Anselm Grün - El espacio interior
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- Libro:El espacio interior
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:2003
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El espacio interior: resumen, descripción y anotación
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El espacio interior — leer online gratis el libro completo
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Hay un espacio en mí sobre el cual nadie tiene poder. Es el espacio donde Dios habita en mí. Allí entro en contacto con mi verdadero yo. Allí soy por entero yo mismo. Allí mi yo está protegido. Allí crece mi autoestima y soy cada vez más yo mismo (Anselm Grün). En ese espacio nos sentimos seguros y podemos escapar de la tiranía de la cotidianeidad y concentrarnos en nosotros mismos. En él llegamos a ser libres. En ese espacio de autenticidad, Dios habita en nosotros. En nuestra vida cotidiana nos sentimos a menudo determinados por las expectativas de los demás, por la presión a la que estamos sometidos y por la incertidumbre. Anselm Grün nos muestra en este libro cómo podemos, en medio de la dispersión de nuestro tiempo, concentrarnos en nuestro espacio interior para llegar a ser nosotros mismos.
Anselm Grün
ePub r1.0
amdg 11.02.15
Título original: Der innere Raum
Anselm Grün, 2003
Traducción: María del Carmen Blanco Moreno
Fotografía de portada: Jonas Tana
Diseño de cubierta: amdg
Editor digital: amdg
ePub base r1.2
P. ANSELM GRÜN (14/01/1945) nacido en Junkershausen (Alemania) con el nombre de Wilhelm Grün es un sacerdote y monje benedictino alemán. Ingresó como novicio en la abadía de Münsterschwarzach en 1964 donde adoptó el nombre de Anselm y es en la actualidad el Celador (administrador financiero) de la misma. Doctorado en Teología (1974) y diplomado en Economía (1976) publicó su primer libro en 1976 con el título de «Reinheit des Herzens» al que han seguido alrededor de 300 títulos, publicados en 30 idiomas y de los que se han vendido 15 millones de ejemplares. Es también editor de la revista mensual «Einfach Leben. En Brief vom Anselm Grün».
Director de un centro de asistencia terapéutica en crisis psicológicas y vocacionales para religiosos europeos, Grün desarrolla diversas actividades de orientación psicoterapéutico-espiritual. Imparte cursos de meditación, interpretación psicológica profunda de los sueños, ayuno y técnicas contemplativas. Su trabajo se nutre de las influencias de los místicos, los antiguos monjes del desierto, Karlfried Dürckheim, la psicología profunda de Carl Gustav Jung y, sobre todo, la doctrina de Benito de Nursia. Combinarlas en una síntesis entrañable le permite interpretar y poner al alcance del hombre moderno las enseñanzas de cristianismo, de tal forma que sus raíces se convierten en una valiosa ayuda para la vida cotidiana. A lo largo de los años, Grün se ha convertido en consejero y compañero espiritual de muchos directivos de empresa.
La plenitud de la vida.
En nuestra formación cristiana hemos desaprendido tal vez a alegrarnos por nosotros mismos. Hemos dirigido excesivamente la mirada al hecho de que somos pecadores, no estamos satisfechos con nuestra manera de ser y pensamos que hemos de cambiar, convertirnos y mejorar. La llamada a la conversión, con la que Jesús comienza su predicación, es ciertamente importante. De hecho, con demasiada frecuencia hemos caído en un error, hemos buscado la vida donde no se puede encontrar. No obstante, la predicación penitencial no debe inducirnos a ir de un lado para otro sólo como penitentes que se reprochan siempre que todo lo han hecho mal y que no merecen el amor de Dios. Jesús comienza su predicación con esta promesa: «El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca» (Mc 1,15). Nos ofrece la plenitud de la vida. Cuando Dios está cerca y cuando nosotros nos encontramos cerca de Dios, entonces nuestra vida está en orden, entonces se llena de una alegría nueva. Por eso, Lucas narra en su evangelio que, dondequiera que Jesús iba y anunciaba —no sólo con palabras, sino con todo su comportamiento— la cercanía amorosa de Dios, reinaba la alegría. Donde Jesús actuaba no había un ambiente penitencial dominado por el abatimiento, el automenosprecio y la autoacusación, sino que se percibía el ofrecimiento de una nueva posibilidad de vida, se vislumbraba que la libertad y la alegría podían determinar nuestra vida.
