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Ahamdanech Zarco - Uclés

Aquí puedes leer online Ahamdanech Zarco - Uclés texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Ciudad: Frankfurt am Main, Año: 2016, Editor: Editorial Tandaia, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Ahamdanech Zarco Uclés
  • Libro:
    Uclés
  • Autor:
  • Editor:
    Editorial Tandaia
  • Genre:
  • Año:
    2016
  • Ciudad:
    Frankfurt am Main
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Uclés: resumen, descripción y anotación

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Tengo la conciencia tranquila y el ánimo bien dispuesto para el suplicio. Sobradamente sé que morir en el cadalso no es la forma más honrosa de rendir cuentas, pero para cada cual tiene el Señor un plan y más pasó Él por quienes menos lo merecíamos. No adelanto este pensamiento a las líneas que siguen, si quien todo lo puede tiene a bien concederme el tiempo necesario para concluirlas, para que Vuestra Excelencia interceda por mí si es que le queda algún amigo aún en la corte. Cuando las reciba y se digne a leerlas no habrá para quien las escribe otra ayuda útil que decir alguna oración por que su tiempo en el purgatorio sea el menor posible. Sin embargo, sí quisiera dejar constancia, antes de empezar el cuento de lo que ha sido mi vida, de que de nada de lo que me ha traído hasta aquí me arrepiento . Así empiezan las memorias de don Rodrigo de Mena, un joven que llega a estudiar a la Universidad de Alcalá en el año 1807 y cuyas vicisitudes, siempre ligadas a Carmen de Lizana, su gran amor, le llevan a vivir en primera persona las efemérides más importantes del primer cuarto del siglo XIX en España: desde la guerra con la Francia de Napoleón hasta la Década Ominosa de Fernando VII. En esta primera novela, Uclés, recorrerá el Aranjuez del Godoy, el Madrid del Dos de Mayo, las escaramuzas previas y la batalla de Bailén, la entrada de los franceses en Madrid y, por fin, la humillante derrota del Ejército del Centro en la villa de Uclés. Uclés es una novela histórica rápida, viva, y que nos adentra en la España de principios del XIX con sus luces y sus sombras, no muy diferentes de las que hoy todavía la aquejan. Los beneficios de las ventas de esta obra irán destinados a la ONG Ángeles Urbanos de Madrid.

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© Ismael Ahamdanech Zarco

© Tandaia, s.c.

Av. Rosalía de Castro, 34-P2-3D

O Milladoiro-Biduido (Ames)

15895 A Coruña

Mail:

www.tandaia.com

ISBN 978-84-16832-11-8

Diseño de cubierta: © Tandaia

Fotografía de cubierta: © AdobeStock/Zerophoto

Diseño y maquetación: Tandaia, s.c.

PRÓLOGO

En la margen izquierda del río Henares, a la altura de Alcalá, hay una reserva natural conocida como el Parque de los Cerros de Alcalá de Henares. Son unas cuantas hectáreas que delimitan la campiña del Henares y el comienzo de La Alcarria, con elevaciones que acaban en abruptas cuestas hacia el norte y suaves pendientes hacia el sur. Toda la zona es de terreno arcilloso, repoblada de pinos en algunas áreas, pero dominada en su mayor parte por matorral bajo mediterráneo. Los geólogos han encontrado algunos fósiles del Terciario, destacando varios caparazones de tortugas gigantes, aunque, sin ser un experto, me atrevería a decir que su valor geológico e incluso medioambiental no es excesivamente elevado.

Por el contrario, dicha zona posee otras características que la hacen sumamente apreciable para los habitantes del alfoz de Alcalá y para cualquiera que esté interesado en conocer la historia de España. Ello es así porque en ese terreno quebrado, de más fácil defensa que la vega del Henares que se extiende en la margen derecha del río, fue donde se afincaron los musulmanes después de la conquista de la Península Ibérica (las primeras referencias del castillo de Alcalá la Vieja datan del siglo X). Allí, después de que la plaza fuera reconquistada el tres de mayo de mil ciento dieciocho por Bernardo de Sedirac, crecieron algunos arrabales cristianos hasta que la fortaleza fue abandonada definitivamente en torno al siglo XV.

Además, toda la zona está trufada de caminillos y veredas que hacen del sitio un lugar óptimo para practicar todo tipo de actividades físicas, tales como el senderismo o el ciclo-turismo, por lo que no es difícil encontrar, casi a cualquier hora y en cualquier época del año, a jubilados que pasean tranquilamente junto a la ribera del Henares, corredores que se adentran en los caminos hacia el cerro de El Viso o el Ecce Homo, o ciclistas en bicis de montaña que suben y bajan las cuestas a toda velocidad y se pierden en el laberinto de trochas y senderos por el monte del Zulema o el del Gurugú. Todos ellos tienen una recompensa doble: por un lado disfrutan del silencio y la paz que ofrece el lugar, tanto más digna de agradecimiento cuanto se consigue alejándose apenas un par de kilómetros de la ciudad llena de ruido y estrés; por otra parte, toda la zona está llena de pequeñas estribaciones desde las que se contempla Alcalá, con sus torres rasgando el cielo azul, como un regalo a la vista: no hay cielo tan límpido y de un azul tan bello como el de Alcalá.

