Hubert Reeves
LA MAS BELLA HISTORIA DEL MUNDO
Joël de Rosnay, Yves Coppens, Dominique Simonnet
PROLOGO
¿Dé dónde venimos? ¿Qué somos? ¿A dónde vamos? Son las únicas preguntas que vale la pena plantear. Cada uno ha buscado la respuesta a su modo, en el titilar de una estrella, el ir y venir del océano, la mirada de una mujer o la sonrisa de un recién nacido… ¿Por qué vivimos? ¿Por qué hay un mundo? ¿Por qué estamos aquí?
Hasta ahora sólo nos ofrecían una respuesta la religión, la fe, las creencias. Hoy también la ciencia tiene una opinión. Quizás sea una de las mayores adquisiciones de este siglo: la ciencia dispone, en la actualidad, de un relato completo de nuestros orígenes. Ha reconstruido la historia del mundo.
¿Y qué ha descubierto, tan extraordinario? Esto: desde hace quince mil millones de años acontece una misma aventura que une el universo, la vida y el hombre como los capítulos de una larga epopeya. Hay una misma evolución, del Big Bang a la inteligencia, que empuja en el sentido de una creciente complejidad: las primeras partículas, los átomos, las moléculas, las estrellas, las células, los organismos, los seres vivientes, hasta estos curiosos animales que somos nosotros… Todo se sucede en una misma cadena, a todos les arrastra un mismo movimiento. Descendemos de los monos y de las bacterias, pero también de los astros y de las galaxias. Los elementos que componen nuestro cuer-po son los que antaño fundaron el universo. Somos, verdaderamente, hijos de las estrellas.
La idea perturba, es obvio, porque desafía antiguas certidumbres, destroza prejuicios; es así: desde la Antigüedad, los progresos del conocimiento no cesan de situar al hombre en el lugar que le corresponde. ¿Nos creíamos en el centro del mundo? Galileo, Copérnico y los otros nos desengañaron: en realidad habitamos un planeta trivial, situado en los suburbios de una galaxia modesta. ¿Creíamos ser creaciones originales, distantes de las demás especies vivientes? ¡Qué lástima! Darwin nos colgó en el árbol común de la evolución animal… Tendremos que volver a tragarnos nuestro orgullo mal situado: somos las últimas producciones de la organización universal.
Aquí vamos a relatar esta nueva historia del mundo a la luz de nuestros más avanzados conocimientos. En esta narración podremos apreciar una sorprendente coherencia. Veremos que los elementos de la materia se asocian en estructuras más complejas, las cuales se van a combinar en conjuntos aun más elaborados que, a su vez… El mismo fenómeno, el de la selección natural, orquesta cada movimiento de esta gran partitura, la organización de la materia en el universo, el juego de la vida sobre la Tierra e incluso la formación de las neuronas del cerebro. Como si hubiera una "lógica" de la evolución.
¿Y Dios, en todo esto? Algunos descubrimientos estremecen a veces convicciones muy íntimas. No mezclaremos los géneros, por supuesto. La ciencia y la religión no reinan sobre el mismo campo. La primera aprende, la segunda enseña. La duda es el motor de una; la otra se sostiene en la fe. No son indiferentes la una a la otra, sin embargo. Nuestra nueva historia del mundo no evita, muy por el contrario, las preguntas espirituales y metafísicas. Alcanzaremos a ver algo de luz bíblica al cabo de un capítulo, escucharemos el eco de un mito antiguo y nos cruzaremos con Adán y Eva en la sabana del África. La ciencia actualiza la discusión. No termina con ella. Cada uno puede optar.
Nuestro relato se apoya en los descubrimientos más recientes y aprovecha sus revolucionarios instrumentos: sondas que exploran el sistema solar, telescopios espaciales que urgan la intimidad del universo, grandes aceleradores de partículas que reconstruyen sus primeros instantes… Pero también ordenadores que simulan la aparición de la vida, tecnologías de la biología, de la genética y de la química, que revelan lo invisible y lo infinitamente pequeño. Y asimismo los recientes hallazgos de fósiles y el progreso de la datación, que permiten reconstituir con asombrosa precisión los caminos de los antepasados del hombre.
