Prólogo
Desde la mirada de la Psicología Deportiva, que incluye Psicología de liderazgo y equipos deportivos, lo primero que tenemos que decir es que este libro es una herramienta sumamente válida y necesaria para entrenar la creatividad, una de las condiciones básicas que debe poseer un líder para ser tal.
El pensamiento en Montaña Rusa propone como concepto fundamental el ser creativos las 24 horas. Como menciona el autor, ser creativo es un arte que implica poder salir de la zona de comodidad y de confort de la “caverna de Platón”, donde todo es muy seguro (y uno está lleno de prejuicios), pero no hay luz, ni lluvia… de ningún tipo: ni “lluvia de hamburguesas” (un delicioso film para grandes y niños), ni lluvia de estímulos, que es lo que se necesita.
Si tomamos la curiosidad como motor y buscamos definir la creatividad con palabras que aparecen en el libro, podríamos decir que creatividad es: variar, sublevarse, ser rebelde, resetear, reconfigurar, animarse, atreverse, buscar nuevos caminos, no conformarse, ambicionar, sepultar miedos y mediocridades, controlar presiones externas y auto-presiones, fluir, buscar la originalidad y la innovación, soltar el inconsciente, investigar, incubar lo suficiente, capturar las ideas evanescentes en una libretita que siempre tiene que estar con nosotros, arriesgar, unir, desactivar el pensar, liberar lo propio, aceptar el error, aprender a convivir con la contradicción y la duda, ser intuitivo, ser irracional, poder desconectar, desprenderse de las certezas…
Incubar es una palabra que uno asocia negativamente y la relaciona con la medicina (¿será una cuestión occidental-cultural?): incubar una enfermedad. Germán produce un vuelco, la transforma en positiva: incubación como un proceso de liberación de lo propio y un inevitable camino del proceso creativo. El autor nos enseña: “se incuba con nuevos estímulos para que no llegue la sequedad”.
Esta obra, que se rebela contra los métodos tradicionales, tiene muchas coincidencias con la Psicología del Deporte: “Un solo jugador no hace un equipo” (concepto de cohesión grupal: el nosotros por encima del yo); “ Bienvenido al error” (más permiso te das para equivocarte, menos te equivocas); “Para gritar eureka hay que estar en flow” (en el deporte el fluir es clave para disfrutar y estar concentrado, aislándote del entorno); “Lo mejor que podemos hacer para tener ideas es dejar de pensar” (un concepto de Phil Jackson sobre “no tener nada en la cabeza”, agregamos: “nada que interfiera en el gesto deportivo y en la misión”).
Un líder siempre necesita ser creativo para mantenerse y superarse, pues la creatividad adelanta el futuro al presente.
No soy un experto en creatividad, siempre pensé que esta era hija de la necesidad. Sin embargo, con este libro aprendí que la estimulación, el combinar elementos y el trabajo silencioso del inconsciente van construyendo lentamente una gran idea, que probablemente comenzó como una pequeña idea, que se fue incubando por años, como un buen vino. Estas páginas ayudan a eso, a cambiar el paradigma.
Para terminar, una frase de Albert Einstein: “La mente es como un paracaídas, funciona si está abierta”. Open your mind. Llegó El pensamiento en Montaña Rusa. Como dice el autor: “La mejor manera de pensar una idea es sentirla”.
Mag. Marcelo Roffé
(Máster en Psicología Deportiva, Consultor de empresas y Coach deportivo)
Introducción
Río, lloro, me emociono, pienso, hago estrategias,
estoy alegre, triste, eufórico, quieto, en movimiento.
Como, sueño, descanso, analizo, escribo,
siento ternura, me encolerizo, lastimo.
Quiero, amo, grito, hablo.
Perdono, sugiero, admiro, planifico, envidio.
De a una a la vez.
De a un par simultáneamente.
De varias a la vez indiscutidamente.
Soy Montaña Rusa.
Tú eres Montaña Rusa.
Él es Montaña Rusa.
Nosotros somos Montaña Rusa.
Ellos son Montaña Rusa.
Todos somos Montaña Rusa.
¿Existe otra posibilidad?
No aquí en la Tierra.
No aquí entre los humanos.
Montaña Rusa tiene todo que ver con los estados emocionales, sensitivos, perceptivos, cognoscitivos por los cuales transitamos: amamos, reímos, nos entristecemos, somos solidarios con mayor o menor intensidad, durante más o menos tiempo. Nuestras pulsaciones se aceleran, se morigeran. Nuestro ímpetu se frena y de pronto, estamos impelidos nuevamente.
Montaña Rusa tiene todo que ver con los recorridos neuronales que los estímulos encienden en nuestro cerebro. No se trata de que lo recorran unidireccionalmente. Son recorridos neuronales que se disparan en el cerebro para llegar hacia un eureka y que van de región en región, de hemisferio en hemisferio, de cerebro en cerebro.
Montaña Rusa tiene todo que ver con los procesos bioquímicos que activan el sistema nervioso. Adrenalina, dopamina, serotonina, noradrenalina, cortisol, oxitocina, vasopresina, endorfinas, estrógenos, feniletilamina. Suben y bajan su nivel acelerando o moderando la montaña rusa interior.
Montaña Rusa tiene que ver con cómo pensamos, hacemos, sentimos, vivimos. Podemos abstraernos en un tema por horas, pero podemos cambiar varias veces de pensamientos o estar pensando en algo y de golpe nos sorprendemos pensando en otra cosa. Y también podemos estar con la mente en blanco.
Evidentemente las aceleraciones, los frenos, las caídas, las inversiones y las combinaciones infinitas de todos ellos nos definen como seres Montaña Rusa. Con los estímulos que nos invaden ocurre lo mismo: algunos pasan y nos movilizan apenas; otros nos aceleran a ritmos impensados; otros nos inhiben; otros nos ponen cabeza para abajo; otros nos hacen retroceder.
Cualquier analogía con nuestra forma de pensar, sentir, vivir no es pura coincidencia.
Advertencias
Este libro nace de un intrigante cuestionamiento personal (con fuerte introspección mediante) al notar que aun sabiendo los mecanismos de las técnicas de creatividad nunca recurría a ellas para generar ideas y, si lo hacía, nunca me sentía satisfecho con los resultados. Mi anotador personal al momento de iniciar este libro llevaba descriptas 1.634 ideas y ¡ninguna! había provenido de utilizar herramientas diseñadas a tal fin. Algo no andaba bien.
Por otra parte, si el camino –mi camino– no era ese, pensé que tenía que ver más con los alumbramientos espontáneos. Y noté que las ideas sobrevenían en momentos hasta ridículos: un juego de mesa que inventé apareció en mi mente cuando descolgaba la ropa del cordel, una atracción para un parque de diversiones, cuando veía en el noticiero los problemas de una inundación… y así cada una de las 1.632 ideas restantes. Muchas –casi todas– se relacionan con la movilización de algún sentimiento, o con la falta de ese sentimiento que provocaba una idea más emocionalmente implicada. Todas con un estímulo que conectaba lo que ya estaba trabajando mi mente sin saberlo. Cada vez que quise forzarlo sentí que mis ideas tenías menos fuerza, menos divergencia.