© Zoe Cormier, 2014.
© de la traducción: Francisco López Martín, 2005.
© de esta edición digital: RBA Libros, S.A., 2015.
Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.
Composición digital: Newcomlab, S.L.L.
Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Todos los derechos reservados.
A MIS PADRES.
Are very good indeed.
AGRADECIMIENTOS
En primer lugar y ante todo, a Jen Wong, capitana de nuestro barco y fuente inagotable de fuerza e inspiración. Contigo rompieron el molde.
A Mark Rosin, cofundador de Guerilla Science. Con tu doctorado en matemática astrofísica en Cambridge tuviste la singular idea de fundar un negocio viable haciendo que la ciencia resultara placentera para el gran público. Eres un genio.
A Jenny Jopson, Louis Buckley y Olivia Koski, científi cos brillantes y genuinos que optasteis por transformar vuestros conocimientos empíricos en carreras incandescentes como artistas y productores. Sois roqueros de la ciencia.
A Richard Bowdler, hijo pródigo de Guerilla Science, que contribuiste a fundar nuestra empresa y pronunciaste la frase más brillante sobre la condición humana que he oído nunca: «Existimos».
A todos mis amigos con afición o dependencia a las drogas, muertos o vivos: os quiero. Por favor, dejadlo. Echo de menos cómo erais. Se supone que esas sustancias son un regalo, no un estilo de vida.
A todos mis amigos y familiares que han superado la adicción. Estoy orgullosa de vosotros. Os quiero y doy las gracias por seguir a mi lado.
A mi abuelo, el actor y dramaturgo Don Harron. Cuando te dije que quería estudiar ciencia y no literatura, reaccionaste con serenidad y me dijiste en tono firme: «Perfecto, pero no te olvides de que eres escritora, no científi ca».
A mi padre, Gary Cormier, promotor de rock, que me enseñó más sobre música que todos mis profesores del Royal Conservatory juntos.
A mi madre, Martha Harron, la mejor lexicógrafa a la que he tenido la suerte de conocer.
A mi hermana, Amy, por tu fuerza, tu valentía y tus maravillosos consejos en todos los aspectos de la vida. Sin ti, nada de esto habría sucedido.
A mi hermano, Ben, un genio de los ordenadores y el mejor apoyo informático imaginable. Aunque detestas las cintas magnetofónicas, guardo como oro en paño la casete de tecno que me regalaste en 1993. Sin ti, no sería quien soy.
A mis tías Kelley y Mary. Todo el mundo necesita modelos: vosotras sois los míos.
A mis farmacéuticos musicales, Duncan Thornley, Kier Wiater-Carnihan, Dan Hartrell, Florian Tanant y Daniel Garber. No solo enriquecéis mi paisaje sonoro, sino también mi vida. A Gemma Wain, Daniel Farrell, Neon Kelly y Rebecca Burn-Callander —escritores y extraordinarios malabaristas del lenguaje—, por alimentar mi amor a las palabras e insistir en que hay que escribir para el recuerdo. A Peter Farrel y Debora Malvezzi, por hacer que la vida merezca la pena.
Y a Inglaterra. Tus estridentes festivales musicales, tu libertino uso de las drogas y tu insaciable pasión por la vida fueron la inspiración para este libro. Además, tus tristes cielos grises hicieron que me resultara mucho más sencillo no salir de casa y escribir. Por más que te denigres, a mí me pareces irrefutablemente hermosa. Gracias.
PRÓLOGO
Hace seis años, un grupo de científi cos decidimos revolucionar la relación que el público mantenía con la ciencia.
Hasta entonces, la ciencia había languidecido sin remedio, encerrada tras los muros del privilegio, de los estereotipos aburridos y de una jerga oscura cuyo propósito era intimidar antes que informar. Queríamos liberar a la ciencia, lograr que le inspirara a todo el mundo la curiosidad y el asombro que nos producía a nosotros. Buscábamos cuestionar los prejuicios que la rodeaban, la idea de que los científicos eran unos señores secos y aburridos que hablaban de manera ininteligible y llevaban bata blanca. Así nació Guerilla Science, un grupo que practicaba la ciencia a hurtadillas, mostraba cosas sorprendentes a públicos maravillados y desarrollaba experiencias asombrosas en lugares aparentemente insólitos.
Nuestra lúdica revolución nació en una serie de espacios increíbles que se convirtieron en hogares para nosotros: almacenes abandonados, hospitales psiquiátricos de época victoriana, el cascarón vacío de la central térmica de Battersea, las deslumbrantes cavernas de Selfridges y los inimitables lodazales de los festivales de música. Le pusimos a la gente etiquetas que decían «Polvo de estrellas», los llevamos a un safari por las partículas elementales del universo, los guiamos en una visita auditiva por el universo que hay en nuestra cabeza y los condujimos a una aventura sónica por nuestra galaxia y por todo el universo. Realizamos experimentos neurológicos en una isla construida con heno. Fabricamos y diseccionamos cerebros de gelatina que servimos a comensales intelectualmente hambrientos. Incluso simulamos la experiencia de ser una cobaya humana de laboratorio sometida a una batería de pruebas sensoriales en un laberinto gigantesco.
Nuestra misión es explorar la ciencia por caminos únicos y creativos, y producir experiencias que instruyan, entretengan y asombren. Gracias a nuestra labor, el público experimenta la ciencia de una manera heterodoxa y descubre las inimaginables realidades que nos revela.
Con el carácter lúdico que evidencian nuestras propuestas, ningún tema podía ser más adecuado para escribir un libro que la ciencia del placer y su importancia en la vida cotidiana. Esta investigación de la ciencia del hedonismo (y del hedonismo de la ciencia) presenta la ciencia como un instrumento para comprender, cuestionar y, en última instancia, apreciar el significado de la existencia. El libro te guiará por un camino que te hará descubrir los usos que a lo largo de los tiempos se ha dado a la ciencia como medio para comprendernos a nosotros mismos.
Disfruta del viaje.
JEN WONG
Directora creativa de Guerilla Science
INTRODUCCIÓN
¿Qué nos hace especiales? El Homo sapiens tal vez no sea la cumbre de la evolución, pero sin duda somos singulares. No hay ser vivo que se nos asemeje. Pero ¿qué es exactamente lo que vuelve tan especial a nuestra especie?
Saber qué nos convierte en lo que somos ha ocupado nuestros complejos y angustiados cerebros desde el momento en que tuvimos conciencia de nosotros mismos. Es un enigma científi co sumamente difícil de responder.
¿Qué signifi ca ser humano?
¿Es una cuestión de conciencia? ¿De autoconciencia? ¿De pericia matemática? ¿De capacidad lingüística?
Nuestro nombre dice mucho acerca de lo que pensamos sobre nosotros mismos: Homo sapiens, «hombre sabio». El mono refl exivo. Así de listos nos creemos.
Desde que empezamos a escribir, hemos considerado que nuestras capacidades cognitivas «superiores» son la clave que nos separa del resto de animales. Podemos anotar cosas, juntar números, pensar sobre el pasado, el presente y el futuro, y no dejar de dar vueltas a todo lo que nos preocupa.
Ahora bien, si nuestra incomparable mente tal vez sea lo que nos hace humanos, al mismo tiempo nos vuelve profundamente desgraciados, nos llena de angustia y nos confunde. Cuando nos alejamos de ella, quizá conectamos con algo más profundo que mora dentro de nosotros. ¿Son el sexo, las drogas y el rock and roll las tres mejores formas de borrar la conciencia? ¿Nos viene bien pensar de vez en cuando un poco menos?