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Francisco Largo Caballero - Mis recuerdos

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Francisco Largo Caballero Mis recuerdos

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Francisco Largo Caballero fue la personalidad más destacada del socialismo - photo 1

Francisco Largo Caballero fue la personalidad más destacada del socialismo español durante los años de la segunda república y la guerra civil. De origen humilde, autodidacto y honesto, recorrió, en política, el camino que iba desde la colaboración con la dictadura de Primo de Rivera, al liderazgo del ala más radical del PSOE, en los años inmediatamente anteriores a la guerra civil, en clara pugna con sus correligionarios Besteiro y Prieto. Fue Jefe de Gobierno entre los años 1936 y 1937.

A su muerte, acaecida en París, en 1946, Largo Caballero dejó una serie de cartas inéditas, fechadas en los años 1945 y 1946, en las que narraba la historia de su vida desde su infancia hasta prácticamente su final.

Estas cartas, dirigidas a un desconocido «amigo», nunca fueron enviadas, y, al ser descubiertas entre los papeles del finado, sus hijos encargaron su edición y prólogo a Enrique de Francisco, presidente del PSOE a la sazón, y uno de los más íntimos amigos y colaboradores de Largo Caballero. Sobre la identidad del «amigo», que se considera real y no un simple recurso literario, se han hecho muchas cábalas sin que haya podido llegarse a una conclusión demostrable.

Este libro se publicó en México, en 1954, con el título Mis recuerdos: cartas a un amigo, y puede ser considerado unas memorias sui generis, que, aunque llenas de errores de detalle, debido a que Largo Caballero escribía confiado sólo a su memoria, son un documento auténtico y sincero, que revela muy bien la personalidad de su autor y aporta datos interesantes sobre los trascendentales acontecimientos que le tocó vivir.

Francisco Largo Caballero Mis recuerdos ePub r10 jandepora 110814 Francisco - photo 2

Francisco Largo Caballero

Mis recuerdos

ePub r1.0

jandepora 11.08.14

Francisco Largo Caballero, 1954

Editor digital: jandepora

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PRÓLOGO Los hijos de Francisco Largo Caballero me han concedido el honor de - photo 3
PRÓLOGO

Los hijos de Francisco Largo Caballero me han concedido el honor de invitarme a hacer el prólogo de las diferentes cartas que con el título de Mis recuerdos dejó escritas su padre, unas a pluma y otras a lápiz.

Invitación tan honrosa, aparte del sentimiento de gratitud, despierta en mí una doble inquietud de alegría y de temor. Este trabajo va a permitirme revivir espiritualmente, y de aquí mi alegría, la mayor parte de mi vida reproduciendo y evocando hechos y acontecimientos en los que participé en unos como espectador, en otros, en la mayoría, como actor, y en todos ellos como compañero y amigo leal del hombre que —a continuación de Pablo Iglesias— gozó de más crédito, de más confianza, de más autoridad entre los trabajadores españoles organizados.

Al prologar y anotar esta obra quiero tener la ilusión de que de nuevo me he puesto a trabajar bajo la inspiración de aquel hombre con el que en el transcurso de medio siglo colaboré asiduamente, sin que jamás se suscitara entre nosotros discrepancia esencial alguna, y sin que en nuestras relaciones hubiese la más pequeña interrupción. Por añadidura creo honradamente haber sido el hombre que penetró más hondo en su intimidad y, aun corriendo el riesgo de que se atribuya a vanidad, el que mejor le ha comprendido.

¿A quién iban dirigidas estas cartas? Su autor no lo declaró nunca ni en la intimidad de la familia, y ésa es la razón principal por la cual jamás han llegado ni llegarán directamente al destinatario.

No obstante las prolongadas y frecuentes conversaciones con el autor, orales y escritas, antes y después de ser conducido a Alemania, también yo ignoro si existe una persona a la que estuvieran dedicadas estas misivas y cuál es esa persona. Mas, en el terreno de las suposiciones, podemos atrevernos a todo —a todo lo que sea honradamente permisible— y por ello me atrevo a creer dos cosas: que no me equivocaría al señalar cuál era la persona a la que las cartas estaban destinadas; que tampoco me equivocaría asegurando que dados los cambios operados en opiniones y conducías, viviendo el autor, tampoco las hubiera enviado al destino previsto.

