Judith Butler explora la manera en que el liderazgo bélico de EE. UU. ha impuesto una distinción entre aquellas vidas que merecen ser lloradas y aquellas que no. Nos muestra que esta distinción, presentada a través de formas de comunicación que se han convertido en parte de la guerra misma, ha conducido al primer mundo a la destrucción y abandono de poblaciones que no se ajustan a la norma occidental imperante de lo humano.
Judith Butler
Marcos de guerra. Las vidas lloradas
ePub r1.0
Titivillus 25.02.2022
Título original: Frames of War: When Is Life Grievable?
Judith Butler, 2009
Traducción: Bernardo Moreno Carrillo
Ilustración de la portada: Ramon Carretero
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Agradecimientos
Estos ensayos fueron escritos y revisados entre 2004 y 2008. Aunque algunos han aparecido con anterioridad, han sido sustancialmente revisados para la publicación del presente libro. Una versión anterior del capítulo 1, «Capacidad de supervivencia, vulnerabilidad, afecto», fue publicada en inglés por el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (y en catalán en 2008). «La tortura y la ética de la fotografía» apareció, en una versión anterior, en Society and Space, la publicación de la Royal Geographical Society, y en Linda Hentschel (comp.), Bilderpolitik in Zeiten von Krieg und Terror: Medien, Macht und Geschlechterverhältnisse, Berlín, b_books, 2008. El capítulo 2 se inspira en mi ensayo «Photography, War, Outrage», publicado por la PMLA en diciembre de 2005. «Política sexual, tortura y tiempo secular» apareció por primera vez en la British Journal of Sociology (vol. 59, n.º 1), en marzo de 2008. «El no-pensamiento en nombre de lo normativo» se inspira en una réplica mía a varias reacciones a «Política sexual» (British Journal of Sociology, vol. 59, n.º 2). «La pretensión de la no violencia» se inspira en «Violence and Non-Violence of Norms: Reply to Mills and Jenkins», publicado en differences (vol. 18, n.º 2), en otoño de 2007. La argumentación del texto se elaboró en el transcurso de una serie de seminarios que dirigí en París, en la École Normale Supérieure y en la École des Hautes Études, en la primavera de 2008.
Quiero expresar mi agradecimiento a varias personas con las que he mantenido distintos debates en el transcurso de estos últimos años, las cuales han conformado y cambiado mi manera de pensar: Frances Bartkowski, Étienne Balibar, Jay Bernstein, Wendy Brown, Yoon Sook Cha, Alexandra Chasin, Tom Dumm, Samera Esmeir, Michel Feher, Eric Fassin, Faye Ginsburg, Jody Greene, Amy Huber, Nacira Guénif-Souilamas, Shannon Jackson, Fiona Jenkins, Linda Hentschel, Saba Mahmood, Paola Marrati, Mandy Merck, Catherine Mills, Ramona Naddaff, Denise Riley, Leticia Sabsay, Gayle Salamon, Kim Sang Ong-Van-Cung, Joan W. Scott, Kaja Silverman y Linda Williams. También quiero dar las gracias a la Humanities Research Fellowship de la Universidad de California, Berkeley, y a su decana, Janet Broughton, quien me prestó el apoyo necesario para terminar este texto. Vaya desde aquí igualmente mi agradecimiento a Colleen Pearl y a Jill Stauffer por su trabajo en la preparación del manuscrito (cualquier error eventual es cien por cien mío). Y muchas gracias también a Tom Penn, de Verso, por haber alentado y publicado el proyecto. El presente texto lo dedico a mis estudiantes, que han propulsado y cambiado mi manera de pensar.
El libro lo terminé un mes después de la elección de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos. Aún está por ver qué mejoras concretas en el plano de la guerra pueden producirse bajo su administración. En cierto sentido, estos ensayos surgieron con ocasión de las guerras instigadas por la administración Bush; pero tengo muy claro que las reflexiones aquí vertidas no se limitan a las veleidades de ese régimen. La crítica de la guerra surge de las ocasiones de la guerra, pero su propósito es repensar el complejo y frágil carácter del vínculo social y considerar las condiciones para que la violencia sea menos posible, las vidas más equitativamente dignas de duelo y, en general, más merecedoras de vivirse.
INTRODUCCIÓN
Vida precaria, vida digna de duelo
Este libro, que consta de cinco ensayos escritos como reacción a las guerras contemporáneas, se centra en los modos culturales de regular disposiciones afectivas y éticas a través de un encuadre de la violencia selectivo y diferencial. En cierta manera, es una continuación de Precarious Life, libro publicado por Verso en 2004 (Vida precaria, Paidós, 2006), especialmente en la sugerencia de que una vida concreta no puede aprehenderse como dañada o perdida si antes no es aprehendida como viva. Si ciertas vidas no se califican como vidas o, desde el principio, no son concebibles como vidas dentro de ciertos marcos epistemológicos, tales vidas nunca se considerarán vividas ni perdidas en el sentido pleno de ambas palabras.
Por otra parte, aquí intento llamar la atención sobre el problema epistemológico que plantea el verbo enmarcar; a saber, que los marcos mediante los cuales aprehendemos, o no conseguimos aprehender, las vidas de los demás como perdidas o dañadas (susceptibles de perderse o de dañarse) están políticamente saturados. Son ambas, de por sí, operaciones del poder. No deciden unilateralmente las condiciones de aparición, pero su propósito es, claramente, delimitar la esfera de la aparición como tal. Por otra parte, es un problema ontológico, pues la pregunta que aquí se plantea es: ¿qué es una vida? El «ser» de la vida está constituido por unos medios selectivos, por lo que no podemos referirnos a este «ser» fuera de las operaciones del poder, sino que debemos hacer más precisos los mecanismos específicos del poder a través de los cuales se produce la vida. Obviamente, este planteamiento tiene sus consecuencias a la hora de pensar la «vida» en el ámbito de la biología celular y de las neurociencias, puesto que ciertas maneras de enmarcar la vida, así como ciertos debates sobre el comienzo y el fin de la vida en el contexto de la libertad reproductiva y de la eutanasia, informan estas prácticas científicas. Aunque lo que voy a decir puede tener algunas implicaciones para esos debates, me centraré fundamentalmente en la guerra, en por qué y cómo hacerla resulta más fácil, o más difícil.
APREHENDER UNA VIDA
La precaridad de la vida nos impone una obligación, la de preguntarnos en qué condiciones resulta posible aprehender una vida, o un conjunto de vidas, como precaria, y en qué otras resulta menos posible, o incluso imposible. Por supuesto, de esto no se deduce que si aprehendemos una vida como precaria tengamos que decidir proteger esa vida o asegurar las condiciones para su persistencia y prosperidad. Puede ser que, según apuntan Hegel y Klein, cada cual a su manera, la aprehensión de la precariedad conduzca a una potenciación de la violencia, a una percepción de la vulnerabilidad física de cierto conjunto de personas que provoque el deseo de destruirlas. Sin embargo, mi propósito es afirmar que, si queremos ampliar las reivindicaciones sociales y políticas respecto a los derechos a la protección, la persistencia y la prosperidad, antes tenemos que apoyarnos en una nueva ontología corporal que implique repensar la precariedad, la vulnerabilidad, la dañabilidad, la interdependencia, la exposición, la persistencia corporal, el deseo, el trabajo y las reivindicaciones respecto al lenguaje y a la pertenencia social.
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