Lory Talbot - Seis historias con pasió
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- Libro:Seis historias con pasió
- Autor:
- Genre:
- Año:2019
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Seis historias con pasió: resumen, descripción y anotación
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UN DÍA MARAVILLOSO
En dos días es Navidad. Otra vez. Hace un año era una auténtica fanática de estas fechas, decoraba el interior de mi apartamento con un montón de cintas, compraba el árbol más grande que entraba en mi humilde morada, enviaba felicitaciones a todos mis conocidos con una foto en la que solíamos salir mi novio, Frank, mi perro Escálibur y yo. La noche de Nochebuena preparaba una suculenta cena llena de platos de lo más elaborados. Me tiraba en la cocina horas y todas y cada una de ellas con una enorme sonrisa en la cara. Me encantaba preparar todos esos manjares para que luego Frank apreciase mi esfuerzo con un gran elogio y una sonrisa satisfecha. La mañana de navidad, cuando mi querido novio se levantaba, yo ya tenía puestos todos los regalos que me había vuelto loca buscando y envolviendo para que estuviesen perfectos. Y aunque él pensaba que todo era una tontería no conseguía minar ni un ápice mi entusiasmo.
Pero todo eso ya se acabó. Hace seis meses mi fantástica vida se fue a la mierda. Era tremendamente feliz, para mí todo era perfecto. Tenía mi novio, perfecto, mi trabajo, perfecto, mi perro, perfecto, mi casa, perfecta. Todo en mi vida era perfecto. Sin embargo ahora ya no tengo nada. Frank decidió que ya estaba cansado de su vida y mí. En mi trabajo decidieron que ya podían prescindir de mis servicios, según me dijeron estaba demasiado cualificada para el puesto. Y mi amado Escálibur decidió que estaría bien escaparse un día para buscar a una cachorrilla alocada y… le atropelló un coche. Ya no hay nada perfecto en mi vida, ni siquiera mi casa. Tras separarme de Frank abandoné el piso que compartíamos y me mudé a un apartamento lejos de donde vivíamos.
Gracias al puesto de directora de publicidad que tenía pude ahorrar mucho dinero, y ahora puedo permitirme el lujo de estar unos meses sin hacer nada, necesito descansar, aclarar mi mente y decidir qué voy a hacer con mi vida.
A pesar de estar decidida a descansar, al segundo día de estar en casa me agobié y terminé buscando otro trabajo. Nada lujoso, solo algo que me ayude a subsistir. Por ello ahora soy camarera en un Starbucks. Puede parecer que no es perfecto, pero al menos es algo. Algo que me gusta y me llena más de lo que creí posible.
Por fin puedo decir que estoy superando poco a poco todo lo que me ha pasado. Odiaba a Frank, y aún lo odio, pero creo que ya podría verlo sin tener pensamientos asesinos. Echo mucho de menos a mi perro, pero ya se ha quedado en un bonito recuerdo de todos los hermosos momentos que pasamos juntos. Mi casa no es perfecta, pero ahora está decorada completamente a mi gusto. Ya no hay nada que pueda ser de un hombre, lo único que se les permite hacer es ver la televisión, pero nada de deportes, solo películas y de las clásicas, si alguien quiere ver deportes ¡que se vaya al bar! Aunque nunca tengo visitas. Los que eran mis amigos decidieron que querían seguir estando al lado del perfecto Frank y no al mío. No voy a mentir y decir que no me importa porque al principio me dolió, pero ya no. Ahora soy otra mujer, una que ha aprendido a vivir la vida tal y como viene, sin grandes expectativas, ni sueños.
Mañana es Nochebuena. Y, por supuesto, no pienso hacer nada para cenar. Creo que ni siquiera pienso cenar. Se acabo el pavo, el relleno, la gelatina de arándanos; no pienso hacer nada de nada. Me prepararé una sopa de sobre y algún filete a la plancha y a la cama prontito. Al no tener familia no debo ir a ningún evento donde lo único que haces es repartir sonrisas falsas a gente con la que hablas únicamente una vez al año.
Mis padres fallecieron hace muchos años en un accidente de coche y a mí me crió mi abuela y esta falleció hace tres años de una pulmonía. Así que a los treinta y dos años me quedé sola. Bueno, en ese momento no estaba sola, tenía a Frank. Ahora sí que puedo decir que no tengo a nadie en el mundo. Nunca he estado tan sola, a pesar de que me estoy acostumbrando a ello, echo de menos tener a alguien a quien abrazar por las noches, o que me reciba calurosamente cuando llego a casa del trabajo. Quizás me venga bien adoptar un perrillo, o un gato, un loro quizás, no sé, lo tendré que pensar un poco más.