En mi caso, los paseos en bicicleta por la reserva me depararon una tercera recompensa, tan importante, si no más, que las dos primeras. Fue en junio. Como otras muchas tardes salí a hacer una ruta. Cogí una de las veredas que asciende por el cerro del Ecce Homo, también llamado de la Vera Cruz, y bajé por otro caminillo que lleva hasta la vieja fortaleza mora. En realidad, esta fortaleza no fue especialmente grande ni en sus mejores días, y en la actualidad apenas si queda algo de ella: la torre albarrana, que es la única que se mantiene en pie, los restos derruidos de dos o tres torreones y vestigios de varios silos y un aljibe que había dentro del caserío fortificado, conocido en el tiempo de los moros como Qal’at’Abd al - Salam . Eran pasadas las ocho cuando me senté cerca del aljibe para descansar un momento antes de reemprender la marcha hacia Alcalá. Aún quedaba luz, pero los rayos que el sol emitía en su retirada por Madrid caían ya de un modo oblicuo, hiriendo la vista con el amarillo intenso, casi naranja, que toman a esas horas de la tarde en verano.

Quizá ese fue el motivo por el que lo vi: uno de esos rayos acertó a tocar un objeto semienterrado junto a lo que debió ser uno de los muros del aljibe, haciéndolo brillar el tiempo justo para que llamase mi atención. Al principio pensé que sería el casco de un botellín de cerveza que algún desconsiderado habría dejado allí. Cogí la bici para retomar la marcha y, llevado por una curiosidad pueril, pasé junto a lo que yo creía que era una botella para fijarme en la marca de la cerveza mientras hacía cábalas tratando de adivinarla. Sin embargo no era una botella lo que había emitido el reflejo que había llamado mi atención, sino la esquina metálica de un arcón oxidado. Al desenterrarlo pude ver que no era muy grande, del tamaño de una caja de herramientas aproximadamente, y que estaba cerrado con un candado que había resistido el embate del tiempo con más aguante que la caja que cerraba.

Solo pude abrirlo, con una cizalla, al llegar a casa. No estaba seguro de que aquello fuera una buena idea pero, al ver su contenido, el corazón me dio un vuelco y tuve que sentarme para contener la emoción: en el interior del arcón había un montón de cuartillas escritas con pluma, coronado por un camafeo con el rostro de una mujer y una leyenda que decía: Te quiere, Carmen .

Ni que decir tiene que, en ese mismo instante, comencé con la lectura. Es fácil suponer que no ha sido tarea fácil: de hecho, aún a día de hoy no he terminado con ella. Tal lectura es complicada porque el papel se ha deteriorado mucho con el tiempo, y hay páginas en las que la tinta parece haber desaparecido mientras que en otras faltan los bordes o las esquinas. Por todo ello, he necesitado ciertas dosis de imaginación para desentrañar el significado de lo escrito y contado por don Rodrigo de Mena para describir sus andanzas.

Porque eso es precisamente lo que cuentan: la vida de Rodrigo de Mena, que vivió en la España del siglo XIX y participó activamente en la Guerra de la Independencia y en los avatares históricos que la siguieron. No puedo decir en qué año murió pues, como acabo de decir, no he terminado con la lectura de sus papeles, aunque sé que no lo hizo en la cárcel donde escribió estas líneas que ahora me dispongo a transcribir y usted, si lo tiene a bien, a leer. Sin embargo, sí se puede afirmar que nació a finales del XVIII en un pueblo de lo que hoy es la provincia de Guadalajara y que estudió en la Universidad Complutense, en el Colegio de San Ciriaco y Santa Paula, o de Málaga como se le conoce hoy en Alcalá.

Antes de poner por escrito lo leído he hecho algún trabajo de investigación para comprobar que lo que cuenta Rodrigo ―permítaseme la licencia: después de tantas horas leyendo sobre su vida, para mí ya es casi uno más de la familia― no son las invenciones de una cabeza trastornada. Y creo que, efectivamente, no lo son. No he conseguido localizar a las personas de su entorno, al menos con los nombres que él les da, aunque puedo entender que, dada la situación en la que se encontraba cuando escribió sus notas, eso es algo normal. Pero, en todo lo demás, Rodrigo se ajusta a los hechos punto por punto: los grandes personajes de la época y las batallas y demás vicisitudes que narra no se desvían de lo que he podido encontrar en libros de historia y en archivos de la época que he consultado: incluso describe con exactitud una taberna de Aranjuez que aparece en los Episodios Nacionales del gran Benito Pérez Galdós, maestro de escritores e inventor de la novela histórica tal y como la conocemos ahora.

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