¿Cómo explicar el gran retorno de los antepasados con la psicoterapia? Freud no ignoraba su importancia: ninguno de nosotros está únicamente determinado por el triángulo papá-mamá-bebé, sino por una cascada de influencias que llegan de todo nuestro árbol genealógico. Sin embargo, el fundador del psicoanálisis ya tenía suficiente trabajo con el complejo de Edipo y, según dicen algunos, aparcó conscientemente el estudio de los antepasados. Hemos tenido que esperar un siglo para que los psicoanalistas reconozcan verdaderamente la dimensión transgenealógica. Y, de repente, este reconocimiento se ha convertido en un movimiento. Bajo el lema «estés donde estés tu familia siempre está contigo: acéptala y bendícela pero libérate de ella», la psicogenealogía emerge en muchas prácticas y escuelas.
Este libro presenta estas prácticas y escuelas a través de siete entrevistas con los siete principales actores de este movimiento: Anne Ancelin Shützenberger, que se encontró sobre la pista transgeneracional mientras investigaba extrañas enfermedades que se repetían de generación en generación. Alejandro Jodorowsky, que presume de haber sido de los primeros en redescubrir la importancia del árbol genealógico. Bert Hellinger, que reconoce haberse visto influido por la cultura zulú cuando inventó las Constelaciones Familiares. Didier Dumas, que abre el enfoque transgeneracional a la Biblia y a dimensiones no occidentales (taoísmo, chamanismo, etc.). Chantal Rialland, que afirma que cada uno puede influir en su destino. Serge Tisseron, que centra su atención en los secretos de familia que llegan a ser patológicos. Vincent de Gaulejac, que demuestra cómo los árboles genealógicos se reagrupan en grandes familias sociales.
Patrice Van Eersel & Catherine Maillard
Mis antepasados me duelen
Psicogenealogía y constelaciones familiares
ePub r1.1
ramsan 03.10.15
Título original: J'ai mal à mes ancêtres: La Psychogénéalogie aujourd'hui
Patrice Van Eersel & Catherine Maillard, 2002
Traducción: Mireia Terés Loriente
Editor digital: ramsan
ePub base r1.2
Prólogo
La imparable expansión de la psicogenealogía
La idea de que nuestros destinos puedan estar determinados por la historia psicológica de las generaciones anteriores es muy antigua. Las primeras terapias inventadas por el hombre lo atestiguan. La medicina china o la africana, por ejemplo, a diferencia de la medicina occidental, contemplan la enfermedad dentro de un contexto familiar genealógico. ¿Por qué tengo hepatitis? La respuesta de la medicina occidental es: por un virus y una mala alimentación. Los curanderos chinos o yorubas ofrecen unas explicaciones que restablecen el orden en el mundo, ya sea por un demonio que nos quiere mortificar (y a quien hay que ofrecer un animal en sacrificio) o porque hemos perturbado el orden cósmico ocupando un lugar que no nos correspondía y habiéndonos olvidado de honrar a nuestros antepasados. El curandero sabe una cosa que el médico ignora: la ley genealógica y la relación con los antepasados definen en gran parte los lazos, los derechos, los deberes y las identidades que estructuran al ser humano en su cultura y su biografía. El curandero también conoce las palabras y los rituales que le permitirán conjurar la presencia al fantasma (un antepasado desgraciado o que deshonró a su familia), sinónimo del desorden inconsciente que se puede transmitir de generación en generación.
