Jean-Baptiste de Monet de Lamarck - Filosofía zoológica
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- Libro:Filosofía zoológica
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Filosofía zoológica: resumen, descripción y anotación
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«Resulta muy notable que tras haberse ajustado a esta imagen lineal de la evolución a lo largo de toda la obra, en unas adiciones finales a la misma, destine unas cuantas páginas a exponer una versión más ramificada del proceso evolutivo, e incluye un esquema que debe considerarse como el primer “árbol” filogenético del reino animal».
Así decribe J. Templado en su obra Historia de las teorías evolucionistas (1974) la aparentemente repentina e imprevisible alteración del esquema evolutivo lineal de Lamarck, fiel hasta el final de la redacción de su Philosophie zoologique a la scala naturae, para acabar rompiendo tal fidelidad, en unas breves Additions, con un primer esquema evolutivo ramificado.
Como dice Stephen J. Gould, este cambio en el pensamiento de Lamarck ha sido bien documentado en obras como The Spirit of System: Lamarck and Evolutionary Biology, de R. W. Burkhardt (1977) y The Age of Lamarck, de Pietro Corsi (1988), ambas sin traducción al español. Tampoco se dice nada de ello al tratar de Lamarck en obras posteriores de autores castellanohablantes que se han ocupado de la historia del pensamiento evolutivo.
Gould expone en su artículo Un árbol crece en París: la división de los gusanos y la revisión de la naturaleza de Lamarck, el origen y la duración de las tribulaciones intelectuales de Lamarck, enfrentado a los avances en los conocimientos anatómicos, imposibles de encajar en su rígido esquema evolutivo lineal. Fueron los Gusanos los que acabaron rompiéndolo. Mientras estuvieron unidos los anélidos y el resto de gusanos, su esquema reflejaba un avance continuo en todas sus «grandes masas». Pero al reconocer en 1802 a los Anélidos como una Clase aparte (siguiendo los estudios de Cuvier) el avance progresivo en una sola línea evolutiva se le hizo insostenible. Todo el conjunto de los Gusanos, sin los Anélidos, presentaban al mismo tiempo, unos caracteres superiores y otros inferiores a los Radiados. Vencidas sus resistencias mentales, roto su apego a la scala naturae, crea dos líneas independientes y una de ellas la ramifica trazando, por tanto, un árbol filogenético.
Después de acabar su Philosophie zoologique su honradez intelectual le hizo confesar en unos pocos párrafos que su visión del orden evolutivo había cambiado. Un cuadro (tableau) añadido ayudaría a la comprensión de lo que acababa de exponer, y no dudó en resaltar que «en él se ve que, en mi opinión, la escala animal comienza al menos por dos ramas particulares y en su curso, algunas ramas parecen terminarla en ciertos lugares». Lamarck es consciente de que rompe el orden lineal y único, y de que está trazando ramas que no cumplen con la tendencia al aumento continuo de la complejidad que él plantea en su teoría.
La disposición del esquema es descendente, con los grupos más simples arriba y los más complejos abajo, inversa a la de los árboles filogenéticos actuales.
En obras posteriores Lamarck intentó mejorar este esquema, convencido de que su primera concepción lineal de la evolución, que con tanto empeño defendió en la Primera parte de la Philosophie zoologique, no se ajustaba a la realidad de los hechos que se iban conociendo.
Con la recuperación en formato digital de esta Filosofía zoológica en español hacemos accesible la exposición completa que Lamarck hizo de su teoría y que el castellanohablante interesado en la historia de las ideas evolucionistas solo encuentra de forma fragmentada o, incluso, como una simple reseña histórica previa a las teorías de Darwin.
No podemos dejar de remarcar que esta edición de 1971, que no es la primera en español aunque asegure serlo, cubre solo la Primera parte de las tres de que consta la Philosophie zoologique. No tenemos aquí por tanto la traducción de la obra completa de Lamarck si bien es cierto que es en la Primera parte donde expone y, a su manera, defiende su teoría transformista.
