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Oliva Espinosa - El tiempo que nos tocó vivir

Aquí puedes leer online Oliva Espinosa - El tiempo que nos tocó vivir texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1998, Género: Religión. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Oliva Espinosa El tiempo que nos tocó vivir

El tiempo que nos tocó vivir: resumen, descripción y anotación

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El protagonista de esta novela es Joaquín Ortega, un joven cubano de origen humilde, a punto de entrar en la universidad, cuya vida se divide en varios frentes: su amor incondicional hacia Irene, una chica de clase alta de quien lo separan demasiadas cosas; su vida en un barrio de La Habana, y sus amigos, un grupo de jóvenes como él, con los que se pasa el tiempo discutiendo sobre arte, política y problemas sociales, sus preocupaciones por las tres asignaturas que le quedan por aprobar para poder acceder a la universidad y, por último, la lucha contra el régimen de Batista.
Tal es el escenario en que transcurre el argumento de esta novela. La vida de este grupo de adolescentes evoluciona en paralelo a los acontecimientos políticos, que abarcan desde principios de la década de los cincuenta hasta los años noventa. Los jóvenes se van haciendo mayores, se enamoran, entran en la universidad, empiezan a trabajar, pero se involucran en el movimiento revolucionario desde el comienzo de éste. Algunos acabarán ocupando altos cargos en el Gobierno castrista, otros se exiliarán, y los habrá que, como Joaquín, profesor de Ingeniería Civil, se quedarán, se casarán y, más tarde, se divorciarán e intentarán ser consecuentes con aquellos ideales por los que lucharon, lo que provocará, a la larga, el inevitable desengaño ante las incoherencias que observan en el sistema político.
La novela se divide en «dos tiempos»; el primero, «el tiempo de crecer y de morir», abarca siete días durante la dictadura de Batista, y el segundo, «el tiempo de luchar y de vencer», doce meses durante el régimen de Fidel Castro. La historia está narrada de forma fragmentaria y el argumento nos llega en múltiples retazos, mediante el monólogo interior del protagonista, Joaquín, por un lado, y las breves reflexiones de sus amigos, también personajes principales de la novela, por el otro.
Los grandes logros de esta obra son la profundidad y maestría con que están retratados los personajes, asi como la perfección con que se describen los ambientes y la vida en La Habana en las diferentes épocas en que transcurre. Todo ello convierte esta novela en el perfecto testimonio de una época y de unos personajes que, aunque persiguieron un sueño y sufrieron sus desengaños, nunca perdieron la esperanza.
Bajo el nombre de Jorge C. Oliva Espinosa se oculta un héroe de la Revolución Cubana cuya adolescencia transcurrió bajo la dictadura de Batista Ascendió a su categoría de héroe en Bahía de los Cochinos. El Vietcong lo condecoró en dos ocasiones por su valor como piloto y asesor, pero, aun así, fue encarcelado a su regreso a Cuba. Nunca volvió a ser totalmente rehabilitado y pasó el resto de sus días como profesor. Dejó esta novela autobiográfica a su hijo, para que la publicara después de su muerte, como importante testimonio de toda una generación de jóvenes que lucharon por sus ideales.

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El protagonista de esta novela es Joaquín Ortega, un joven cubano de origen humilde, a punto de entrar en la universidad, cuya vida se divide en varios frentes: su amor incondicional hacia Irene, una chica de clase alta de quien lo separan demasiadas cosas; su vida en un barrio de La Habana, y sus amigos, un grupo de jóvenes como él, con los que se pasa el tiempo discutiendo sobre arte, política y problemas sociales, sus preocupaciones por las tres asignaturas que le quedan por aprobar para poder acceder a la universidad y, por último, la lucha contra el régimen de Batista.

Tal es el escenario en que transcurre el argumento de esta novela. La vida de este grupo de adolescentes evoluciona en paralelo a los acontecimientos políticos, que abarcan desde principios de la década de los cincuenta hasta los años noventa. Los jóvenes se van haciendo mayores, se enamoran, entran en la universidad, empiezan a trabajar, pero se involucran en el movimiento revolucionario desde el comienzo de éste. Algunos acabarán ocupando altos cargos en el Gobierno castrista, otros se exiliarán, y los habrá que, como Joaquín, profesor de Ingeniería Civil, se quedarán, se casarán y, más tarde, se divorciarán e intentarán ser consecuentes con aquellos ideales por los que lucharon, lo que provocará, a la larga, el inevitable desengaño ante las incoherencias que observan en el sistema político.

La novela se divide en 'dos tiempos'; el primero, 'el tiempo de crecer y de morir', abarca siete días durante la dictadura de Batista, y el segundo, 'el tiempo de luchar y de vencer', doce meses durante el régimen de Fidel Castro. La historia está narrada de forma fragmentaria y el argumento nos llega en múltiples retazos, mediante el monólogo interior del protagonista, Joaquín, por un lado, y las breves reflexiones de sus amigos, también personajes principales de la novela, por el otro.

Los grandes logros de esta obra son la profundidad y maestría con que están retratados los personajes, así como la perfección con que se describen los ambientes y la vida en La Habana en las diferentes épocas en que transcurre. Todo ello convierte esta novela en el perfecto testimonio de una época y de unos personajes que, aunque persiguieron un sueño y sufrieron sus desengaños, nunca perdieron la esperanza.

Bajo el nombre de Jorge C. Oliva Espinosa se oculta un héroe de la Revolución Cubana cuya adolescencia transcurrió bajo la dictadura de Batista Ascendió a su categoría de héroe en Bahía de los Cochinos. El Vietcong lo condecoró en dos ocasiones por su valor como piloto y asesor, pero, aun así, fue encarcelado a su regreso a Cuba. Nunca volvió a ser totalmente rehabilitado y pasó el resto de sus días como profesor. Dejó esta novela autobiográfica a su hijo, para que la publicara después de su muerte, como importante testimonio de toda una generación de jóvenes que lucharon por sus ideales.



