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John Milton - Areopagítica

Aquí puedes leer online John Milton - Areopagítica texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1644, Editor: ePubLibre, Género: Política. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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John Milton Areopagítica
  • Libro:
    Areopagítica
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1644
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Areopagítica: resumen, descripción y anotación

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«Tan célebre como su Paraíso perdido, el poeta inglés John Milton comprometió su pluma y su persona por motivos afines al oficio de la escritura. Animado por la constante molestia que le causaba el estricto control del Parlamento sobre la prensa, y por la censura sobre su propia obra, escribió este libro como un ejercicio de vigor prosístico que es hoy uno de los más antiguos y vigentes discursos en torno a la libertad de imprenta. Milton dedicó su alegato a la institución que, en el Reino Unido, sería la correspondiente del Areópago, el tribunal ateniense. Debido a que en este discurso se cuestionan las medidas de regulación y control oficiales de los medios, esta obra constituye una de las más tempranas defensas de la libertad de imprenta, antecedente incluso hasta del reciente debate en torno a los medios electrónicos de comunicación.» El poeta sufrió cárcel y estuvo cerca de ser ejecutado por sus actividades propagandísticas, pero expuso, en el siglo XVII, una polémica que aún continúa, pues sus demandas se oponen, vistas desde el extremo, a quienes señalan los peligros que corre la sociedad si la expresión pública se vuelve irresponsable al no estar regulada.

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Tan célebre como su Paraíso perdido el poeta inglés John Milton comprometió - photo 1

«Tan célebre como su Paraíso perdido, el poeta inglés John Milton comprometió su pluma y su persona por motivos afines al oficio de la escritura. Animado por la constante molestia que le causaba el estricto control del Parlamento sobre la prensa, y por la censura sobre su propia obra, escribió este libro como un ejercicio de vigor prosístico que es hoy uno de los más antiguos y vigentes discursos en torno a la libertad de imprenta. Milton dedicó su alegato a la institución que, en el Reino Unido, sería la correspondiente del Areópago, el tribunal ateniense. Debido a que en este discurso se cuestionan las medidas de regulación y control oficiales de los medios, esta obra constituye una de las más tempranas defensas de la libertad de imprenta, antecedente incluso hasta del reciente debate en torno a los medios electrónicos de comunicación.»

El poeta sufrió cárcel y estuvo cerca de ser ejecutado por sus actividades propagandísticas, pero expuso, en el siglo XVII, una polémica que aún continúa, pues sus demandas se oponen, vistas desde el extremo, a quienes señalan los peligros que corre la sociedad si la expresión pública se vuelve irresponsable al no estar regulada.

John Milton Areopagítica ePub r10 Titivillus 260616 Título original - photo 2

John Milton

Areopagítica

ePub r1.0

Titivillus 26.06.16

Título original: Areopagitica

John Milton, 1644

Traducción: José Carner

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

Notas 1 Antiguo tributo pagado al invasor danés T Cuando Gutenberg echó a - photo 3

Notas

[1] Antiguo tributo pagado al invasor danés. (T.)

Cuando Gutenberg echó a andar la imprenta en 1440, puso al alcance de la humanidad el instrumento que le permitiría hacer uso efectivo y gozar plenamente de la mayor de sus libertades y el más importante de sus derechos: la libertad de expresión, que incluye tanto el derecho a la información como la libertad de prensa. Pero no fue nada sencillo. De inmediato, la Iglesia condenó a la imprenta como obra del diablo. Su aparición despertó las fuerzas más oscuras y retrógradas que siempre han considerado la voluntad de expresarse como un gran peligro.

A la par de la imprenta avanzó la censura. A poco más de medio siglo de haber nacido el invento, en 1501, la bula del papa Alejandro VI, Borgia, universalizó la censura eclesiástica, prohibiendo todo aquello que fuera escandaloso y que, por supuesto, se opusiera a la fe. Siguiendo al papa, los Reyes Católicos de España, país líder en materia de censura e inquisición, dictaron una pragmática que instauraba la fiscalización por parte del poder civil. Corría el mes de julio del año 1502.

No erraba la Iglesia en su afán de proteger a cualquier precio su verdad única ni en atacar como fuera a aquellos que tuvieran un pensamiento distinto y se atrevieran a exponerlo. Tampoco se equivocaba en arremeter contra cualquier vía de difusión de esas ideas diferentes y, por tanto, heréticas. Tenían razón: otra habría sido la suerte de Lutero y el pensamiento protestante de no haber sido por el medio millón de ejemplares de las famosas Tesis .

