ROBERTO JUARROZ (Coronel Dorrego, Provincia de Buenos Aires, 5 de octubre de 1925 - Temperley, Buenos Aires, 31 de marzo de 1995), fue un poeta y ensayista argentino.
Graduado en la Facultad de Filosofía y Letras y en Ciencias de la información por la Universidad de Buenos Aires y becario de la misma, amplió estudios en La Sorbona. Fue después profesor titular de la Universidad de Buenos Aires y dirigió el Departamento de Bibliotecología y Documentación de la misma entre 1971 y 1984. En esta universidad ejerció la docencia durante treinta años. Marchó al exilio con el advenimiento del general Perón. Trabajó como bibliotecólogo para la Unesco y la OEA en diversos países y entre 1958 y 1965 dirigió veinte números de la revista Poesía = Poesía junto con Mario Morales. Colaboró en numerosas publicaciones argentinas y extranjeras y fue crítico bibliográfico del diario La Gaceta de Tucumán (1958-63), crítico cinematográfico de la revista Esto es (Buenos Aires, 1956-58) y traductor de varios libros de poesía extranjera, en especial de Antonin Artaud.
Su poesía ha sido muy estudiada y vertida a una gran cantidad de lenguas. Desde junio de 1984 fue miembro numerario de la Academia Argentina de Letras. Recibió varios premios, el Gran premio de honor de poesía de la Fundación Argentina de Buenos Aires, el Esteban Echeverría de 1984, el «Jean Malrieu» de Marsella en mayo de 1992, y el premio de la «Bienal Internacional de Poesía», en Lieja, Bélgica, en septiembre de 1992.
Título original: Poesía y creación. Dialogos con Guillermo Boido
Roberto Juarroz, 1980.
Editor original: Carlos6 (v1.0)
ePub base v2.1
El autor de poesías argentina reflexiona sobre los problemas esenciales que la poesía contemporánea presenta a poetas y lectores, y analiza las vinculaciones entre la poesía y la realidad, la creación, la literatura, el arte, la sociedad, la cultura y el poeta mismo.
Roberto Juarroz
Poesía y creación
Diálogos con Guillermo Boido
ePUB v1.0
Carlos628.03.13
Prólogo
El origen de este trabajo reconoce la confluencia de dos circunstancias afortunadas. La primera de ellas, una entrevista que realizamos a Roberto Juarroz a comienzos de 1977 y que fuera luego publicada por una revista de literatura. Allí la riqueza de su pensamiento, elaborado a lo largo de una vida entregada con fidelidad al quehacer poético, adquiría por momentos el carácter de una revelación equivalente a la de sus poemas verticales. Es que Juarroz, evitando el fácil recurso de la explicación o el interminable parloteo de cierto periodismo literario, intentaba a menudo aproximaciones analógicas, recurriendo a la imagen poética ante aquellas preguntas que generalmente derivan hacia el lugar común de la mera exposición inteligente o erudita. Pensamos que, en sí mismas, aquellas reflexiones constituían una apertura, no sólo hacia la comprensión de los problemas de la poesía moderna, sino también hacia la entraña de una de las obras más lúcidas y complejas de nuestra época: la del propio Juarroz. Esa convicción coincidió con la del editor Carlos Lohlé, quien desde tiempo atrás se había propuesto apoyar la difusión del pensamiento poético de Juarroz mediante la publicación de un ensayo que, en principio, todos hubiéramos querido que el autor de Poesía vertical escribiese. Tal fue la segunda circunstancia afortunada. El poeta, por razones que él mismo expondrá luego, declinó el ofrecimiento de redactar un escrito de esa naturaleza, pero en cambio aceptó desarrollar sus ideas ante un cuestionario más vasto que el utilizado para la entrevista original. El diálogo, sin embargo, inauguró tal caudal de posibilidades que el temario fue prontamente desbordado, y por ello el texto debió ser reelaborado a partir de una primera versión. No sin nostalgia, debimos finalmente abandonarlo —para usar la terminología de Valéry— pues el carácter de reflexión infinita del pensamiento poético de Juarroz tuvo que ceder ante la inevitable finitud de la página escrita.
La pregunta por la poesía se manifiesta en el poeta moderno de un modo, diríamos, compulsivo: traduce aquella misma necesidad que en otros momentos lo han conducido al poema. Algunos de los mayores textos poéticos de este siglo., se ha dicho, indagan los alcances del lenguaje o cuestionan la mera posibilidad de la poesía. Por otra parte, Juarroz expondrá más adelante sus dudas acerca de la conveniencia de abandonar el lenguaje poético en aras de una presentación discursiva para abordar lo que es, de hecho, inasible por el pensamiento lógico. Si tengo algo parecido a ciertas proposiciones poéticas, ha declarado, están en mi obra. Y en verdad, ¿cómo establecer los límites entre poesía, pensamiento y vida cuando la palabra es llevada precisamente hacia lo ilimitado? Por ello, en estos diálogos, las reflexiones del poeta acompañarán a aquellas «proposiciones» sin desarraigarlas de su sustrato original, el poema. Juarroz desarrollará así una suerte de poética no sistemática fundada en la poesía misma, sin recurrir a los procedimientos habituales de la crítica literaria. Sin embargo, no quisimos eludir el tratamiento de algunos aspectos del quehacer poético que obligan a una exposición de carácter más informativo o descriptivo. Pues creemos que, por cuanto derivan de la experiencia personal de la poesía vivida como realización y posibilidad, toda forma de aproximación y todo punto de partida hacia el poema importan por la jerarquía de quien reflexiona. Y aunque coincidamos con Juarroz en que no hay manuales para la poesía, sospechamos que hay modos de acercamiento a su borde: desde el poeta, la creación, la literatura o la sociedad. El resto, hemos dicho en otra parte, es caída, abandono a la experiencia intransferible del poema mismo.
Por sugerencia de Juarroz, hemos reelaborado para los propósitos de este trabajo algunos fragmentos de textos ya existentes: artículos, conferencias, entrevistas. Expresamos aquí nuestro reconocimiento a quienes han estado vinculados, en diversos países, con su preparación o publicación, en especial a Otto Carlos Miller, Elkin Restrepo y Saúl Sosnowskt. La división del libro en secciones obedece a razones de forma y no pretende clasificar los contenidos de modo absoluto —lo cual sería ilusorio—, por lo que el lector advertirá insistencias y reiteraciones que no hemos querido eliminar. Este criterio responde no sólo al propósito de conservar el carácter dialógico y no sistemático del texto, sino también a la convicción de que las reflexiones del poeta giran alrededor de ciertos núcleos esenciales que afluyen incesantemente y otorgan unidad a su pensamiento. Tampoco nos han preocupado en exceso cuestiones de orden estilístico, ya que a las mediaciones y vivisecciones habituales en el ensayo o el tratado quisimos oponer la revelación que surge de la inmediatez de la forma, oral, esa tensión que el poeta advierte en el aliento del hombre, en la música de su aliento.