Índice
Parcere subjectis et debellare superbos (V IRGILIO ,
Eneida, VI)
SUMMA VITÆ
De todo lo que amé en días inconstantes ya sólo van quedando rastros, marañas, conjeturas, pistas dudosas, vagas informaciones: por ejemplo, la lluvia en la lucerna de un cuarto triste de París, la sombra rosa de los flamboyanes engalanando a franjas la casa familiar de Camagüey, aquellos taciturnos rastros de Babilonia junto a los barrizales suntuosos del Éufrates, un arcaico crepúsculo en las Islas Galápagos, los prolijos fantasmas de un memorable lupanar de Cádiz, una mañana sin errores ante la tumba de Ibn’Arabi en un suburbio de Damasco, el cuerpo de Manuela tendido entre los juncos de Doñana, aquel café de Bogotá donde iba a menudo con amigos que han muerto, la gimiente tirantez del velamen en la bordada previa a aquel primer naufragio... Cosas así de simples y soberbias. Pero de todo eso ¿qué me importa evocar, preservar después de tan volubles comparecencias del olvido? Nada sino una sombra cruzándose en la noche con mi sombra.
INTROSPECCIÓN
Una luz vespertina de prostíbulo, de resto de alcohol, de inconsolable cantina ferroviaria, irrumpe y persevera en esos intramuros fugaces de la desmemoria. Se oye el paso decrépito del tiempo entre las inconstantes dádivas de la felicidad, mientras fluyen los cuerpos juveniles y el olvido otra vez se delata y lame con su liviana lengua un penúltimo rastro de deseo.
BLANCO
El color blanco ocupa el centro de la vida, refrenda su vacío, su plenitud, participa de todo lo naciente, de todo lo extinguible, de su certeza, de su negación.
BLANCO
El color blanco ocupa el centro de la vida, refrenda su vacío, su plenitud, participa de todo lo naciente, de todo lo extinguible, de su certeza, de su negación.
Pauta consecutiva, el blanco concierne al aire libre, al vuelo de las aves, al trazo inaugural de la imaginación, al semen. Es el preludio de lo incomenzado, la cifra terminal de lo perpetuo. Tiempo en blanco y aviso del vacío: mi palabra y mi alma.
LA CLAVE VENTUROSA DE LA VIDA
Recuerdo paso a paso aquel camino de tierra oscurecida por la lluvia, con charcos despiadados, alambradas hirsutas en las lindes y unos chopos sin hojas afligiendo al paisaje. Un lugar anodino, difuso, apenas predecible, y sin embargo dotado de una nítida hermosura, no por ningún expreso ornato natural sino porque precisamente allí, hace ya tiempo, percibí de improviso una presencia parecida a la plenitud, ese raudo bosquejo que irrumpe en la memoria y se incorpora ya para siempre a los indubitables rudimentos de la felicidad.
ATAJO DEL TIEMPO
Sedienta luz calcárea que repta entre Damasco y Namaniyya, la miel solar vertiéndose por las junturas del adobe y el brusco ardor del aire arrastrando rastrojos entre ruinas, mientras llegas no llegas a un chamizo de polvorientos anaqueles, restos de guarnicionerías y divanes de ajada piel de cabra, dulces andrajos de un linaje de príncipes, y oyes de pronto el torrencial acorde del arameo, único aduar del mundo (te dijeron) donde gentes de venerables rostros y túnicas hendidas como llagas hablan aún la lengua que habló Cristo, en tanto que la trama del aire predecía ese atajo del tiempo en que se aloja la palabra matriz de las palabras.
SOMBRAS LE AVISARON
Trémula sombra diurna, agreste sombra servil saliendo del fondo del desdén, entre tus piernas procelosas, debajo de los lívidos lienzos del otoño, amparándose dentro de otra sombra.
SOMBRAS LE AVISARON
Trémula sombra diurna, agreste sombra servil saliendo del fondo del desdén, entre tus piernas procelosas, debajo de los lívidos lienzos del otoño, amparándose dentro de otra sombra.