Tampoco la Primera parte está completa. De ella en esta edición de 1971 se ha suprimido la Distribución general de los animales, en la que Lamarck expone su clasificación zoológica aunque como una visión general para el lector, sin una taxonomía detallada y sin una relación de especies exhaustiva. También han sido suprimidos los párrafos que acompañan a la Tabla de la distribución y clasificación de los animales.
No se recogen las últimas e interesantes, aunque muy breves, Additions, añadidas al final de la obra, en las que Lamarck modifica su esquema evolutivo lineal y traza el que podría ser el primer árbol filogenético. En un apéndice de esta edición digital tratamos brevemente esta interesante «desviación» del pensamiento de Lamarck.
Por último, solo nos queda advertir, aunque sea obvio, que hemos querido hacer accesible la consulta o la lectura de la exposición de Lamarck, de sus textos traducidos. Pero Lamarck no es fácil de leer porque, como dice Guyénot, escribe como si hubiese tenido una visión profética, no demuestra lo que dice y apenas hace referencia alguna a otros autores que le han precedido. De Lamarck se discute no solo qué dijo y qué quiso decir (el término besoin es un caso paradigmático), o la originalidad de sus ideas, sino, incluso, su aportación al desarrollo del pensamiento evolutivo. François Jacob en su obra La lógica de lo viviente llega a decir: «Al romper el viejo mito de la cadena de los seres vivos, puede que Cuvier haya hecho más por la teoría de la evolución que Lamarck al generalizar el transformismo del siglo XVIII».
La experiencia en la enseñanza me ha hecho sentir cuán útil sería ahora una Filosofía zoológica, es decir, un cuerpo de preceptos y de principios relativos al estudio de los animales e incluso aplicables a otras ramas de las ciencias naturales, pues nuestros conocimientos de los hechos zoológicos han hecho progresos considerables desde hace unos treinta años.
En consecuencia intenté trazar un esbozo de esta Filosofía, para usarla en mis lecciones y hacerme entender mejor para mis alumnos: en aquel momento no tenía ningún objetivo.
Pero para llegar a la determinación de los principios, y, según ellos, al establecimiento de los preceptos que deben regir en el estudio, viéndome obligado a considerar la organización en los diferentes animales conocidos, a tener en cuenta las diferencias singulares que ésta ofrece en los de cada familia, de cada orden, y sobre todo de cada clase, a comparar las facultades que estos animales obtienen de la organización según su grado de complicación en cada raza, finalmente, a reconocer los fenómenos más generales que presenta en los principales casos, me vi arrastrado sucesivamente a abarcar consideraciones del mayor interés para la ciencia y a examinar las cuestiones zoológicas más difíciles.
¿Cómo podía yo, en efecto, considerar la degradación singular que se encuentra en la estructura organizativa de los animales, a medida que se recorre su serie, desde los más perfectos hasta los más imperfectos, sin investigar de dónde proviene un hecho tan positivo y tan destacable, un hecho que tantas pruebas me certifican? ¿No debía pensar que la naturaleza había producido sucesivamente los diferentes cuerpos dotados de vida, procediendo desde el más simple al más complejo, puesto que al remontar la escala animal, desde los animales más imperfectos, la organización se estructura e incluso se complica gradualmente, en su constitución, de una manera notable?
Este pensamiento, por otra parte, adquirió a mis ojos el mayor grado de evidencia cuando reconocí que la más simple de todas las organizaciones no ofrecía ningún órgano especial, que el cuerpo que la poseía no tenía, en efecto, ninguna facultad particular, sino solamente las que son propias de todo cuerpo vivo y que, a medida que la naturaleza había logrado crear, uno tras otro, los diferentes órganos especiales y complicar así cada vez más la organización animal, los animales, según el grado de complejidad de su organización, habían obtenido diferentes características particulares, las cuales, en los más perfectos, son muchas y muy notables.
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