Os tengo que confesar una cosa: antes de empezar a redactar este libro tuve muchas dudas y me hice, sobre todo, un par de preguntas.
En primer lugar a quién me iba a dirigir en concreto. ¿A niños de diez a trece años? ¿A adolescentes? ¿También a adultos con ganas de pasar un buen rato y enterarse de qué va el asunto?
En segundo lugar, dado que el temita de la música se las trae por su complejidad, ¿me iba a conformar con que sacarais una ligera idea de esta historia? Para ello solamente me bastaría con basarme en ideas muy generales, contando sucesos y anécdotas graciosillas pero intrascendentes que os hicieran más fácil su lectura.
Supongo que muchos autores, y en parte yo mismo, nos hubiéramos conformado e incluso dado con un canto en los dientes logrando que tras la lectura de un libro supierais por lo menos algo sobre la historia de la música; en ese caso, este libro tendría que haber ido más por el entretenimiento y la diversión que por la enseñanza o el conocimiento. Pero da la casualidad de que viendo la increíble ignorancia que existe sobre la música en general en España a mí se me ha metido entre ceja y ceja el que sepáis no algo, sino bastante más sobre la historia de la música. Por qué surgió, cómo se hizo, cómo evolucionó y cuáles fueron los protagonistas de todo el asunto, muchos de los cuales son hoy absolutamente desconocidos, los pobres, después de haberse partido los cuernos para que ahora la música occidental sea como es. Y para compensar el esfuerzo que tengáis que hacer leyendo algunas cosas, están los estupendos dibujos de mi amigo Jvlivs.
Seguramente alguien se cuestione por qué le dedico tan poco espacio al siglo xix, siendo éste tan importante en la música clásica y su desarrollo. Pues bien, a mí me parece más interesante que todos vosotros sepáis de dónde viene lo que podéis escuchar, tanto de ese siglo como del xx.
Dentro de lo poco conocida que es la música clásica, lo más desconocido son sus raíces. De un árbol vemos el tronco y las ramas con sus hojas y frutos (que podemos coger y probar su sabor), pero no vemos sus raíces, y es interesante que sepamos cómo se desarrolla, el cómo y el por qué llega a ser como es.
De todas formas, en este libro no están todos los que son pero sí son todos los que están, y están bastantes. Y con que os quedéis con algo de lo que aquí se cuenta ya sabréis más de lo que
sabe el noventa por ciento de la población. Y no digamos si lo leéis con interés.
CAPÍTULO 1
PREHISTORIA
C uándo comienza la historia de la música? Probablemente, en el preciso instante en que un ser humano primitivo, por ejemplo, un homo sapiens cualquiera, totalmente anónimo, emitió algún sonido gutural que por casualidad le impresionó a él mismo o a algunos de sus peludos compañeros. Él solito, sin ayuda de nadie, ¡había descubierto la música!, mira tú por dónde.
Bueno, pues ya tenemos a nuestro primer músico dando alaridos en unión de otros compañeros, como si fueran lobos bajo la luz de la luna, para festejar una buena cacería o para lamentarse porque un mono histérico le había mordido un pie. La música entonces comenzó a tener sentido.
La música, en un primer momento, es la que servía para algo concreto, y sobre todo era vocal, o sea, se cantaba (entiéndase «se aullaba») para ahuyentar a los malos espíritus, invocar a los buenos que protegían a los cazadores, festejar la llegada de la pubertad, de la primavera, o para montárselo en plan funerario. Poco a poco la cosa se perfeccionó, y aparte del sentido utilitario, es decir, de curar enfermedades, hacer que lloviera, etc., comenzó a tener otro sentido simplemente estético: crear belleza y disfrutarla. En esos momentos, en que el hombre no había inventado la escritura, la música se transmite oralmente, de generación en generación, como puede pasar hoy con algunas canciones populares.
Lo que ocurría es que, además de transmitirse oralmente cada canción, el músico principal de la tribu se permitía el lujo de improvisar sobre una melodía ya conocida y la música se iba complicando y enriqueciendo, o sea, era más elaborada. Al principio se cantaba al unísono, es decir, todos la misma melodía. Incluso con el paso de los siglos hubo culturas más avanzadas en las que se escribía como una pequeña chuleta musical. Pero de repente, el típico miembro torpe de la tribu, con poca oreja e incapaz de seguir la línea de la canción ni para arriba ni para abajo, hizo por casualidad una segunda voz. ¡Atiza, este tío había revolucionado la cosa!
Y ahí comienza a surgir la armonía, o sea, dos o tres voces cantando al mismo tiempo (aunque fuera la misma melodía), pero a una distancia una de otra, una más arriba y otra por debajo.
INSTRUMENTOS MUSICALES EN LA EDAD DE PIEDRA
Paralelamente a la música vocal se desarrolla otra instrumental.
¿Cuál pudo ser el primer instrumento de la historia de la música? Posiblemente uno de percusión, por ejemplo, un par de piedras o un par de palos. Vamos a imaginarnos que a algún avispado se le ocurriera hacer chocar dos piedras repetidamente para acompañarse una canción, inventando entonces el concierto para voz sola y piedra chocada. Bueno, pues ya podemos tener el primer instrumento: una piedra. Luego, el hombre primitivo fue echando mano de otros utensilios; algunos de ellos posiblemente fueran restos de animales muertos: cuernos o huesos huecos. Poco a poco fue inventando instrumentos muy primarios de percusión, como las sonajas, el típico palo zumbador, los raspadores, etc., y de viento: flautas hechas de hueso o de caña. Por ejemplo, en Aurignac (Francia) se encontraron flautas de hueso de un solo agujero y de sesenta y dos mil años de antigüedad, algún que otro cuerno al que sacaban un sonido soplando a todo pulmón e incluso una bonita trompeta de caracola.
Tocata (y fuga) para cuerno y tronco
Eso en cuanto a los instrumentos de percusión y de viento. Pero ¿y la cuerda? También un miembro de una tribu primitiva, quizá un arquero, observó al disparar su arco cómo sonaba la cuerda al quedar vibrando tras haber sido lanzada la flecha. Ese sonido le gustó a aquel individuo y practicó el tiro sin flecha entre sus compañeros de la tribu. Así, aquel día la humanidad tuvo su primer instrumento de cuerda: un arco. A ese arco se le fueron agregando más cuerdas y, ¡hala!, ya tenemos un arpa, la primera de la historia.
Avanzamos en el tiempo y nos encontramos que en el Neolítico los grupos musicales ya contaban con un instrumental bastante completillo. Alrededor de la hoguera se reu-nían los bailones de la tribu mientras el grupo de moda se instalaba a un lado, y allí comenzaban a darle a los tambores —fabricados con un solo parche de piel tensada—, a alguna que otra cuerda tensada, a alguna flauta ya con agujeros o con varios tubos que el virtuoso del lugar manejaba cosa fina, e incluso a «vibráfonos» hechos con tablitas de madera de diverso tamaño y grosor que eran golpeadas con palitos.
En la Edad de los Metales ya tenían tecnología punta y se aprovechaban para fabricar, entre otras cosas, campanas, gongs y tubos de metal. También aparecen las primeras liras, arpas, cítaras, etc.