El tiempo que nos tocó vivir Jorge C. Oliva Espinosa ...Pero ¿los domingos? Esos sí son siempre igualitos, monótonos y aburridos. Nada, que me caen mal. Aquí, en La Habana Vieja, son los días en que más silenciosas, sucias y abandonadas se ven las calles; despojada de su trajín diario de entresemana, esta parte de la ciudad parece un pueblo fantasma y su silencio huele a muerte y desamparo. Entonces es cuando uno nota los papeles al borde de los contenes y las cajetillas de cigarros vacías y toda la basura que habla de una actividad que hubo, pero que ahora no hay. Falta el tumulto de la calle Muralla, el gentío que entra y sale del Ten-Cent de Obispo, de donde brota, intermitente, un vaho más frío —aunque sea invierno— que deja escapar un puñado de olores mezclados al reflujo del abre y cierra de las puertas de cristal, empujadas de aquí para allá, de allá para acá, por multitud de manos que entran y por multitud de manos que salen, presionando presurosas sobre los dos letreros distintos de idéntico inglés: push y pull... Los acontecimientos traen transformaciones, simbiosis, trastrueques, movilizaciones, de bloques humanos y de estratos sociales. Un país nuestro puede cambiar de fisonomía en muy pocos años. En tales conmociones se ven mezclados, entremezclados, los que entendieron y los que no entendieron, los que se adaptaron, y no se adaptaron, los de la praxis y los que permanecieron sentados, los vacilantes, los que marchan y los cogitantes eremitas, los arrastrados, los sectarios y los actuantes por convicción filosófica. ALEJO CARPENTIER, Problemática de la actual novela latinoamericana


PRIMER TIEMPO (SIETE DÍAS)
TIEMPO DE CRECER Y DE MORIR

SÁBADOS, MUCHOS SÁBADOS

Es como si el tiempo diera vueltas en redondo y hubiéramos vuelto al principio... GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, Úrsula Iguarán en Cien años de soledad

Todo, todo lo echo a perder. Aun sin proponérmelo, como ahora, todo lo complico y lo enredo más. En lo que yo entro, que yo entre basta para que no salga bien. ¡Qué mala pata tengo! —casi me río, pensando en que lo de la mala pata ahora no es una simple frase, sino una realidad dolorosa, que se hincha con tintes morado-verdosos verdaderamente alarmantes—. Estoy hecho un verdadero desastre, no me puedo mantener en pie. Y este lugar, esta caseta, una caja de maderas podridas más bien, me pone nervioso. Aquí me trajo Guillermo ayer, después del desastre que formamos; ¡que formé yo, qué cará! Y aquí tengo que esperar. ¡Esperar! Esperar horas que se estiran y que ya han traído este día lóbrego y viscoso. Monótono, con una casi-claridad que impide saber si ya es mediodía o atardece. De esta forma, el tiempo casi no fluye entre amodorramientos y expectantes tensas vigilias, en las que ya no sé si sueño o hablo realmente contigo. Es verdad que, a ratos, he inspeccionado el lugar; que, dando tumbos, arrastrándome casi, lo he recorrido y que contra toda recomendación he abierto la puerta trasera que da a un maniguazo; pero tú me has acompañado en todo este febril trajín. Así, sin transición, llega una noche silenciosa, sin preludio de grillos, a los que también deben de haber confundido un día tan gris. De pronto, el chirrido de gomas en frenazo aparatoso que conozco demasiado bien y que rasga, como un agudo y penetrante cuchillo, la noche-tela plomiza. ¡Pronto, apaguemos el quinqué! Ahí están, ahí están esos...

...Dondequiera te veo, dondequiera estás conmigo... Ahora mismo, al otro lado de la lámpara que acabo de apagar, tras tres fallidos y nerviosos soplidos; frente a la mesa, que por poco se vuelca al apoyarme para soplar, estabas tú, soplándola como yo, frente a mí. El aire que inflaba tus carrillos lo has expulsado ruidosamente, sin acertar; y el soplo me ha dado en pleno rostro, derramándome en la memoria la fragancia tibia de tu aliento, en la memoria limpia y torturante de aquellos tiempos en que eras mi novia... Aquel tiempo que nombro en plural y que fue apenas un año. Aquel tiempo tan maravilloso y corto. El que tuvo que terminar, en su maravilla y cortedad, tronchado; cruelmente tronchado, como la vida misma de tantos compañeros míos que conocí antes y murieron después... Antes, ahora, después, siempre entremezclados... ¡Cállate, no digas nada! ¡Después hablaremos! Ahora parece que llegó mi turno. ¡Han dado conmigo! Estoy descubierto, rodeado. Por esos asesinos que se reúnen ruidosamente en la acera, ahí enfrente; como preparándose para el asalto a esta casa de madera, más bien una caseta, en las afueras de Santa Clara, adonde han llegado para acabar conmigo. Y ahora estoy rodeado por esas bestias de amarillo y por ti, por tu recuerdo... Y tengo de nuevo miedo... Sí, miedo... Miedo de morirme y de no verte más. Ni siquiera en sueños, porque ya no tendré sueños... Quizá ya no me quede tiempo y deba ahora recordarte. Recordarte muy fuerte. Por última vez, definitivamente. Y morirme con tu recuerdo. Despedirme al fin de tantas imágenes evocadas, de tanto añorado encuentro. Por última vez recordarte para siempre... Morir, aparte de la muerte, significa perder la esperanza, la última esperanza de volver a verte...

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