En el libro del Eclesiastés se transmite la alegría que sentimos por nosotros mismos, pero sin la perspectiva moralizante que nos resulta tan familiar. Qohélet, el autor de este libro, trata de unir la filosofía popular griega con la sabiduría judía. Pone en cuestión algunos dogmas judíos como, por ejemplo, el dogma según el cual «hacer el bien lleva siempre a la dicha y a una larga vida, y hacer el mal conduce a la desgracia y a una muerte prematura». La realidad es otra. El Eclesiastés nos invita a alegrarnos de la vida y a disfrutar plenamente de la alegría del momento. Cuando se nos ofrece el gozo, debemos creer que Dios nos lo ha comunicado:
«Anda, come con alegría tu pan y bebe de buen grado tu vino, que Dios está ya contento con tus obras.
Viste ropas blancas en toda sazón, y no falte perfume en tu cabeza.
Goza de la vida con la mujer que amas, todo el tiempo de tu vana existencia que se te ha dado bajo el sol, ya que tal es tu parte en la vida y en las fatigas con que te afanas bajo el sol».
(Ecl 9,7-9) .
Qohélet no está lleno de euforia. Sabe que todo es, en última instancia, un soplo de viento, que el ser humano no puede encontrar la paz en el éxito ni en las posesiones. Sabe que además de momentos de alegría habrá también tiempos de tristeza: «Todo tiene su momento. […] Su tiempo el llorar y su tiempo el reír» (Ecl 3,1.4). Ahora bien, cuando Dios nos da la alegría, debemos acogerla con agradecimiento y gozar de ella con plena conciencia:
«Disfruta, muchacho, en tu juventud,
pásalo bien en tu mocedad. […]
Aparta el mal humor de tu pecho
y aleja el sufrimiento de tu cuerpo,
que juventud y mocedad son efímeras. […]
Acuérdate de tu Creador en tus días mozos,
antes de que lleguen los días malos
y se echen encima años en que dirás:
“No me agradan”».
(Ecl 11,9-10 ; 12,1).
La alegría por mí mismo es al mismo tiempo alegría por mí y por mi unicidad. También este gozo se puede aprender. Tomo conciencia de mi manera de ser, de cómo he llegado a ser la persona que soy. Veo la historia de mi vida con mis altibajos. No cierro los ojos frente a las experiencias dolorosas, pero después puedo dar gracias y estar contento por el hecho de que he sido capaz de soportar todo esto. La alegría tiene que ver aquí con la decisión. Me decido por mí mismo. Me permito ser como soy. Dejo de valorarme siempre, de compararme con los demás. Yo soy yo. He sido creado por Dios. Soy un hijo amado por Dios, una hija amada por Dios.
La alegría en mí y por mí es también alegría por mi cuerpo. Yo soy mi cuerpo. Ciertamente esto he tenido que aprenderlo. Del conde Dürckheim he aprendido que no tengo un cuerpo, sino que soy mi cuerpo, que me manifiesto en mi cuerpo. Con todo, durante algún tiempo estas palabras cayeron para mí en el terreno de mi modo de pensar en clave de rendimiento. Así como en el trabajo tenía que rendir, así también en ese momento tenía que vivir siendo consciente de mi cuerpo, liberar mi cuerpo, para que todos vieran que yo estaba en contacto con mi cuerpo. Pero esto era demasiado fatigoso. Tenía que dejar de pensar en clave de rendimiento para aprender de verdad a gozar de mi cuerpo. Tenía que llegar a ser libre con respecto a mi formación sexual, para la cual la desnudez era siempre algo negativo. Ahora soy capaz de sentir alegría por mi cuerpo desnudo cuando me ducho, cuando, todavía desnudo, me extiendo sobre mi cama. De ello brota la sensación de que soy mi cuerpo y de que mi cuerpo pertenece a Dios. Dios me lo ha regalado. Siento alegría por mis manos, porque en ellas me siento muy vivo y con ellas puedo expresar muchas cosas. Mis manos son ágiles cuando agarro algo, cuando escribo en el ordenador. Con mis manos puedo ser afectuoso, transmitir consuelo, expresar cercanía. Con mis manos puedo orar. Cuando abro mis manos en la presencia de Dios, entonces llego a ser uno conmigo mismo, comprendo que Dios satisface el anhelo de mi cuerpo que busca cercanía y ternura.
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