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Klaus Kinski - Yo necesito amor

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Klaus Kinski Yo necesito amor
  • Libro:
    Yo necesito amor
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1991
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Yo necesito amor: resumen, descripción y anotación

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Somos unos inválidos, los artistas. Nuestro arte no es nada, porque nuestras herramientas están ya demasiado embotadas para alcanzar y expresar lo esencial. Sólo Cristo posee esa facultad. Llega a nosotros directamente, sin necesidad de escribir ni pintar; a cada instante transforma su vida entera en una obra de arte.

Vincent Van Gogh

Para mi hijo Nanhoi,

al que amo por encima de todo

Título original: Ich brauche Liebe

Klaus Kinski, 1991

Traducción: Joan Parra

Editor digital: Titivillus

ePub base r2.1

Notas 1Pfennig Moneda fraccionaria un céntimo de marco N del T - photo 1
Notas

[1]Pfennig: Moneda fraccionaria: un céntimo de marco. (N. del T.).

[2]Groschen: Moneda fraccionaria: diez céntimos de marco. (N. del T.).

[3]Max y Moritz: Personajes clásicos de la literatura infantil alemana del siglo XIX. (N. del T.).

[4]Woolworth y KDW: Los clásicos grandes almacenes de Berlín. (N. del T.).

[5] En el cuento recogido por los hermanos Grimm, Cenicienta pide ayuda a todas las aves del cielo para que, bajo ese lema, recojan y seleccionen las lentejas Que la madrastra ha tirado en un montón de ceniza. (N. del T.).

[6]Tommies: Soldados británicos. (N. del T.).

[7]Rübezahl: Duende de las montañas en la mitología popular alemana. (N. del T.).

[8]Avus: Antiguo circuito de carreras de automóviles, actualmente parte del cinturón de ronda de Berlín. (N. del T.).

[9] Unas quinientas mil pesetas. (N. del T.).

En noviembre de 1991, el actor Klaus Kinski fue encontrado sin vida en su casa de California, cuando, al parecer, llevaba muerto más de veinticuatro horas. Pocos creyeron que Kinski falleciera realmente «por causas naturales». En efecto, alguien que dice de sí mismo «soy como una bestia con uñas. Si no fuera actor, me habría convertido en asesino o mártir» no puede morir como todo el mundo. Estas memorias nos aclaran la razón profunda, casi intolerable, de su extraño comportamiento.

Hacia ya mucho tiempo que teníamos noticia de estas memorias suyas cuando finalmente, en la primavera de 1991, pudimos leerlas. Comprobamos con estupor que se trataba de una confesión descarada y escandalosamente íntima, escrita sin temor ni pudor, de un hombre exasperado, a la búsqueda incansable de un afecto que jamás supo conseguir o conservar, y cuya ansiedad acabó resolviéndose siempre, a cada instante, en sexo a secas, sin rodeos, sin máscaras, en todas las posibles facetas, hasta sus últimas consecuencias, desde las más triviales y fortuitas hasta las más violentas y sórdidas La obsesión de Kinski por el sexo sólo es comparable a la adicción del heroinómano. Vida y sexo no son sino una y única cosa.

De no ser por la descarnada sinceridad que rezuma todo el libro, el lector podría pensar a priori —tal es el infierno que describe Kinski como propio de su vida— que hay en él simple provocación y escándalo. Pero nadie que lea esta confesión estremecedora, nada halagadora para el autor, puede ser llevado a engaño. Hoy, ya fallecido él a los 65 años, se convierte, además, en un valioso documento autobiográfico.

Klaus Kinski Yo necesito amor La sonrisa vertical - 79 ePub r11 Titivillus - photo 2

Klaus Kinski

Yo necesito amor

La sonrisa vertical - 79

ePub r1.1

Titivillus 25.08.2019

«Se busca a Jesucristo. Profesión, obrero. Domicilio, desconocido. No profesa ninguna religión. No milita en ningún partido. No se le ve en reuniones públicas. El prófugo está acusado de robo, corrupción de menores, blasfemia, profanación de iglesias, insultos a la autoridad, desprecio de las leyes, compadreo con putas y criminales…».

En eso, alguien empieza a armar bronca entre el público. No puedo ver al individuo en cuestión. Me deslumbra la intensa luz de los focos, todos dirigidos a mí. La gran nave de la Deutschlandhalle de Berlín, con un aforo de veinte mil localidades, es para mí una pared negra como el betún.

