Ludwig Wittgenstein - Conferencia sobre ética
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- Libro:Conferencia sobre ética
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2017
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DE LA ÉTICA
En el Tractatus (6.42), Wittgenstein afirma que «no puede haber proposiciones de ética», aunque considera que tiene algún significado hablar de bueno y de malo. Un poco antes, ha dicho: «En el mundo todo es como es y sucede como sucede, en él no hay ningún valor y, aunque lo hubiese, no tendría valor alguno». (En lugar de «un valor que tenga valor» podría haber dicho «que tenga un valor en sí mismo» o «valor absoluto»). Lo que hay, la clase de cosas que hay y las formas en que suceden las cosas podrían haber sido de otro modo: no hay una razón especial para que sean como son. Hubiera podido decir que una expresión como «un valor que tenga valor» es un sinsentido nacido de una confusión gramatical, confusión que un análisis lógico reemplazaría por alguna otra cosa. En cambio, afirma: «Si hay un valor que tenga valor, debe quedar fuera de la esfera de lo que ocurre». Si atendemos a lo que queremos decir con los juicios de bueno y malo, la búsqueda de su significado entre los acontecimientos que la ciencia puede hallar es inútil. «No hay distinciones de valor absoluto» no significa que «la frase “distinciones de valor absoluto” carece de significado».
«No hay proposiciones de ética» era un comentario a 6.4: «Todas las proposiciones tienen el mismo valor». Esto, en primer lugar, significa que todas las proposiciones de lógica tienen el mismo valor. Ningún principio lógico y ningún conjunto especial de principios lógicos constituye el fundamento y la fuente de todos los demás; ninguno ocupa una «posición de excepción». Pero al tratar las proposiciones de ética 6.4: no se refiere al mismo valor de todas las proposiciones lógicas, sino al de todos los enunciados de hecho. Quizá nadie tomaría un juicio ético como afirmación de un principio lógico, pero podría tomarse por algún tipo de descripción de lo sucedido. Una vez más, Wittgenstein se guía por lo que habitualmente queremos decir con estos enunciados.
Comparemos «el valor absoluto queda fuera del mundo de los hechos» y «la necesidad lógica queda fuera del mundo de los hechos». Ninguno de los dos se puede expresar, pero podemos mostrar la necesidad lógica y, en cambio, el valor absoluto no. Podemos mostrar la necesidad de los principios lógicos al escribir, con la notación V-F , tautologías y contradicciones. La notación V-F es un símbolo lógico, no una explicación; con ella podemos escribir cualquier otra forma de proposición. Se trata de una notación en la que se pone de manifiesto el hecho de que sean proposiciones. Es decir, muestra cómo se distinguen los principios lógicos de otras proposiciones y cómo están relacionados con la forma de proposición, con lo que, de hecho, es una proposición. Pero la notación V-F no constituye ayuda alguna en los juicios éticos; puesto que donde hay un juicio de valor absoluto, la cuestión «¿Es verdadero o falso?» no significa nada.
Si yo pudiera expresar un juicio ético, alguien podría negarlo, y naturalmente carecería de sentido decir que ambos teníamos razón. Pero en el Tractatus, y en gran parte de la «Conferencia sobre ética», Wittgenstein utiliza «verdadero o falso» en el sentido en que puede mostrarse como verdadera o falsa una predicción científica. No tendría sentido preguntar si un juicio de valor absoluto ha sido corroborado por algo acaecido o descubierto. Esta pregunta tampoco se puede plantear acerca de los juicios lógicos; pero la notación V-F tiene esto en cuenta y es útil para los principios lógicos, puesto que son reglas de la gramática de las proposiciones (como más tarde los denominó) y éstas sí son susceptibles de corroboración o falsación.
La explicación (de la diferencia entre necesidad lógica y valor absoluto) por recurso a la notación V-F probable mente es demasiado simple. Hay enunciados éticos, pero no se expresan de modo distinto a los enunciados de hecho; el carácter ético no queda demostrado en el simbolismo. Si consideramos (6.422) una ley ética de la forma «Tú deberías…», el primer pensamiento que surge es «¿Y qué si no lo hago?», como si se tratara de un enunciado de valor relativo. En el caso de un juicio de valor absoluto la cuestión carece de sentido. Pero casi siempre podemos preguntar: «¿De acuerdo con qué lógica?».
