En una época en que la masculinidad bíblica pura no solo es rara, sino a menudo abiertamente proscrita, Pelea de Craig Groeschel nos recuerda que Dios nos creó para ser guerreros. Si cada hombre cristiano captara este mensaje, creo que el mundo cambiaría para siempre.
— Dave Ramsey,
laureado escritor del New York Times y presentador radial que se transmite en emisoras de todo Estados Unidos
El libro de Craig Groeschel, Pelea, envía a todos los hombres el mensaje contundente de que tienen lo que se necesita para ganar las batallas con que intentan lidiar. Si estás cansado de luchar y quieres redescubrir al guerrero que llevas por dentro, este libro es para ti.
— Mark Burnett,
galardonado productor ejecutivo de The Bible
La misión de Editorial Vida es ser la compañía líder en satisfacer las necesidades de las personas con recursos cuyo contenido glorifique al Señor Jesucristo y promueva principios bíblicos.
PELEA
Edición en español publicada por
Editorial Vida – 2014
Miami, Florida
© 2014 por Craig Groeschel
Este título también está disponible en formato electrónico.
Originally published in the USA under the title:
Fight
Copyright © 2013 by Craig Groeschel
Published by permission of Zondervan, Grand Rapids, Michigan 49530.
All rights reserved
Further reproduction or distribution is prohibited.
Editora en Jefe: Graciela Lelli
Traducción: Ricardo y Mirtha Acosta
Edición: Semantics, Inc.
Adaptación del diseño al español: BookCoachLatino.com
A menos que se indique lo contrario, todos los textos bíblicos han sido tomados de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional® nvi® © 1999 por Biblica, Inc.® Usados con permiso. Todos los derechos reservados mundialmente.
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Edición en formato electrónico © julio 2014: ISBN 978-0-8297-6594-6
CATEGORÍA: Vida cristiana / Hombres
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CONTENIDO
5.7 LA ORACIÓN DEL GUERRERO
PELEA
COMO HOMBRE
Más vale maña que fuerza.
— Mark Twain
A prendí a pelear en segundo grado. Un día iba caminando de la escuela a mi casa, pensando en mis asuntos de alumno de segundo grado. De repente, un chico de tercer grado mucho más grande, Bo Talbot, se me acercó y se plantó de frente en mi camino. Él solo era un año mayor, pero yo estaba convencido de que sus padres lo habían mantenido fuera de la escuela durante algunos años para ser modelado por los entrenadores del Campeonato de Lucha, matones que en lugar de bocadillos sin duda le habían dado esteroides entre sesiones de levantamiento de pesas.
Bo me agarró la camisa con una mano y echó la otra hacia atrás empuñada como una bola de demolición.
—Groeschel, ¿eres gay? —gruñó con los dientes apretados.
Puesto que eso ocurrió en 1975, y que yo solo tenía ocho años, no estaba realmente seguro del significado de gay. Mientras mi mente se apresuraba a responder, recordé una regla imperecedera de mamá: di siempre la verdad. Levanté la mirada hacia él con ojos entrecerrados, preparándome para el impacto meteórico de sus puños.
—Yo… yo… no estoy seguro. ¿Te… te… te puedo contactar mañana?
La verdad puede ser un arma deslumbrante. Bo se sorprendió por mi táctica dilatoria. Permaneció allí por varios segundos, paralizado como la estatua de un guerrero griego, cavilando en mi respuesta.
—Está bien —expresó después de un incómodo silencio, y me soltó—. Pero más te vale que me lo digas mañana.
El matón se alejó, y la crisis se puso temporalmente en modalidad de pausa.
¡Uf! Mamá tenía razón. Siempre hay que decir la verdad.
Temblando, me escabullí a casa y encontré a mamá poniendo mis medias sucias en la lavadora. Con mi futuro pendiendo de un hilo, espeté mi gran pregunta, sin revelar mi experiencia cercana a la muerte.
—Mamá, ¿qué significa gay? —pregunté tan tranquilamente como pude.
Ella se quedó indecisa, de igual modo que me quedé indeciso hace poco cuando mi hija de ocho años me preguntó cómo se había entrado en la barriga de mamá cuando nació. La indecisión de mamá debió haberme servido de advertencia, pero creo que en mi acrecentada fase de temor, la pasé por alto.
—Cariño —contestó ella con tranquilizadora convicción—, gay significa simplemente «feliz».
Ese fue el momento en que mamá rompió su propia regla y arruinó su expediente perfecto.
¡Ah! Así que gay significa feliz. Eso tuvo sentido para mi mente de segundo grado, aunque parecía extraño que un matón preguntara acerca de mi felicidad.
El día siguiente después de la escuela me hallé arrinconado una vez más por Bo. Igual que un actor que retoma su lugar en el escenario, se plantó sobre mí, con el puño hacia atrás, usando el cuello de mi camisa como agarradera. Entonces hizo la fatídica pregunta, resaltando las palabras para lograr un efecto dramático.
—Craig, ¿eres… gay?
Sonreí ampliamente, orgulloso de saber cómo contestar.
—Claro que lo soy. He sido gay toda mi vida. ¡Quizás soy el tipo más gay que hayas conocido alguna vez!
No recuerdo mucho de lo que sucedió a continuación. Sí recuerdo un zumbido y un sabor metálico en la boca, el gustillo característico de la sangre. Entonces comprendí por qué un personaje de los dibujos animados a quien lo golpean ve estrellas y a veces pajaritos. El golpe que Bo me diera me brindó una cruda ojeada al interior de la dimensión de dibujos animados.
Todo el lado de mi cara se hinchó como una sandía. La cabeza me pesaba el doble que el resto del cuerpo. A medida que mis llorosos ojos se despejaban, parpadeé allí bajo la sombra de Bo, mientras su enorme estructura todavía se erguía por encima de mí. Me prometió que habría muchos golpes más, cada día después de clases por el resto de mi vida. Entonces se alejó.
En ese momento no me sentí feliz en absoluto.
Cuando el mareo se disipó lo suficiente para ponerme de pie, fui a casa tambaleándome y avergonzado. Mi primera pelea y ni siquiera logré dar un puñetazo. Ser golpeado ya era suficientemente malo. Que me golpearan por ser un niño feliz era infinitamente peor.
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