La censura del poder civil en Alemania tuvo lugar en 1529. A mediados del siglo XVI, Pablo IV creó una nómina de libros prohibidos —el Index Librorum Prohibitorum — que incluía más de 4000 títulos. No finalizó el siglo sin que España (Felipe II y doña Juana) dictara pragmáticas (en 1558 y 1588) que acentuaban la censura, imponían la licencia para imprimir ( imprimatur ) y autorizaban pesquisas y registros de libros prohibidos en cualquier lugar, ya fuera bibliotecas, universidades o monasterios y hasta casas particulares.

La primera voz a favor de la libertad de expresión y de prensa se escuchó en 1644. Resonó ante el parlamento de Inglaterra y lo profirió John Milton con su Areopagítica , el más brillante alegato en defensa del conocimiento y en contra de la censura y el imprimatur .

Sus contemporáneos describieron a Milton como “el británico que mejor conoce el latín y sabe qué hacer con él”. En la actualidad lo reconocemos como uno de los mayores autores de la lengua inglesa. Además de caracterizarse porque después de sus versos dicha lengua ya nunca fue la misma, también lo hizo por su defensa de las libertades civiles y su resistencia a las verdades oficiales en que se destaca el “Discurso acerca de la libertad de impresión, sin licencias, al parlamento de Inglaterra”, expuesto en la obra que tenemos entre las manos.

Un hecho que ilustra la conducta, el coraje y las convicciones de Milton fue su respeto y admiración por Galileo Galilei, con quien convivió en Italia: “Allí encontré y visité al famoso Galileo, envejecido en la cárcel de la Inquisición, por pensar en astronomía de otra suerte que como licenciadores franciscanos y dominicos pensaban…”, escribió.

Areópago era la colina donde los jueces griegos juzgaban tanto ideas como a hombres y donde Protágoras fue sentenciado y sus libros condenados a la hoguera. Y todo porque el filósofo presocrático se atrevió a sostener que el hombre era la medida de todas las cosas y a confesar sus dudas sobre la existencia de los dioses. Poco más de 1000 años después, Milton evoca el Areópago para rebatir la orden parlamentaria del 14 de junio de 1643 que requería licencias para imprimir.

“Dadme la libertad de saber, de hablar y de argüir libremente según mi conciencia, por encima de todas las libertades.” Con entera convicción, Milton ubicaba la libertad de expresión como la cúspide y garante de todas las libertades y derechos. Todo aquel que ame la independencia humana coincide con esta idea. Para hacerla valer hemos celebrado convenciones y declaraciones, entre las cuales destaca la Declaración de Chapultepec, de marzo de 1994, para cuya promoción y difusión la Sociedad Interamericana de Prensa apoya ahora la edición de este libro del catálogo del Fondo de Cultura Económica.

La fuerza del pensamiento miltoniano y la contundencia de sus argumentaciones mantienen una vigencia indiscutible. No sólo por su valor intrínseco, sino también porque lamentablemente aún persisten y resucitan cada tanto —con diferentes matices o bajo formas disimuladas y en distintos lugares del planeta— las normas restrictivas contra las cuales apeló. Algunas disposiciones de la orden parlamentaria cuestionada nos hablan de esta triste actualidad: “que no se imprimirá ninguna orden de ambas cámaras o de cualquiera de las dos salvo por su mandato”; “que ningún libro será en lo sucesivo impreso o dado a la venta sin haber de antemano conseguido aprobación y licencia de la persona o personas que ambas cámaras o cualquiera de las dos designaren para la expedición de tales servicios“; “que la compañía de libreros y los funcionarios de ambas cámaras quedan autorizados para la busca de las no autorizadas prensas, y destrucción de ellas; para la busca de libros no autorizados y su confiscación y para la ‘aprehensión de todos los autores, impresores y otros tales relacionados con la publicación de libros no permitidos” para someterlos a la “junta examinadora” y aplicarle los “ulteriores castigos”. “Todos los jueces de paz, capitanes, alguaciles y demás funcionarios prestarán su concurso a la ejecución de lo dispuesto.” Así termina la orden a la que Milton se opuso hace 350 años en el parlamento inglés y frente al cual obtuvo sólo un triunfo parcial.

Pese a que han transcurrido tantos años, a que el avance de la civilización ha sido considerable y a que la lucha por la autonomía nunca ha cejado se mantienen graves restricciones y ataques a la libertad de expresión que cobran vida a través de leyes, medidas administrativas o decisiones gubernamentales.

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