Si digo: «Entonces, los ángulos deben ser iguales», no hay alternativa posible; esto es, «la alternativa» no significa nada. Si digo: «Deberías querer comportarte mejor», tampoco hay alternativa. El otro puede pensar «¿Y qué si no lo hago?», aunque sólo sea porque, de hecho, no hay modo de obligarle a que lo haga. O bien, podría negar lo que he dicho, lo cual sería un modo de afirmar: «No hay ningún “deberías” acerca de ello». Pero en el caso de que lo plantee como una pregunta, ha entendido mal lo que le dije: sólo puede preguntarlo porque piensa que yo quería decir alguna otra cosa.
«Deberías asegurarte de que el listón esté firmemente fijado antes de empezar a perforar». «¿Y qué si no lo hago?». Entenderás lo que quiero decir cuando te explique qué ocurrirá si no lo haces.
Pero: «Deberías querer comportarte mejor». «¿Y qué si no lo hago?». ¿Qué más puedo decirte?
Con todo, «No hay alternativa» no tiene el mismo significado que en lógica. «Si los lados de un triángulo son iguales, los ángulos de la base deben ser iguales». Supongamos que mi primer pensamiento fuera: «¿Qué pasa si construyo uno con los lados perfectamente iguales y los ángulos de la base distintos?». Dirías: «No digas necedades», o bien me harías examinar más profundamente lo que trataba de preguntarte, y, entonces, diría: «Ah, sí». Cuando se preguntó: «¿Y qué si no lo hago?», la cuestión carecía de sentido en este contexto, aunque lo podría tener en otros. Pero en el momento en que pregunté por la conclusión lógica, en realidad no se trataba de una pregunta (no creo que las «pruebas indirectas» sean aquí relevantes).
Expresamos (o tratamos de expresar) juicios de valor, no en cualquier momento, sino en aquellas circunstancias en que tiene sentido hacerlo. Por tanto, se pueden formular ciertas preguntas y ciertas respuestas, mientras que otras carecerían de sentido. Por lo menos esto es lo que se halla implícito en el Tractatus. Allí no estaba desarrollado, y difícilmente podía estarlo, dadas las ideas que entonces sostenía acerca del lenguaje y del sentido.
Ideas que habían variado cuando escribió la «Conferencia sobre ética»: ya no creía que se pudiera dar una descripción general de las proposiciones en términos de funciones veritativas. Cada proposición pertenece a un sistema de proposiciones y existen varios sistemas de proposiciones. Las reglas formales o las relaciones internas de los sistemas son distintas entre sí. Se refería a ellos en términos de «coordenadas independientes de descripción» y de «sistemas de medida». Varios sistemas permiten la descripción de un mismo estado de cosas: la descripción queda determinada por diversas coordenadas. En este sentido, no podía hablar de un sistema de proposiciones éticas o de juicios de valor, como si fuera posible determinar el valor del objeto conjuntamente con su peso y su temperatura. Y a pesar de todo, consideraba el lenguaje primariamente como descripción. Sin embargo, la «Conferencia sobre ética» utiliza mucho más los ejemplos que el Tractatus.
Por ejemplo, cuando alguien dice: «Sé que estoy jugando mal al tenis, pero no quiero jugar mejor», todo lo que los demás pueden decir es: «Ah, entonces, de acuerdo», puesto que está haciendo un juicio de valor y no explicando lo que ha visto. Y el «pueden» expresa una regla gramatical. Así, cuando alguien dice: «Sé que me comporto mal, pero no quiero comportarme mejor», Wittgenstein pregunta si, en este caso, es posible dar la misma respuesta, y responde: «Ciertamente no»; con ello quiere indicar que tal respuesta carecería de sentido. Esto no tiene nada que ver con lo que sería inteligible en una descripción de hechos. El problema radica en saber qué es ser inteligible en este juego de los juicios éticos. Hacia el final de la conferencia muestra efectivamente cómo, en nuestras expresiones de juicios de valor, podemos tomar una palabra familiar como «seguro» y añadirle «absolutamente», lo cual es una distorsión o destrucción de su significado. Pero el ejemplo con el que primero mostró lo que entendía por valor absoluto —«Bien, deberías querer comportarte mejor»— es una observación que, en estas circunstancias, es natural hacer; la única observación que, de hecho,
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