Daniel Glattauer - Theo
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Theo: resumen, descripción y anotación
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Theo es el sobrino del autor de bestsellers Daniel Glattauer. Cuando nació, su tío tomó la determinación de observar y describir cómo iba creciendo ese pequeño ser.
A Theo le gustó la idea y colaboró aplicadamente en el proyecto; sólo tenía tres años cuando concedió su primera entrevista en exclusiva. Tras esta experiencia, pronto se hizo patente que su afán por comunicar no había quedado satisfecho ni de lejos; las vivencias de Theo ya eran demasiadas como para privar de ellas a la opinión pública: sus primeros huevos de Pascua, el fenómeno del teléfono, la primera visita al parque de atracciones de Viena, animales que flotan en el agua (peces) y, algo especialmente maravilloso, la época prenavideña en el supermercado. Paso a paso, Theo va conquistando el mundo de los adultos a su manera.
Daniel Glattauer
ePub r1.1
orhi 17.06.14
Título original: Theo. Antworten aus dem Kinderzimmer
Daniel Glattauer, 2010
Traducción: Alicia Gómez Elizondo
Diseño de cubierta: María Pérez-Aguilera
Editor digital: orhi
ePub base r1.1
DANIEL GLATTAUER. Nació el 19 de mayo de 1960 en Viena (Austria). Cursó estudios de Pedagogía e Historia del Arte antes de trabajar como periodista redactando artículos en Der Standard
Alcanzó el éxito en varios países de Europa, entre ellos España, con Contra el viento del norte (2006) y Cada siete olas (2009), novelas románticas influenciadas por Gustave Flaubert y escritas en formato epistolar que vinculaban a dos desconocidos que se encuentran en Internet.
En 2006 logró el German Bok Prize por Contra el viento del norte, obra que ha supuesto su salto al mercado internacional y que ha sido traducido a más de 25 idiomas.
[1] Billa es una cadena de supermercados con numerosos establecimientos y sede en Austria. (N. del T.)
[2] Ex piloto austriaco de Fórmula 1, que participó en Grandes Premios y obtuvo importantes victorias entre 1984 y 1997. (N. del T.)
[3] «Ein Mazda müsste man sein», eslogan publicitario muy conocido en Austria que acuñó para la firma de automóviles Wolf Haas, quien después se convertiría en un escritor de éxito. (N. del T.)
[4] Soletti es una marca de galletas saladas muy popular en Austria. Son especialmente conocidos los palitos de aperitivo y el nombre de la marca se utiliza para denominar este tipo de snack. (N. del T.)
[5] Inländer-Rum: bebida alcohólica, popular en Austria, que puede llegar a contener hasta un 80 por ciento de alcohol. No se trata de ron auténtico, fabricado a partir de caña de azúcar, sino de un sucedáneo. (N. del T.)
[6] En el original, letra de la canción Schifoan. Wolfgang Ambros es un cantautor austriaco, muy popular en el país desde los años setenta, que canta en dialecto. (N. del T.)
[7] En alemán Dorf significa pueblo y Hütte es cabaña. (N. del T.)
[8] Tanto en Austria como en Alemania se diferencia el cabaret (siguiendo la línea en la que ha evolucionado el espectáculo de origen francés), del Kabarett, que retoma la base del mismo y se centra en la comedia satírica y en la parodia de personajes o situaciones locales. (N. del T.)
[9] Autor austriaco de libros infantiles y juveniles, conocido también por sus programas de televisión. (N. del T.)
