ESTE LIBRO ESTÁ DEDICADO A TODOS AQUELLOS QUE SE MARAVILLAN DE LA EXISTENCIA DEL UNIVERSO
INTRODUCCIÓN
LA MONTAÑA Y EL RATÓN
Una montaña da a luz un ratón... En el lenguaje popular, esta expresión tiene un sentido peyorativo. Expresa una decepción. Se ha hecho mucho ruido y barullo por poca cosa. Si se considera la cantidad de materia que está en juego, puede comprenderse esta fórmula. Si nos situamos, en cambio, en el plano de la riqueza de organización, la situación se invierte. Una montaña no sabe hacer nada con sus millones de toneladas de rocas. Está allí. Espera a que el viento y las lluvias la usen y la borren. El ratón, por el contrario, con sus escasos gramos de materia, es una maravilla del universo. Vive, corre, come y se reproduce. Si un día una montaña diese a luz un ratón, podríamos celebrar el más extraordinario de los milagros...
La historia del universo es, a grandes rasgos, la historia de una montaña que da a luz un ratón. Esta historia surge, capítulo por capítulo, de las diferentes aproximaciones científicas de la realidad: la física, la química, la biología y la astronomía.
La idea de una historia del universo es extraña al hombre de ciencia de los últimos siglos. Para él, las leyes inmutables de la naturaleza rigen el comportamiento de la materia en un presente eterno. Los cambios —nacimiento, vida, muerte— visibles a escala de nuestras vidas cotidianas se explican en términos de una multitud de reacciones atómicas simples, siempre las mismas. La materia no tiene historia.
Maeterlinck, en su hermoso libro sobre las abejas, se maravilla de la organización de la colmena. Pero su entusiasmo se convierte en pesimismo cuando, finalmente, se interroga sobre el sentido y el futuro de la naturaleza: «Es pueril preguntarse adónde van las cosas y los mundos. No van a ninguna parte y ya han llegado. Dentro de cien mil millones de siglos, la situación será la misma que hoy, la misma de hace cien mil millones de siglos, la misma que era desde un principio que hoy ya no existe y la que será hasta un fin que no se vislumbra todavía. No habrá nada más, y tampoco menos, en el universo material o espiritual... Puede admitirse la experiencia o la prueba que sirve para algo, pero nuestro mundo, después de la eternidad, no habiendo llegado más que hasta donde hoy está, ¿no ha demostrado acaso que la experiencia no sirve para nada?». Hegel expresa la misma visión de las cosas en su célebre afirmación de que «Nunca sucede nada nuevo en la naturaleza».
Es con la biología con la que comienza a aplicarse el concepto de dimensión histórica en el dominio de la ciencia. Fue Darwin quien descubrió que los animales no han sido siempre los mismos. En la superficie del globo, las poblaciones cambian. Los hombres aparecieron hace unos tres millones de años; los peces, hace quinientos millones de años. En esos momentos, sucedió algo nuevo en la naturaleza. Existe una historia de la vida sobre la Tierra.
En los albores del siglo XX , la observación del movimiento de las galaxias proyectó la dimensión histórica sobre el conjunto del universo. Todas las galaxias se alejan unas de las otras en un movimiento de expansión a escala del cosmos. De ahí nació la idea de un principio del universo. Apareció a consecuencia de una fulgurante explosión, hace cerca de quince mil millones de años y, desde entonces, prosigue su dilatación y enfriamiento. La imagen de una «materia histórica» se impone ahora en todas partes. Como los seres vivos, las estrellas nacen, viven y mueren, aunque su período vital hay que cifrarlo en millones o en miles de millones de años. Las galaxias tienen una juventud, una edad madura y una vejez.
La historia del cosmos es la historia de la materia que se despierta. El universo nace en la más completa indigencia. En su inicio no existe más que un conjunto de partículas simples y sin estructura. Como las bolas sobre el tapete verde de un billar, se contentan con errar y chocar entre sí. Después, por etapas sucesivas, esas partículas se combinan y se asocian. Las arquitecturas se elaboran. La materia se hace compleja y «actuante», es decir, capaz de realizar actividades específicas.
Patience, patience,
Patience dans l’azur!
Chaque atome de silence
Est la chance d’un fruit mûr!
Paul Valéry, tendido sobre la arena caliente de una laguna, contempla el cielo. En su campo de visión, unas palmeras se balancean suavemente madurando sus frutos. El poeta escucha cómo el tiempo hace calladamente su obra. Esta escucha puede aplicarse al universo. La gestación cósmica se va desarrollando con el tiempo. A cada segundo, el universo prepara algo. Sube lentamente los peldaños de la complejidad.
Imaginemos a un Valéry cósmico que hubiera asistido como espectador al desarrollo de todos estos acontecimientos. Su misión habría consistido en señalar la aparición de seres nuevos. Habría aplaudido el nacimiento de los primeros átomos. Habría compuesto una oda para las primeras células. En otros momentos, la inquietud habría aparecido en su rostro. Esta gran ascensión cósmica tuvo sus crisis. Algunas fueron graves. Por momentos, todo pareció gravemente comprometido. Pero el universo tiene inventiva y ha sabido siempre superar las crisis. En algunos casos, tuvo que realizar un largo retroceso para encontrar el camino.
¿Adónde conduce ese camino? La física nuclear nos permite comprender la «evolución nuclear»: cómo se formaron los núcleos atómicos en el corazón de las estrellas a partir de las partículas elementales surgidas de la explosión inicial. Rechazados hacia los grandes espacios intersiderales, esos núcleos se vistieron de electrones. Los notables progresos de la radiastronomía y de la biología molecular nos permiten trazar de nuevo las grandes etapas de la «evolución química» entre las estrellas, y sobre los planetas primitivos. Finalmente, siguiendo los pasos de Darwin, veremos erigirse ante nosotros el gran árbol de los seres vivos sobre nuestro planeta: la «evolución biológica» nos conduce desde las bacterias hasta la aparición de la inteligencia humana. ¿Se detiene en el ser humano ese camino de la complejidad? No tenemos ninguna razón para afirmarlo. El corazón del mundo continúa latiendo a su ritmo. El «sentido» está en marcha. Quizás en otros planetas se han franqueado ya otras etapas. ¿Qué maravillas inauditas prepara en cada uno de nosotros la gestación cósmica? El hombre nació del primate. ¿Quién nacerá del hombre?
La primera parte de este libro está consagrada a esa idea nueva de una historia del universo. Veremos cómo la observación del cosmos ha conducido a la visión de un universo en expansión. A la luz de nuestros conocimientos del pasado, nos interrogaremos sobre el futuro de nuestro universo. Y veremos cómo la más cotidiana de las constataciones, la oscuridad de la noche, nos conduce a las más profundas reflexiones.
Encadenando las evoluciones nuclear, química y biológica, nos es posible hoy reconstruir la odisea del universo que da a luz la conciencia. En el panteón hindú, Shiva es responsable del universo (figura 1). En una mano sostiene el fuego, y en otra, la música. Son los dos polos del cosmos. En su origen está el reino absoluto del fuego: el universo está en los limbos. Luego, en el transcurso de las eras, el fuego disminuye lentamente, como el mar cuando hay marea baja. La materia se despierta y se organiza: el fuego deja el paso a la música. En la segunda parte seguiremos paso a paso las etapas de este nacimiento.