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A Livorno,
a Sarajevo,
a mí
P RÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
L os griegos decían que solo « de las palabras nacen la belleza y el encanto ».
Ver traducido en español mi primer libro es una auténtica maravilla, pues La lengua de los dioses habla de una lengua, el griego antiguo, que no ha dejado nunca de seducir a hombres y mujeres de todas las épocas y de todos los lugares por su hermosura, su elegancia y sobre todo por su rareza.
Traducir significa llevar al lector de la mano, acompañarlo más allá de su manera de pensar a través de una lengua desconocida para desvelar su magia, para quitar el velo al hechizo de las palabras y hacer que se conviertan en realidad sorprendente, en pasión.
Por este motivo, cuando veo que mis palabras, nacidas en una lengua, el italiano, con el fin de hablar de otra —ese griego que Virginia Woolf definía en 1905 en The Magic Language —, arriban a otro puerto, el del español, resulta para mí verdaderamente mágico. Como si mi visión del mundo de los griegos a través de las palabras —desde su particularísima manera de concebir el tiempo hasta la expresión del deseo, desde saber transmitir el amor hasta la superación de la barrera de los géneros de las cosas y de la vida— hubiera emprendido un nuevo periplo.
Gracias a esta traducción de Taurus, el libro, como Ulises, se enfrenta a un viaje de la lengua griega que dura desde hace ya más de dos mil años, y que, sin embargo, aún es capaz de hablarnos a nosotros, mientras vamos en busca de la «casa de nuestras palabras», que ya no encontramos, en busca de nuestra Ítaca lingüística.
No existe viaje que llegue a una meta sin medirse con la diversidad que se encuentra a lo largo del trayecto; el griego es irremediablemente distinto, por eso sentimos una especie de añoranza de él, como si fuera una historia de amor que nunca hemos vivido, sino siempre anhelado.
No importa si conocéis o no el griego; este libro está dedicado a cualquier persona que busque las palabras para hablar de sí mismo en el presente. La lengua de los dioses no es un manual tradicional, un ensayo académico, una clase impartida desde lo alto de una tarima: es una síntesis del alma a través de una lengua antiquísima como la griega, que, sin embargo, no ha sido nunca tan moderna.
Con este libro el griego ha vuelto a mí, que lo he amado siempre, y ahora vuelve a vosotros, vuelve a casa, a vuestra manera de pensar, a vuestras palabras y a vuestros gestos cotidianos. Vuelve porque no se ha ido nunca: lo clásico no es algo antiguo, sino algo que no deja nunca de tener cosas que contar, decía Italo Calvino. A través de La lengua de los dioses el griego antiguo tiene mucho que contaros; y también tiene mucho que pediros.
¿Cuándo fue la última vez que dijisteis «te quiero» de verdad, que lo disteis todo por hacer realidad un sueño? ¿Cuándo os sentisteis verdaderamente libres de disponer de vuestra vida y por lo tanto obligados a asumir la responsabilidad heroica, griega, de tomar una decisión que cambió para siempre el curso de vuestra existencia?
La lengua de los dioses demuestra lo que siempre he pensado, desde cuando me enamoré del griego siendo una chiquilla e hice de él la brújula de mi vida cosmopolita, entre alegrías y penas, en un mundo actual tan lleno de contradicciones: no existen lenguas muertas o no muertas; lo que existe son lenguas fecundas, tan fértiles como el griego, que forman parte de vuestra lengua materna, tan potentes que forman parte de vosotros mismos.
Al término de la lectura quizá sintáis nostalgia; no de una época como la de la antigua Atenas, sino de una manera de ver el mundo y de saber expresarlo por medio de las palabras, una manera como la de los griegos, tan clara, tan pura, tan tajante, nacida y pensada a la medida del hombre. La nostalgia de las cosas que no hemos vivido y que no viviremos nunca, pero que necesitamos.
Platón decía que « pensar es el acto del alma que se habla a sí misma ». Espero que también vosotros, como me ha pasado a mí, sepáis hablaros a vosotros mismos con autenticidad y humana sinceridad a través de mi relato revolucionario del griego antiguo.
I NTRODUCCIÓN
El mar quema las máscaras,
las incendia el fuego de la sal.
Hombres llenos de máscaras
llamean en el litoral.
Tú sola podrás resistir
en la hoguera del carnaval.
Tú sola que, sin máscaras,
ocultas el arte de existir.
G IORGIO C APRONI , «Cronistoria»
«[E s] raro —muy raro— que deseemos saber griego, que intentemos conocerlo, que nos sintamos siempre atraídos por él y estemos siempre formándonos alguna idea sobre su significado, aunque quién sabe a partir de qué detalles incongruentes y con qué escaso parecido con el verdadero sentido del griego —escribió Virginia Woolf—. [Porque] en nuestra ignorancia seremos siempre los últimos de la clase, teniendo en cuenta que no sabemos cómo sonaban las palabras, ni dónde exactamente deberíamos reír.»
Yo también soy rara . Muy rara .
Y agradezco esta rareza mía, que, sin cita previa, como las cosas hermosas que suceden en la vida, me ha llevado a escribir este libro dedicado al griego antiguo. Y de ese modo me he obstinado no solo en querer saber griego, sino incluso en contarlo.
Contároslo a vosotros. Siempre como la última de la clase, por supuesto; pero al menos quizá ahora sepa deciros dónde exactamente deberíamos echarnos a reír.
Lengua muerta y lengua viva.
Tortura del liceo clásico y aventuras de Ulises.
Traducción y jeroglíficos.
Tragedia o comedia.
Comprensión o malinterpretación.
Amor y desamor, sobre todo.
Rebelión, por tanto.
Entender el griego no es cuestión de talento, sino de militancia; como la vida.
Si he escrito estas páginas ha sido porque siendo una jovencita me enamoré del griego antiguo; el amor más largo de mi vida, en resumidas cuentas.
Ahora, mujer ya hecha y derecha, me gustaría intentar regalar (o devolver) un poco de amor a los que se han desenamorado de ella; casi todos los que se toparon —de muchachos — con esta lengua —de adultos — en los años del liceo clásico. Y me gustaría incluso que se enamoraran de esta lengua los que ni siquiera la conocen.
Sí, este libro, ante todo, habla de amor: por una lengua, pero sobre todo por los seres humanos que la hablan; o, si ya no la habla nadie, por los que la estudian porque están obligados o porque se sienten irremediablemente atraídos por ella.
No importa, por tanto, que conozcáis o no el griego antiguo. No están previstos exámenes de madurez ni pruebas sorpresa. Sorpresas, en cambio, sí; y muchas.