Miro el reloj que cuelga sobre la televisión apagada y concluyo que se acabó el tiempo de autocompasión. Toca ir a trabajar y hacer que los clientes del café se sientan bien… aunque sea con una bebida caliente y una sonrisa. A pesar de todo lo que me ha pasado en este poco tiempo, sigo sonriendo. La vida puede ser una mierda, pero es una mierda menos pesada si la vives con una sonrisa. Eso es lo que pienso hacer, sonreiré a la vida hasta que la hija de su madre vuelva a sonreírme a mí.
―Hola, Amby. Menos mal que llegas, estoy reventada. Necesito ir a casa a descansar.
Jess, mi nueva mejor amiga me tiende mi delantal mientras se quita el suyo.
―Pues márchate a descansar. Ya mañana no trabajas, ¿verdad?
―No, mañana no me toca. ¿A ti sí? ―Asiento despreocupadamente―. Bueno, esperemos que no sea un día muy pesado y que la gente se vaya pronto a casa.
No le contesto, me da igual si la gente se va pronto o tarde. No tengo nada pensado, así que el día será mucho más llevadero y pasará más deprisa si estoy trabajando. Aún así, la cafetería cierra a las tres de la tarde. En ese momento empezará mi auténtico calvario.
Me despido de mi amiga, me pongo el delantal, y el estúpido gorrito de papa Noel que nos hace llevar el encargado desde hace una semana. Me siento súper ridícula, pero si el jefe lo dice, pues hay que llevarlo.
―Hola ―dice la voz del que se ha convertido en mi cliente favorito.
―Hola ―saludo con mi habitual sonrisa―. ¿Lo de siempre, Jack?
―Sí, por favor.
Enseguida preparo su cappuccino con doble de café. Le agrego unas gotitas de esencia de vainilla y le espolvoreo el chocolate por encima que tanto le gusta.
―No hay nadie ahora, ¿te sientas a tomar un café conmigo?
―No debería, pero por ser tú… lo voy a hacer.
Me preparo otro cappuccino y me siento en una mesa con Jack, mi intrigante panadero.
―¿Qué tal se presenta la Nochebuena? ―me pregunta sonriendo.
―Pues… no pienso hacer nada de nada. Cuando acabe de trabajar me iré a casa y me sentaré ante la tele con un plato de sopa de sobre para ver alguna de las películas que ya tengo más que vistas.
―Mmmm… Mal plan. No deberías pasar esa noche sola. ¿No vas a cenar con tu familia?
―No tengo familia cerca. Estoy sola en este terrible mundo ―digo con exagerado dramatismo.
―No, Amby, el mundo no es terrible. Solo es terrible la visión que tienes de él. Puede ser un mundo maravilloso si te lo propones.
Pienso en lo que me ha dicho. Puede que tenga razón, pero para mí seguirá siendo un mundo terrible diga lo que diga.
―¿Cómo puede ser un mundo maravilloso, Jack? Hay demasiada violencia, excesiva pobreza, una hipocresía desmedida, una descomunal falta de empatía y muy poca generosidad. ¿Cómo puedes decir que es un mundo es maravilloso?
―No podemos hacer nada para erradicar todas esas cosas. Pero sí podemos ayudar a las personas que las sufren. Mira, por ejemplo, todos los jueves ayudo a una asociación de mujeres maltratadas. Y mañana voy a ayudar en un comedor social repartiendo comida a los más hambrientos. Intentaremos darles una comida digna de recordar para hacerles más llevadera la soledad en estas fechas.
Alucino con todo lo que me cuenta. Un hombre que se levanta todos los días a las cuatro de la mañana, y trabaja como el que más, aún saca fuerzas y energías para ayudar a los demás. No me lo esperaba. Pensaba que el tiempo que tiene libre lo usaba para pasarlo bien con sus amigos, o para buscar novia. Pero no, lo usa para ayudar a otros.
―¡Oye!, mañana podrías venirte conmigo. Si no tienes nada mejor que hacer, que por lo que me has contado no tienes ningún plan mejor. Pasaremos la noche sirviendo comida, lo sé, pero cuando todo el mundo esté servido podremos cenar nosotros y haremos una pequeña fiesta para que todos se diviertan.
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