Hubert Reeves - Una pequeña historia para entender el universo
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- Libro:Una pequeña historia para entender el universo
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2011
- Índice:4 / 5
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Una pequeña historia para entender el universo: resumen, descripción y anotación
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HUBERT REEVES (1932). Astrofísico y ecologista canadiense, fue consejero de la NASA entre 1960 y 1964, y en 1965 fue designado director del Centro Nacional de Investigación Científica de París. Su obra ha sido traducida a múltiples idiomas y ha recibido numerosos premios académicos y literarios. En 1999, la Unión Astronómica Internacional puso el nombre de Hubertreeves al asteroide 9631.
Título original: L’Univers expliqué à mes petits-enfants
Hubert Reeves, 2011
Prólogo: Jorge Wagensberg
Traducción: Chesca Guim Segurado
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
[1] Nota del traductor: El título original en francés es L’Art d'être grand-père.
«Dedico este libro a mis nietos. Al empezar a escribirlo, tomé conciencia del valor simbólico que podía otorgarle: el de un testamento espiritual. ¿Qué quería contar a mis nietos acerca de la historia de este gran universo que ellos continuarán habitando después de mí? Este libro surge de las conversaciones con una de mis nietas en las noches de verano. Dialogamos bajo el cielo estrellado, que contemplamos cómodamente estirados sobre unas tumbonas. La contemplación de la bóveda celeste y la sensación de encontrarnos entre los astros provocan el deseo compartido de saber más acerca de este cosmos misterioso que habitamos. Este libro tratará cuestiones de ciencia, sin por ello excluir la poesía». Hubert Reeves
Hubert Reeves
ePub r1.1
Titivillus 15.01.2020
—Oigo hablar a menudo de los agujeros negros. ¿Existen de verdad? ¿Están en el cielo sobre nuestras cabezas? Y, de hecho, si son realmente negros, ¡no deberíamos poder verlos!
—La respuesta es sí, hay miles de millones de agujeros negros. Los hay grandes como el sistema solar, pequeños del tamaño del Mont Blanc e incluso más pequeños todavía. De hecho, la palabra agujero no es muy adecuada. No son agujeros, son astros bastante extraños. Para explicártelo, empezaré planteándote una situación ficticia. Imagina que esta noche un genio gigantesco se acerca a nuestro Sol y empieza a comprimirlo con sus enormes manos. Imagina que nuestra estrella, que mide un millón de kilómetros de diámetro, se ve reducida a solo tres kilómetros.
—¿Qué ocurriría?
—Al día siguiente no saldría el sol, ¡sería invisible!
—¿Por qué?
—Porque se habría vuelto tan denso y compacto que ya no irradiaría luz. Recaería sobre él como el agua de las fuentes.
—¿Qué impediría que saliera?
—¡La atracción de la materia tan comprimida! Es como la atracción de la Tierra que impide que las piedras que tiras salgan despedidas del planeta. Un agujero negro es un astro tan compacto que nada puede escapar de él. ¡Incluso la luz vuelve! Todo lo que cae sobre él no vuelve a salir. Es una especie de aspirador gigante.
—¿Podría devorar la Tierra?
—No, está demasiado lejos. Queda fuera de su alcance.
—Pero mañana por la mañana, ¿cómo sabré si el Sol sigue aquí si no puedo verlo?
—Observando cada noche las estrellas visibles en el cielo verías pasar de nuevo la ronda estacional de las constelaciones como de costumbre. Esto te aseguraría que la Tierra sigue girando alrededor del Sol.
—Entonces, el hecho de convertirse en un agujero negro no impediría al Sol atraer a la Tierra y mantenerla en su órbita.
—Lo has entendido a la perfección. Nuestro Sol ejerce dos acciones diferentes sobre los planetas: en primer lugar, les envía luz y, en segundo lugar, los atrae mediante lo que llamamos su campo gravitatorio. Es una propiedad de todos los cuerpos. Se atraen de manera mutua y cuanto más grandes son, más atraen lo que hay a su alrededor. Sin embargo, ambas actividades son independientes. Aunque dejara de enviar luz, el Sol seguiría atrayendo a los planetas. Un agujero negro manifiesta su presencia mediante su gravidez.