Sombra que identifico con el tacto como si fuera un ciego, sombra que intento desplazar hacia las periferias del pasado y vuelve y vuelve y vuelve como la enfermedad que padecí cuando era joven y aún se anuncia con un sabor de sangre en la saliva. Sombra que acosa al tiempo y lo trastorna: equidistancia entre mañana y nunca.
CUIQUE SUUM
Yo, que sé lo que no sabe nadie, ignoro en qué consiste ese impío episodio de las hojas caducas y los recuerdos devastados. Yo, que dejé que me vencieran con tal de no pecar de victorioso, no sé dónde termina ese litigio entre la historia y sus culpables. ¿Todo aquel que recuerda se equivoca? ¿Ignorantes y sabios permutan sus errores? ¿Sólo podrá alcanzar a conocerse quien descrea de todas las verdades?
VENID A LA LUZ DEL ALBA
Esa luz en que anidan las alondras, que irradia de la lluvia y del sudor de los cuchillos, que incumbe al alba y a sus macilentas predicciones, ¿es la misma que ahora arriba desde el mar, transita entre los pájaros, profana la intimidad de los cristales? Sellan las sombras sus litigios y todo ronda al fin la mansedumbre.
MIRADA DEL VIDRIO
En el borroso alféizar persevera la botella vacía.
MIRADA DEL VIDRIO
En el borroso alféizar persevera la botella vacía.
Procede de la noche y ausculta desde el vidrio el paso de las horas, la lenta niebla rosa cercando las retamas, la luz que ya despunta por detrás de la cerca. ¿Hasta cuándo duró la noche ayer, por qué sitios anduve, a quién atañe esa botella impávida que mira lo que yo, que está asomándose al mismo mar que yo y parece acusarme de haber capitulado? Raudo se aferra el día al lívido dintel de la ventana, mientras dentro propaga sus agravios ese huraño testigo que culpa a la botella de haber sobrevivido a su consumación. Triste ornato carnal, tiempo de los venenos, otra vez soy mi propio contendiente y he leído todos los libros.
EFIGIE
Ella vendía frutas, abalorios, flores de trapo en un bazar de Esmirna, en el mercado de Sanlúcar, en Basora, en Palermo, en Medellín. Era la misma esclava manumisa, eran los mismos desperdicios amontonados en los intramuros irreparables de la soledad. La recuerdo entre brumas suspensivas, rodeada de perros y garrafas, un bulto aletargado entre otros bultos igualmente inanes, mientras caían como copos las pedregosas horas del invierno.
Seguirá estando allí donde yo esté.
ENTRE DOS LUCES
Vi el reverso del aire, un largo velo incoloro, un rastro de cenizas pendiente del vacío, un agujero sin sus bordes. Otra cosa no había. ¿Ha valido la pena llegar hasta estas vecindades inapelables de la incertidumbre sólo para volver a constatar que la nada colinda con la nada? Detrás del aire, el aire. De esta parte ¿qué queda?
NECIOS CONTIGUOS
Abstemios y locuaces viven juntos en la casa de la infelicidad. Allí reciben con asiduo encono a gentes ambidextras, adiestradas en los arduos oficios de la majadería, ya en los siempre viscosos reductos de los bienpensantes.
A chorros vociferan, declaman, abominan del rango de infractores, gustan del sonsonete atroz de las tertulias, consisten en ser sólo lo que son: el eco triste de otros tristes ecos. Escrito está en los márgenes de libros y botellas: los necios se asesoran de otros necios contiguos.
SALVEDAD
Todos aquellos que han sobrevivido a tres naufragios, tienen asegurada la inmortalidad. Así se afirma al menos en los nunca escritos códices de Argónida. Mi suerte ya está echada: un naufragio me queda para atajar la muerte.
(16.IV.2002)COARTADA
La luz prensil de los espejos atrapa a quien se mira.
Al fondo pululan turbios flecos, marcas marchitas, falsos indicios de la realidad, la lenta lepra opaca del azogue. Todo es ya su reflejo. ¿Quién se hizo pasar por quién? Cómplice de sí mismo, el que se mira inculpa a quien lo observa.
Página siguiente