No resulta raro observar cómo personas que han vivido gustosamente durante bastante tiempo su matrimonio o su vocación religiosa, al aproximarse a los cuarenta años, abandonan sus compromisos. Este hecho, que más de una vez nos ha sorprendido, es el que se estudia en este libro, invitando al lector al autoanálisis. No se trata pues de una lectura de distracción o de información sino de una radical confrontación. El lector ha de poner su propia vida sobre las páginas y rellenar con sus circunstancias y experiencias las alusiones que se va encontrando.
Anselm Grün y los monjes del monasterio benedictino de Münsterschwarzach viveron en propia carne el abandono de algunos de sus compañeros y procuraron, con la ayuda de autores espirituales, como Tauler, y de la psicología de Jung, descifrar las claves de la crisis de la mitad de la vida para ayudar a superarla.
Anselm Grün
La mitad de la vida como tarea espiritual
ePub r1.1
amdg 17.02.15
Título original: Lebensmitte als geistliche Aufgabe
Anselm Grün, 1980
Traducción y Prólogo: Carlos Castro Cubells
Diseño de cubierta: amdg
Fotografía de cubierta: Chronomat
Editor digital: amdg
ePub base r1.2
P. ANSELM GRÜN (14/01/1945) nacido en Junkershausen (Alemania) con el nombre de Wilhelm Grün es un sacerdote y monje benedictino alemán. Ingresó como novicio en la abadía de Münsterschwarzach en 1964 donde adoptó el nombre de Anselm y es en la actualidad el Celador (administrador financiero) de la misma. Doctorado en Teología (1974) y diplomado en Economía (1976) publicó su primer libro en 1976 con el título de «Reinheit des Herzens» al que han seguido alrededor de 300 títulos, publicados en 30 idiomas y de los que se han vendido 15 millones de ejemplares. Es también editor de la revista mensual «Einfach Leben. En Brief vom Anselm Grün».
Director de un centro de asistencia terapéutica en crisis psicológicas y vocacionales para religiosos europeos, Grün desarrolla diversas actividades de orientación psicoterapéutico-espiritual. Imparte cursos de meditación, interpretación psicológica profunda de los sueños, ayuno y técnicas contemplativas. Su trabajo se nutre de las influencias de los místicos, los antiguos monjes del desierto, Karlfried Dürckheim, la psicología profunda de Carl Gustav Jung y, sobre todo, la doctrina de Benito de Nursia. Combinarlas en una síntesis entrañable le permite interpretar y poner al alcance del hombre moderno las enseñanzas de cristianismo, de tal forma que sus raíces se convierten en una valiosa ayuda para la vida cotidiana. A lo largo de los años, Grün se ha convertido en consejero y compañero espiritual de muchos directivos de empresa.
Prólogo a la edición española
Carlos Castro Cubells.
Imaginémonos la escena: En un monasterio benedictino situado en la Franconia, entre Würzburg y Bamberg y que se levanta en el pueblo de Münsterschwarzach, nombre de no fácil pronunciación para los principiantes en alemán, había por los años de 1968 y siguientes una magnifica promoción de monjes cargados de promesas y esperanzas.
Hasta allí, hasta el rincón monacal apacible llegaban las noticias del mayo francés y posteriormente la de la invasión de Checoslovaquia. Los casi doscientos monjes no interrumpieron su horario en el que se alternaba rítmicamente la oración y el trabajo.
Ya se percibían entonces los primeros síntomas de una crisis, de una interrogación y se esperaba también una respuesta de nuevas actitudes. El monasterio se ampliaba con nuevas dependencias y su palpitar misionero, pues este monasterio es misionero y con fundaciones lejanas en África, América, etc… tampoco disminuía.
Vinieron después años en que bastantes monjes dejaron el lugar protector e incitante tras haber permanecido en él durante el tiempo de su primera y segunda juventud. Y de entre aquel grupo prometedor que llamaba la atención al final de los años sesenta hubo unos monjes que fueron ocupando los puestos de más responsabilidad en el monasterio. De entre aquellos que eran esperanza salió el que iba a ser Padre Hospedero, cargo benedictino si lo hay. También sé perfilaron los animadores y creadores del canto, las figuras de estudio y las personalidades especialmente orantes, alguno conocido hoy en casi todo el mundo. De entre ellos, por fin, habría de salir el actual Abad.
¿Cuál es la escena, dentro de este contexto que nos hemos de imaginar? La del encuentro de estos monjes ante un hecho grave como el que estaban presenciando: la salida sucesiva de numerosos hermanos que por su cantidad y por su gran valor hacían esta ruptura especialmente dolorosa. Y en el encuentro surge la pregunta: ¿Qué pasa al llegar a cierta edad? Y empiezan a desfilar las hipótesis, las conjeturas amasadas por una noble inquietud de buscar la verdad y la razón de una vida que es la monacal.
Y aquí algo muy interesante y que es lo que ha hecho que estas páginas se escribieran, que estas páginas se tradujeran y que desde lejos y desde cerca se perciba que aquellos «diálogos de benedictinos» planteen una cuestión que rebasa con mucho la vida de un monasterio y el caso particular de unas vocaciones interrumpidas. Aquellos monjes se plantean ni más ni menos la pregunta de la vida y de su continuidad, de su sentido y de su drama. Y… quizá sin darse cuenta aportan con su reflexión una ayuda brillante y profunda a todo aquél, sea cual sea su situación vital, que quiera tener más constancia de este quehacer que se llama vivir.
Las páginas que siguen son la reflexión que unos monjes han hecho sobre la vida y, por tanto, han de leerse haciendo que cada uno que a ellas se acerque realice su propia reflexión sobre su propia vida. Por ello la lectura que se ofrece aquí es una invitación y un material para el autoanálisis. No se trata pues ni de una lectura de distracción ni de información sino de radical confrontación.
Aunque breves son «trabajosas» y no porque sean difíciles sino porque son sugestivas y piden un diálogo interior de extrema sinceridad. El lector ha de poner su propia vida sobre las páginas que tiene delante y rellenar con sus casos, circunstancias y experiencias las alusiones que va encontrando.
Se debe comenzar por hacer consciente el hecho de que la vida, mi vida, la de cada cual es una sucesión de nacimientos y muertes, o si se quiere suavizar, de transformaciones. Y cada momento de mi vida tiene la misma realidad y la misma exigencia de aceptación.
Esta simple verdad no aparece normalmente con fuerza y urgencia conmovedoras. El discurrir de los días y de los años va creando lentamente las nuevas situaciones y las transformaciones son apenas registradas. Así el niño va creciendo y no se da cuenta (ni él ni los demás) que se «hace mayor» por la sencilla razón de que un niño no «se hace mayor» sino que «está-haciéndose-mayor» lentamente. Pero llega un momento en que ese proceso lento se declara en explosiva manifestación. Igualmente podría decirse de cualquier otra etapa de la vida.
Cuando surge la notoriedad del cambio —que tampoco es instantánea— aparece un claroscuro incierto y prometedor que produce una situación intermedia azorante. Es lo que llamamos «crisis». Crisis de la adolescencia, crisis juvenil, crisis de entrada en la edad adulta, crisis de la mitad de la vida, crisis de la vejez y última crisis.