Imaginemos ahora otro capítulo de nuestra historia. Esta vez, el astuto genio aumenta ligeramente la masa del Sol.
—¿Qué le ocurría a la Tierra? Si lo he entendido bien, la atracción del Sol sería mayor. ¿Caería sobre él?
—No necesariamente. Quizá simplemente se acercaría. Giraría más deprisa y a una distancia menor de la actual. Y si el genio redujese una parte de la masa del Sol, la Tierra se alejaría y giraría más lentamente. Esta pequeña historia nos será útil más adelante. Muestra de qué manera un astro influye en los movimientos de los astros que le rodean aunque no les envíe luz.
Pero volvamos a los agujeros negros. Sabemos que hay uno en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Al igual que los planetas giran alrededor del Sol, se ha observado recientemente que varias estrellas giran alrededor de este astro invisible. Al calcular las velocidades, se ha estimado que su masa es tres millones de veces superior a la de nuestro Sol. Este agujero negro está situado en la dirección de la constelación del Centauro, cerca del horizonte sur estival de nuestras latitudes, junto a Antares, la hermosa estrella roja, el ojo del Escorpión.
—¡Es enorme! ¿Podría atraemos y devorarnos?
—No. Nos salva la distancia. Actualmente se acepta que cada galaxia tiene un agujero negro en su centro. La galaxia de Andrómeda tiene uno, treinta veces más grande que el nuestro. Hay algunas galaxias que tienen uno todavía más grande, hasta mil veces el nuestro. Estos monstruos engullen nebulosas y astros enteros. Avalanchas de materia se precipitan hacia ellos. Antes de desaparecer por completo, estos fragmentos gaseosos en caída libre se recalientan de manera violenta y emiten destellos de luz en todas las longitudes de onda: de radio, infrarrojas, visibles, ultravioletas, rayos X y rayos gamma. Estos cantos de cisne pueden detectarse por todo el universo. Se llaman cuásares. Se dice que el monstruo despierta cuando recibe comida.
—¿También hay agujeros negros pequeños?
—Sí, se forman al morir las estrellas más grandes. Tras la explosión que acompaña su fin, una parte de la materia de la estrella se comprime sobre ella misma y alcanza densidades enormes, comparables a lo que ocurriría si se comprime un petrolero enorme en un dedal. Los hay a miles en nuestra Vía Láctea, así como aparentemente también en todas las demás galaxias.
—¿Los hay más pequeños todavía?
—Hasta el momento no tenemos indicios de su existencia. Aunque, sin duda, la astronomía todavía no ha terminado de descubrirnos su bestiario fascinante.
de observación
—Abuelo, cuando le conté a mis amigos que íbamos a escribir juntos este libro sobre el universo, me pidieron que te hiciera un montón de preguntas.
—¿Como por ejemplo?
—¿Cuál es el tamaño del universo? ¿Qué había antes del Big Bang? ¿Habrá un día en el que se acabe el mundo? ¿Cómo ocurrirá? Y otras preguntas como: ¿existen otros planetas habitados? ¿Crees en los extraterrestres? Además, mis amigos dicen que en tus libros haces muchas comparaciones culinarias. Me hablaron de la sopa de letras y del pudín de pasas que preparaba tu madre.
—Vamos a hablar de todo ello. Gracias a las ciencias y, en concreto, a la astronomía, ahora comprendemos muchas cosas. Sin embargo, aún quedan muchísimas preguntas sin respuesta y muchos enigmas sin resolver. Voy a explicártelos para que no tengas la impresión de que lo sabemos todo. Nuestro universo continúa siendo profundamente misterioso… Estírate bien sobre tu tumbona y cierra los ojos. Respira profundamente. Toma conciencia de todas las partes de tu cuerpo: los pies, las manos, los dedos… Los ojos, las orejas, la nariz. ¿Estás ahí?
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