Cuando conocí a Theo, él era un ser extraordinariamente pequeño. Estaba en la incubadora, medía 47,50 centímetros de largo y ostentaba 2570 gramos de peso. Más recién nacido no podía ser. Se había adelantado orgullosamente en treinta días a la fecha planeada para su alumbramiento (y a día de hoy sigue manteniendo esa ventaja). Sus párpados miniatura se encontraban cerrados. Su boca tenía el corte y la forma de un guión. Theo no hacía más que lo mínimamente necesario para vivir: respirar. Pero lo hacía de una manera tan sosegada, que despertaba admiración; con tal serenidad, que dejaba pasmado a más de uno. La visión de Theo al otro lado de la campana de cristal despertaba reacciones enérgicas. Quien así lo veía, no podía evitar preguntarse qué llegaría a ser de él con el tiempo.
Uno de los que pensaba en esas cosas era yo. Pero es que yo escondía además una cuestión literaria, que fue saliendo poco a poco de su escondite hasta ocupar toda mi cabeza: ¿qué tal si empezaba a describir a un ser humano que justamente estaba empezando a serlo? Y retomarlo un año después, cuando ya fuera alguien. Y al año siguiente otra vez; que ya tendría el doble de años que aquel otro que había sido. Y un año más tarde. Y al otro. Y así sucesivamente. Año tras año. Mis lectores, en representación de la opinión pública mundial, tendrían la posibilidad de participar de la trayectoria vital de un recién nacido, serían testigos de la evolución de su yo, observarían sus avances, lo verían hacerse, compartirían sus vivencias, sus ocupaciones, su narración, cómo construye sobre lo ya existente y sin embargo se crea de nuevo día a día, cómo madura y envejece a porfía con cada uno de nosotros. Que fuera él quien nos dibujase a nosotros los anillos anuales. Que fuera él quien midiera nuestra transitoriedad. Que él le indicara el camino al correr del tiempo, lo dotara de piernas, le ofreciera su calzado.
Ahí estaba, reposando tranquilamente en la incubadora. Theo, mi sobrino, mi elegido, mi héroe, instrumento de mi ambición de escritor. El proyecto podía comenzar. Pues sí, el objeto de observación era una cosita de 47,50 centímetros: él.
Él iba a tener que entregarse; tendría que participar en el juego.
Yo necesitaba su aprobación; necesitaba su sí.
—Theo, soy yo, tu tío —le susurré a través de la pared de cristal—. Una preguntita: ¿Me permitirías retratarte de año en año?
No se inmutó, no dio señal de ningún tipo.
—Theo, si tienes algo en contra, abre los ojos. Si das tu consentimiento, déjalos cerrados.
Esperé tres minutos. La respuesta no dejaba lugar a dudas.
Theo busca. Él en realidad todavía no sabe qué, pero tiene la sensación de que en alguna parte hay algo más que… ¿Que qué? Theo todavía no conoce bien el sitio, es nuevo aquí. Nuevo ¿dónde?
El periodo de gestación fue agradable. Por entonces nadie sabía que, de allí, saldría Theo. A él le resultaba tranquilizador estar rodeado por todas parte de una mamá médico. Una vez, debió de ser en el quinto mes, fue en avión a Grecia. Estuvo allí tres semanas. Después volvió. Tampoco fue tan emocionante.
Theo es hijo del deseo. Deseó que su cumpleaños fuera el 25 de octubre, aunque en realidad debería haber venido al mundo cuatro semanas y media más tarde. ¡Sorpresa!
Los valores sanguíneos de mamá estaban alterados. Theo se había acomodado de manera poco convencional, transversal a la placenta, y estaba ejerciendo presión. El martes por la mañana llegó la hora. La mesa de operaciones de la clínica Semmelweis de Viena estaba fría como un témpano. Pero a Theo no le afectó.
Al pronunciar la palabra «cesárea» parece que la cosa debería doler. Pero en realidad a Theo nada le habría definido mejor. Nunca es demasiado temprano para que empiece a forjarse un carácter y así salió él: abierto a acontecimientos incisivos, no se deja empujar por nada. Desde el mismo día de su nacimiento. La cesárea también es la mejor solución desde un punto de vista físico. El niño no sale tan arrugado ni tan chafado y mamá no se queja. De todas formas le pusieron anestesia general.
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