¿Por qué me interrumpe ese idiota? Estoy con los nervios de punta. Las últimas noches no he podido dormir, y hace más de setenta horas que estoy en pie. Interminables entrevistas para la radio, la televisión y la prensa. Además no he comido, y desde ayer por la mañana me he fumado como mínimo ochenta cigarrillos. Y ahora me encuentro encima de esta plataforma, como si me hallara en lo alto de un patíbulo.

—Si tienes algo que decir, ven aquí —grito a la oscuridad—, ¡si no, quédate sentado y cierra el pico!

¿Qué quiere? ¿Quiere darse importancia? Aquí lo único importante es lo que yo he venido a decir. He venido a contar la historia más emocionante de la humanidad: la vida de Jesucristo.

No hablo de ese Jesús de las horribles estampas de colores. Ni del Jesús de piel amarillenta, como un enfermo del hígado, al que una enloquecida sociedad humana ha convertido en la mayor puta de todos los tiempos. Y cuyo cadáver va paseando perversamente por ahí, clavado en cruces infames. No hablo de palabrería divina ni de cánticos gimoteantes. Ni del Jesús que, con un beso infecto, despierta de sus sueños lascivos a las niñas pequeñas antes de la primera comunión y las hace morir de asco y vergüenza cuando desaguan en las letrinas.

Hablo del hombre: el desasosegado que nos dice que debemos cambiar, ¡sin pausa, a cada momento! Hablo del aventurero, el más intrépido, libre y moderno de todos los hombres, que prefiere dejarse asesinar a pudrirse en vida con los demás. Hablo del hombre que es como todos queremos ser. Tú y yo.

Entretanto, el cabrón que me ha interrumpido ha llegado ya a la plataforma. Le pongo en las manos el micrófono, porque no puedo imaginarme qué es lo que quiere…

—… Cristo era un santo —grita el muy cerdo—, nunca trató con putas ni criminales… no era tan violento como Kinski…

¿A qué llamas tú violento, so bocazas? Sí, dentro de mí hay violencia, pero no es negativa. Cuando un tigre despedaza a su domador, se dice que ese tigre es violento y se le mete una bala en la cabeza. Mi violencia es la violencia del ser libre, que se niega a someterse. La creación es violenta. La vida es violenta. Nacer es un proceso violento. Una tormenta, un terremoto son movimientos violentos de la naturaleza. Mi violencia es la violencia de la vida. ¡No es una violencia antinatural, como la violencia del Estado que envía a vuestros hijos al matadero, embrutece vuestras mentes y exorciza vuestras almas!

Le arranco a ese imbécil el micrófono, pues se niega a devolvérmelo. Dejo el resto en manos del servicio del orden de la Deutschlandhalle. Como el tipo también se encara con ellos, se limitan a echarle escaleras abajo. Intervienen otros alborotadores, que sólo han venido a armar camorra. Cuando empiezan a llover puñetazos, un destacamento entero de policías se despliega por la Deutschlandhalle a fin de evitar una batalla campal. Los policías son todos unos hombretones, con viseras protectoras en la cara y porras en la mano.

Vaya, pienso, igual que hace dos mil años.

Arrojo de lo alto de la plataforma el micrófono, sujeto al soporte, que a su vez va unido a un largo cable que cuelga del techo. Luego me meto entre bastidores y espero a ver qué pasa, mientras el soporte del micrófono baila de aquí para allá por encima de las cabezas de los espectadores, como un trapecio vacío.

Por doquier los flashes de los fotógrafos. El zumbido de las cámaras que filman. Periodistas que hacen preguntas imbéciles. Todo esto empieza a darme asco. Despacho a gritos a los buitres que me rodean denodadamente; no puedo deshacerme de ellos, me siguen a hurtadillas incluso cuando voy a mear.

Algunos espectadores vienen corriendo a los bastidores, para abrazarme y besarme. Personas a las que en miles de representaciones he ofrecido mi corazón arrancado del cuerpo. Minhoi se me cuelga al cuello y llora. Teme por mí; nunca había visto una función mía. La gente me suplica que vuelva al escenario. ¡Sí! Volveré a salir. ¡Pero sólo si esos gamberros dejan de partirse las caras y, ante todo, cierran el pico! Esa gentuza es aún más repugnante que los fariseos. Ellos al menos dejaron hablar a Jesús antes de clavarlo en la cruz.

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