en aquella primera ocasión.
Como nuestro interés primordial radicaba en aspectos generales de las religiones de origen africano que se conservan en Cuba, tratamos al principio de indagar sobre ciertas particularidades. No fue difícil lograr un diálogo vivo, utilizando, desde luego, los recursos habituales de la investigación etnológica. Al principio nos habló de sus problemas personales: pensión, mujeres, salud. Procuramos resolver algunos de estos. Le hicimos obsequios sencillos: tabacos, distintivos, fotografías, etc. Nos contaba de una manera deshilvanada, y sin orden cronológico, momentos importantes de su vida. El tema religioso no afloraba fácilmente. De este aspecto solo más tarde recogimos datos sobre ritos, dioses, adivinación y otros pormenores. Después de haber conversado alrededor de seis veces con él –nuestras entrevistas duraban hasta cinco horas– fuimos ampliando la temática con preguntas sobre la esclavitud, la vida en los barracones y la vida en el monte, de cimarrón.
Una vez obtenido el panorama de su vida, decidimos contemplar los aspectos más sobresalientes, cuya riqueza nos hizo pensar en la posibilidad de confeccionar un libro donde fueran apareciendo en el orden cronológico en que ocurrieron en la vida del informante. Preferimos que el libro fuese un relato en primera persona, de manera que no perdiera su espontaneidad, pudiendo así insertar vocablos y giros idiomáticos propios del habla de Esteban.
Con este fin formulamos un esquema que nos permitiera dividir las etapas que íbamos a abarcar en el trabajo. Una vez realizado este esquema comenzamos a desarrollar las preguntas. Como los temas surgían de las propias preguntas, no nos resultó difícil mantener la secuencia de los diálogos. Al principio Esteban se mostró algo arisco. Más tarde, al identificarse con nosotros, se percató del interés del trabajo, y con su colaboración personal, pudimos lograr un ritmo de conversación normal, sin las anteriores interrupciones banales.
Con frecuencia, una palabra, una idea, despertaban en Esteban recuerdos que a veces lo alejaban del tema. Estas digresiones resultaron muy valiosas porque traían a la conversación elementos que quizás no hubiéramos descubierto.
Podemos decir que, aunque elaboramos las preguntas básicas con la consulta de algunos libros y cuestionarios etnológicos, fue en la práctica como surgieron las más directamente vinculadas a la vida del informante.
Nos preocupaban problemas específicos como el ambiente social de los barracones y la vida de cimarrón.
En Cuba son escasos los documentos que reconstruyan estos aspectos de la vida en la esclavitud. De ahí que más que una descripción detallada de la arquitectura de los barracones, nos llamara la atención la vida social dentro de estas viviendas-cárceles. También quisimos describir los recursos empleados por el informante para subsistir en medio de la más absoluta soledad de los montes, las técnicas para obtener fuego, para cazar, etc. Así como su relación anímica con los elementos de la naturaleza, plantas y animales, especialmente las aves.
A las pocas semanas de continuados encuentros, Esteban comenzó a demostrar una afabilidad poco usual entre las personas de su edad. Hablaba con fluidez y él mismo en muchos casos escogía el tema que consideraba de más importancia. No pocas veces coincidimos. En una ocasión nos señaló, sorprendido, nuestra omisión al no preguntarle sobre los chinos en Sagua la Grande.
Miraba insistentemente hacia nuestra libreta de apuntes y casi nos obligaba a recoger todo lo que decía. En una entrevista con el capitán Antonio Núñez Jiménez surgió un tema que nosotros no habíamos abordado: la vida en las cuevas. Esteban informó a su interlocutor, experto espeleólogo, todos los medios de que se valió para subsistir en una de ellas.
Muchas de nuestras sesiones fueron grabadas en cintas magnetofónicas. Esto nos permitió familiarizarnos más con formas de lenguaje, giros, sintaxis, arcaísmos y modismos de su habla. La necesidad de verificar datos, fechas, u otros pormenores, nos llevó a sostener conversaciones con veteranos más o menos coetáneos con él. Sin embargo, ninguno de ellos era de tan avanzada edad como para haber vivido etapas o hechos de los relatados por Esteban.
Acudimos a libros de consulta, a biografías de los municipios de Cienfuegos y de Remedios, y revisamos toda la época con el propósito de no caer en imprecisiones históricas al hacer nuestras preguntas. Aunque, por supuesto, nuestro trabajo no es histórico. La historia aparece porque es la vida de un hombre que pasa por ella.
En todo el relato se podrá apreciar que hemos tenido que parafrasear mucho de lo que él nos contaba. De haber copiado fielmente los giros de su lenguaje, el libro se habría hecho difícil de comprender y en exceso reiterante. Sin embargo, fuimos cuidadosos en extremo al conservar la sintaxis cuando no se repetía en cada página.
Sabemos que poner a hablar a un informante es, en cierta medida, hacer literatura. Pero no intentamos nosotros crear un documento literario, una novela.
Encuadramos nuestro relato en una época fijada. De esta época no pretendimos reconstruir sus detalles mínimos con fidelidad en cuanto a tiempo o espacio. Preferimos conocer técnicas de cultivo, ceremonias, fiestas, comidas, bebidas; aunque nuestro informante no pudiera aclarar con exactitud los años en que se relacionó con ellas. Algunos temas, los que creímos más importantes: los acontecimientos de la Guerra de Independencia, la batalla de Cienfuegos contra los norteamericanos y otros, los hemos corroborado y acompañamos notas ilustrativas. La vida en el monte queda en el recuerdo como una época muy remota y confusa.
Indudablemente muchos de sus argumentos no son rigurosamente fieles a los hechos. De cada situación él nos ofrece su versión personal. Cómo él ha visto las cosas. Nos da una imagen de la vida en los barracones, de la vida en el monte, de la guerra, que es la imagen suya. En esta, por ejemplo, narra la batalla de Mal Tiempo, contando anecdóticamente lo que vivió de ella. Su visión es subjetiva en la apreciación de figuras tan destacadas como Máximo Gómez, a quien analiza desde un punto de vista muy personal. Análisis que nos interesa porque más que la vida de Máximo Gómez, de quien todos sabemos algo, refleja la manera de nuestro informante de acercarse a las cosas, de tratar a los hombres, su actitud de grupo, parcial a su raza.
Página siguiente