BILLY
GRAHAM
Casi en Casa
REFLEXIONES SOBRE LA VIDA,
LA FE Y EL FIN DE LA CARRERA
© 2011 por Grupo Nelson®
Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América. Grupo Nelson, Inc. es una subsidiaria que pertenece completamente a Thomas Nelson, Inc. Grupo Nelson es una marca registrada de Thomas Nelson, Inc. www.gruponelson.com
Título en inglés: Nearing Home
© 2011 por William F. Graham, Jr.
Publicado por Thomas Nelson, Inc.
Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser reproducida, almacenada en algún sistema de recuperación, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio—mecánicos, fotocopias, grabación u otro—excepto por citas breves en revistas impresas, sin la autorización previa por escrito de la editorial.
A menos que se indique lo contrario, todos los textos bíblicos han sido tomados de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960 © 1960 por Sociedades Bíblicas en América Latina, © renovado 1988 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usados con permiso. Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada solamente bajo licencia.
Citas bíblicas marcadas “NVI” son de la Nueva Versión Internacional®NVI® © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional. Usada con permiso.
Citas bíblicas marcadas “DHH” son de La Biblia Dios Habla Hoy, 3era. Edición®, © 1996 por la Sociedad Bíblica Internacional. Usada con permiso.
Citas bíblicas marcadas “PDT” son de la Palabra de Dios para Todos © 2005 por el Centro Mundial de Traducción de la Biblia.
Editora General: Graciela Lelli
Traducción: Miguel A. Mesías
Adaptación del diseño al español: Grupo Nivel Uno, Inc.
ISBN: 978-1-60255-701-7
Impreso en Estados Unidos de América
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CONTENIDO
A gradezco profundamente a todos los que me han animado a escribir este libro, especialmente a mi hijo Franklin y a mis editores de Thomas Nelson, David Moberg y Matt Baugher. Mi asociado por mucho tiempo, el doctor John N. Akers, trabajó conmigo para preparar el manuscrito para la publicación; sin su ayuda no se habría terminado. Agradezco también las contribuciones del doctor David Bruce, Stephanie Wills y Patricia Lynn de mi personal, y de Donna Lee Toney.
N unca pensé que viviría hasta esta edad.
Toda mi vida se me enseñó cómo morir como cristiano, pero nadie jamás me enseñó cómo debía vivir los años antes de morir. Hubiera querido que lo hicieran, porque ahora soy viejo, y créanme, no es fácil.
Quienquiera que lo dijo tenía razón: la vejez no es para enclenques. Reúna a cualquier grupo de viejos, y casi puedo garantizarle cuál será su tema favorito de conversación: sus más recientes dolores y achaques.
Pronto cumpliré noventa y tres años, y sé que no resta mucho para que Dios me llame a casa en el cielo. Más que nunca espero ese día; no sólo por las maravillas que sé que el cielo tiene guardadas para mí y para todo creyente, sino porque sé que finalmente todas las molestias y aflicciones que me agobian en esta etapa de mi vida se acabarán. En el año pasado los problemas físicos comunes a la vejez en realidad han hecho mella en mí. También espero ese día porque me volveré a unir con Ruth, mi amada esposa y mejor amiga por casi sesenta y cuatro años, que fue a su hogar en el 2007 para estar con el Señor que ella amó y sirvió con tanta fidelidad. Aunque me regocijo porque las luchas de ella con la debilidad y el dolor se acabaron, todavía siento como si me hubieran arrancado una parte de mí mismo, y me hace más falta de lo que jamás pude imaginarme.
No, la vejez no es para enclenques.
Pero eso no es toda la historia, ni tampoco Dios propuso que lo fuera. En tanto que la Biblia no soslaya los problemas que enfrentamos al envejecer, tampoco pinta a la vejez como un tiempo que haya que aborrecer o una carga que haya que aguantar apretando los dientes (si nos queda alguno todavía). Tampoco nos pinta en nuestros últimos años como inútiles e inefectivos, condenados a pasar nuestros últimos días en un aburrimiento interminable o en una actividad insulsa hasta que Dios finalmente nos lleve a casa.
Más bien, la Biblia dice que Dios tiene una razón para dejarnos aquí; si no la tuviera, nos llevaría al cielo mucho más pronto. Pero, ¿cuál es el propósito para estos años, y cómo podemos alinear nuestras vidas a tal propósito? ¿Cómo podemos, no sólo aprender a hacerle frente a los temores, luchas y limitaciones crecientes que enfrentamos, sino también a fortalecernos por dentro en medio de todas estas dificultades? ¿Cómo podemos enfrentar el futuro con esperanza en lugar de con desesperanza? Estas son algunas de las preguntas con las que me vi obligado a bregar al envejecer; y tal vez lo mismo es cierto para usted.
Este libro, sin embargo, no se escribe sólo para viejos. Se escribe para personas de toda etapa en la vida; incluso los que nunca han pensado mucho en cuanto a envejecer. La razón es sencilla: la mejor manera de enfrentar los retos de la vejez es prepararnos para ellos ahora, antes de que lleguen. Le invito a explorar conmigo no sólo las realidades de la vida al envejecer, sino también la esperanza y satisfacción—e incluso el gozo—que serán nuestros una vez que aprendamos a mirar a estos años desde el punto de vista de Dios, y descubrir su fortaleza que nos sostiene todos los días.
Algún día nuestra jornada en la vida se acabará. En un sentido todos estamos casi en casa. Al hacerlo así, es mi oración que usted y yo no sólo aprendamos lo que significa envejecer, sino que, con la ayuda de Dios, también aprendamos a envejecer con gracia y hallar la dirección que necesitamos para terminar bien.
—BILLY GRAHAM
1
UNA CARRERA
A CASA
Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría.
—SALMO 90.12
Recuerde que, como hijo fiel de Dios, espera la promoción.
—VANCE HAVNER
L a vejez ha sido la mayor sorpresa de mi vida. Los jóvenes viven para el aquí y el ahora. Cualquier pensamiento hacia adelante parece estar en forma de sueños que prometen finales de cuentos de hadas. Aunque me acerco a los noventa y tres, no parece haber pasado mucho tiempo desde cuando yo era uno de esos muchachos soñadores, lleno de gran expectativa, planeando una vida que satisfaría hasta mi último deseo. Puesto que había pocas cosas en la vida que quería más que el béisbol, en mi juventud me dediqué al deporte y esperaba que mi pasión por el juego me llevaría derecho a las grandes ligas. Mi meta era sencilla: con el bate en la mano pararme en el plato, concentrado en el juego. A menudo me imaginaba bateando un gran cuadrangular de grandes ligas impulsando la pelota hasta los asientos del estadio y oyendo a la multitud rugir atronadoramente mientras yo corría, triunfante, tragándome las bases.
Con todos esos pensamientos, jamás imaginé lo que me esperaba.
Después de entregarle mi corazón a Cristo, arrepintiéndome de mis pecados y poniendo toda mi vida en sus manos, mis sueños, junto con el bate, se acabaron. Por fe, había abrazado plenamente el plan de Dios, confiando en que él me guiaría todo el camino. Lo hizo, lo hace, y lo hará.
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