Otra de las cosas que se ignoran es si esta correspondencia estaba o no destinada a la publicidad, aunque no está fuera de lógica pensar que si se enviaban a persona cuyas dotes de escritor y publicista le eran bien conocidas, seguramente no sería con la intención de que permanecieran secretas, sino con la más admisible de que corregidas y aun aumentadas, llegasen a conocimiento del gran público por el cual, el autor, hizo tantos y tan grandes sacrificios.

En fin de cuentas, él vivió —después de escritas— tiempo más que suficiente para haberlas enviado a destino, o encargar que se enviasen, y no lo hizo y, si nos apremiasen mucho, diríamos que a plena conciencia.

¿Por qué se publican ahora? Ante sus herederos, y ante las muy escasas personas que hemos sido consultadas, se ha presentado un verdadero caso de conciencia. Si el autor se propuso un día entregarlas a un publicista por el que sintió gran predilección, es incuestionable que abrigaba el propósito de que se hicieran públicas para que los trabajadores dedujeran de ellas las conclusiones que creyeran razonables. En tal caso conservarlas en el archivo familiar sería contrariar las intenciones que tuviera al escribirlas. De otra parte, los herederos no han recibido mandato directo y expreso de hacerlas públicas, pero tampoco recibieron indicaciones, órdenes o prohibiciones de no hacerlo.

Estas cartas son un verdadero documento histórico, tanto por la personalidad del autor como por los acontecimientos que relatan, y salvo si hubiese existido prohibición expresa del autor nadie tiene derecho a sustraerlas al conocimiento de la opinión pública, y en particular al público compuesto por los trabajadores españoles. Bastarían estas razones para estimar acertada la resolución de publicar este volumen. Pero hay otras consideraciones de más peso.

Estos recuerdos biográficos son, en realidad, una parte de otro libro que dejó escrito y preparado para su edición Francisco Largo Caballero. Y aquí sí se manifiesta insistentemente el deseo del autor de que se den a conocer sus informaciones, opiniones, y los documentos, copiados literalmente, que atestiguan su absoluta e incontrovertible veracidad histórica, sobre la guerra civil española de 1936-1939, la huelga general de 1934, la insurrección de 1930, y en general de todos los grandes acontecimientos de que fue actor principalísimo.

Los trabajadores juzgarán si esta publicación es un acierto o un error. De uno u otro modo, la conciencia de quienes podían resolverlo, nada tiene que reprocharse. Por lo que a mí se refiere asumo orgulloso la responsabilidad que me pueda caber por la edición de este epistolario.

Francisco Largo Caballero representa el tipo de hombre del cual se dice: ¡Es un autodidacta! y dicho esto se cree decirlo todo o tributarle el mayor elogio. No. Se puede ser un autodidacta y tener muy limitadas facultades. Se puede ser un autodidacta y carecer de dotes para intervenir con eficacia en la vida pública. Se puede ser autodidacta y ser un bandido o un sinvergüenza. Se puede ser un autodidacta y, a la vez, ser otras muchas cosas plausibles o censurables. El quid no está ahí.

Autodidacta es el que se adiestra o se instruye por sí mismo, sin auxilio o dirección de maestro. Bien. Pero lo mismo puede instruirse o adiestrarse en lo útil que en lo dañino; en las buenas o en las malas artes.

Tomemos la cosa por el lado bueno. Ser un autodidacta constituye un mérito. De acuerdo. Yo también lo soy, pero ¿a qué alturas tendría que encararme para ponerme al nivel —entre los socialistas españoles— de un Pablo Iglesias, un Matías Gómez, un Francisco de Diego, un Antonio García Quejido, un Francisco Largo Caballero, todos ellos autodidactas, para no referirme más que a los desaparecidos?

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