Sin embargo, de repente, en Occidente surge una novedad: el psicogenealogista. Un terapeuta que, sin olvidarse de los nuevos descubrimientos de la era moderna, sobre todo aquellos relacionados con la singularidad del individuo, recupera los lazos contextuales y transgeneracionales a los que su cultura había vuelto la espalda. ¿Y qué hace? También se centra en esa parte de la historia que no nos pertenece: «Si sufres una bronquitis crónica, puede ser que tu bisabuelo se asfixiara en una trinchera durante la guerra y nadie te lo haya dicho porque, a su regreso a casa, tu abuela se avergonzara de él». Otro ejemplo más espectacular: a un señor le duele constantemente la garganta y eso le provoca un deterioro en la circulación sanguínea en las extremidades. No consigue curarse con ningún remedio. Hasta que un día descubre, en una sesión de terapia transgenealógica, que un antepasado lejano, que nació el mismo día que él, murió guillotinado durante la revolución. A partir de este descubrimiento, los dolores de garganta y los molestos efectos circulatorios desaparecen como por arte de magia. ¿Cómo puede, por ignorancia o por el peso de un secreto de familia, un acontecimiento del pasado, ya sea bueno o malo, tener esas consecuencias varias generaciones más tarde?
Algunas personas buscan escapar de su familia huyendo, porque les parece que esta representa un peligro mortal, como si la historia de su línea sucesoria fuera una amenaza real. El peligro no tiene que ser forzosamente fantasmagórico. Pero huir no sirve de nada. Donde quiera que la evasión pueda llevarlos, la historia familiar los perseguirá y los devolverá siempre al pasado, a repetir eternamente las mismas situaciones, al menos siempre que no hayan decidido reaccionar para librarse de los anclajes transgenealógicos negativos.
Reconstruir un árbol genealógico puede empezar de la manera más sencilla. Como explica la página web psychogene.com: «En general, para trabajar sobre una historia familiar, no es necesario haber realizado investigaciones genealógicas. Cada uno empieza con lo que tiene. Las pocas informaciones recopiladas bastan para situarse y empezar a trabajar. En la mayor parte de los casos, los demás datos irán apareciendo, algunos incluso de forma sorprendente. Lo importante es entender que, a partir del momento en que uno empieza el camino psicogenealógico, activa una memoria que atraviesa el tiempo, las épocas, los acontecimientos y que puede surgir de un recuerdo hasta que la conciencia le de sentido».
En cierto modo, el psicogeanealogista recurre menos a los conocimientos de psicopatología occidental que a la eficacia de las «brujerías» de los antiguos curanderos…
La correspondencia de Freud demuestra que este no ignoraba en absoluto la importancia de los antepasados en la constitución de los psicosomatísmos individuales y colectivos: ninguno de nosotros está únicamente determinado por el triángulo papá-mamá-bebe, sino por una cascada de influencias que llegan de todo nuestro árbol genealógico. El descubridor del inconsciente tuvo la intuición de una transmisión genealógica de la neurosis. Sabía por ejemplo, la importancia de los abuelos en la vida de un niño pequeño (directa o indirectamente, para bien o para mal, por exceso o por defecto). También imaginó una historia según la cual, al principio de la humanidad, habría existido una horda con un horroroso padre primitivo cuyos hijos se pusieron de acuerdo para matarlo. Y todos nosotros llevaríamos con nosotros el recuerdo de aquel primer parricidio. Con esta parábola, Freud sugirió que, de una generación a otra, no podía eliminarse este lazo.
Sin embargo, Freud no llegó a más en la investigación del fenómeno transgeneracional. ¿Es posible que su largo y duro combate para defender el origen sexual de las neurosis le hiciera dejar de lado esta dimensión tan fundamental del mecanismo humano que es la fidelidad inconsciente de una persona respecto a sus antepasados? Esto es lo que sugieren algunos psicoanalistas para quienes Freud, al no poder hacerlo todo, decidió muy conscientemente dedicarse exclusivamente al triángulo edipiano y se olvidó del resto de la ascendencia, diciéndose que, después de él, ya vendría alguien a realizar las investigaciones pertinentes acerca de los antepasados. En realidad, parece ser que la propia genealogía de Sigmund Freud y algunos secretos de familia bastante importantes lo alejaron, inconscientemente, de cualquier investigación en profundidad sobre la transgenealogía. La continuación es tristemente banal; ya se sabe que los alumnos intentan siempre seguir las ideas de sus maestros. Después de Freud, el complejo de Edipo se convirtió en un dogma celoso y los antepasados quedaron relegados al ostracismo.