Si bien se alimenta con los últimos hallazgos, nuestra historia se dirige a todos, y especialmente a los profanos, adultos y adolescentes, sea cual sea el nivel de sus conocimientos. Evitamos toda actitud de especialista, nos prohibimos todo término complicado. Y no hemos vacilado, al modo de los niños, en plantear preguntas ingenuas: ¿Cómo se conoce el Big Bang? ¿Cómo sabemos qué comía el hombre de Cromagnon? ¿Por qué el cielo es negro por la noche? No hemos querido creer sin más a los científicos: les pedimos que pongan las pruebas sobre la mesa.
Cada disciplina avanza en busca de un origen: los astrofísicos indagan el del universo; los biólogos, el de la vida; los paleontólogos, el del hombre. Por esto nuestra historia acontece, como un drama, en tres actos -el universo, la vida, el hombre- y abarca así unos quince mil millones de años. Cada acto incluye tres escenas en que se convoca, en orden cronológico, a todos los actores, inertes o vivientes, de esta prolongada aventura. Los seguiremos en un diálogo con tres personalidades, los mejores especialistas franceses de cada uno de estos asuntos. Hace algunos años, los cuatro esbozamos una primera conversación para el semanario L'Express. ¡Sea alabada esa revista! La experiencia nos abrió el apetito. Tardamos un verano y varias veladas nocturnas en rehacer la aventura del mundo; placentera y apasionadamente. Ojalá el lector pueda gozar del mismo modo.
Con el primer acto, entonces, comienza nuestra historia… ¿Pero se puede decir, verdaderamente, "comenzar"? Veremos que esta noción de comienzo no es accesoria, muy por el contrario. Está en el corazón mismo de las discusiones metafísicas y plantea la pregunta fascinante por el tiempo. La abordaremos mediante el pasado más lejano a que puede • acceder la ciencia: por el famoso Big Bang, de hace quince mil millones de años, esa luz oscura y anterior a las estrellas. Y tal como los niños, nos haremos esta pregunta, que es pertinente: ¿qué había antes?
Desde ese "comienzo", la materia incandescente se combina bajo la acción de fuerzas asombrosas que aún gobiernan nuestro destino. ¿De dónde vienen? ¿Por qué están inmóviles mientras en torno todo cambia? En el curso de todo el relato, van a dirigir el gran mecano universal. Y a medida que el universo se expande y enfría, desatan singulares combinaciones -las estrellas, las galaxias- hasta engendrar, en la periferia de una de éstas, un planeta
destinado a un hermoso éxito. ¿Qué son estas fuerzas misteriosas? ¿De dónde viene el movimiento irresistible de la complejidad? ¿Son anteriores al universo? Hubert Reeves nos ayudará a ver claro en esto. El astrofísico, autor de obras maravillosas sobre el tema, es a un tiempo una persona excepcionalmente amable, un científico muy preciso y un gran divulgador. ¿Será así porque, lejos de los ordenadores que pueblan su vida profesional, suele contemplar el cielo de Borgoña con un modesto telescopio, como un simple aficionado? De tanto mirar lejos en el espacio, es decir, muy lejos en el pasado, ¿habrá capturado la verdadera medida del tiempo? Va, en cualquier caso, directo a lo esencial: la belleza de una ecuación, el resplandor de una galaxia, la queja de un violín, el terciopelo de un chablís… Quien ha tenido el privilegio de conocerlo en la intimidad lo sabe muy bien: su sabiduría no es fingida. Hubert Reeves es un hombre bueno, es decir, un espécimen en vías de extinción, que se obstina en buscar el equilibrio entre la ciencia y el arte, la cultura y la naturaleza y que sabe que la búsqueda de nuestros orígenes posee una dimensión que ninguna fórmula puede capturar, que no se puede encerrar en una teoría: la de nuestro asombro ante el misterio de la belleza.