Craig Groeschel - Oraciones peligrosas: Porque seguir a Jesús siempre ha sido arriesgado

Craig Groeschel

Oraciones peligrosas

Porque seguir a Jesús siempre ha sido arriesgado

Origen

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Este libro está dedicado a mi madre.

Gracias por orar fielmente todos estos años.

Tus oraciones hicieron la diferencia.

Te amo y te honro.

RAIG GROESCHEL, autor bestseller del New York Times, es el fundador y pastor principal de Life Church, una iglesia innovadora que se congrega en varios lugares de Estados Unidos y una de las más grandes del mundo. Es autor de varios libros y presentador del podcast «Liderazgo con Craig Groeschel». Craig y su esposa, Amy, viven en Oklahoma.
www.craiggroeschel.com

Título: Dangerous Prayers: Because Following Jesus Was Never Meant To Be Safe

Publicado bajo acuerdo con Thomas Nelson, una división de HarperCollins Christian Publishing Inc.

Primera edición: enero de 2021

© 2020, Craig Groeschel
© 2021, Penguin, de la presente edición en castellano para todo el mundo:

Penguin Random House Grupo Editorial USA, LLC

8950 SW 74th Court, Suite 2010

Miami, FL 33156

Traducción: Melanie Márquez Adams

Adaptación del diseño de cubierta de Stephen Cox: Penguin Random House Grupo Editorial

Ilustración de cubierta: Dominio público

Foto del autor: Robby Doland O Life.Church POR CONFIRMAR

Las citas bíblicas fueron tomadas de la Biblia Reina Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960 (RVR60), excepto cuando en el original se marca el uso de la versión NLT, en cuyo caso se utilizó en español la Nueva Traducción Viviente (NTV).

Penguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright. El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyright al no reproducir, escanear ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores.

ISBN 978-1-644732-82-3

Conversión a formato digital: Libresque

¡Gracias por comprar Oraciones peligrosas!

Todas las ganancias del autor que provengan de este libro apoyarán esfuerzos para el acceso y la traducción de la Biblia a través de la aplicación YouVersion Bible.

PRIMERA PARTE
Examíname

Examíname, oh, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.

—SALMO 139:23-24

«Oye, Craig, ¿crees que Dios todavía hace milagros?».

«Por supuesto», dije.

«Qué bueno, porque tus oraciones son muy aburridas».

Traté de reírme con él, pero la broma de mi amigo me dolió, sobre todo porque tenía razón. Era la época en que había empezado a trabajar en el ministerio y acabábamos de salir juntos de un servicio de oración. Mi amigo me conocía lo suficientemente bien como para bromear conmigo, pero sospecho que también estaba intentando señalar algo. Al quedarme sin palabras, no ofrecí ninguna defensa mientras procesaba la verdad de su observación. No podía negar que él estaba señalando un secreto que yo sabía, pero que no quería admitir: mis oraciones eran patéticas.

Como pastor joven en esa época, debería haber tenido más control sobre la oración. Es una de esas responsabilidades laborales, como predicar y saludar a las personas luego del servicio, que debería haber dominado. Pero hacer oraciones largas, enfocadas, elocuentes y poderosas al Dios que no podía ver, siempre había sido un desafío para mí. No me sentía cómodo orando en un dialecto formal, como si intentara actuar en una obra de Shakespeare. Pero tampoco me sentía satisfecho de hablar por hablar, en un tono casual y de confianza excesiva, con el Creador y Sustentador del universo.

Incluso cuando oraba, me costaba concentrarme por mucho tiempo. Lo que significaba que me esforzaba aún más en la siguiente ocasión. Pero por mucho que me esforzaba, siempre parecía volver a caer en la misma vieja rutina de oración. Oraba por las mismas cosas. De la misma manera. Usualmente a la misma hora.

Mirando hacia atrás, me pregunto si a veces Dios se aburría de mis oraciones. Cuando oraba «Señor, cuídanos en nuestros viajes y mantennos a salvo», me lo imaginaba diciendo, «¿Qué te preocupa? Simplemente conduce dentro del límite de velocidad y usa el cinturón de seguridad. Estarás bien». O cuando oraba «Señor, bendice nuestros alimentos», sabía que probablemente él estaba pensando, «¿En serio? ¿Quieres que bendiga macarrones con queso de caja y unas papas fritas?».

Mientras estudiaba más la Biblia, me maravillaba de la variedad de oraciones hechas por el pueblo de Dios. No solo oraban por cosas que eran increíblemente personales —concebir un hijo, por ejemplo (1 Samuel 1:27)— pero con frecuencia sus oraciones eran también muy prácticas, por alimento y provisión (Mateo 6:11) y librarse de sus enemigos (Salmo 59 1:2). A veces parecían susurrar sutilmente a un Dios amoroso. Otras veces clamaban con agonía y frustración.

A menudo suplicaban a Dios con sinceridad. Más tarde clamaban desde lo más profundo de su angustia y maldecían a Dios como un bebé agotado que patalea en los brazos de su papá o su mamá. Oraban por valentía para compartir su fe. Oraban por la caída de muros, tanto internos como externos. Daniel oró para que se cerraran las bocas de los leones hambrientos, y Jonás oró para que se abriera el vientre de una ballena hambrienta. Gedeón oró para que su lana estuviera mojada un día y seca al otro. El pueblo de Dios oraba tanto si estaba lleno de dicha como si estaba abatido por el dolor.

Sus oraciones eran honestas. Desesperadas. Exaltadas. Valientes. Auténticas.

Y ahí estaba yo, orando para que Dios me mantuviera a salvo y bendijera mi hamburguesa y papas fritas.

Mi amigo tenía razón.

Mis oraciones eran aburridas.

Quizás puedas identificarte. No es que no creas en la oración. Lo haces. Pero estás atrapado en una rutina. Oras por las mismas dificultades y por las mismas peticiones. De la misma manera. A la misma hora. Y eso si es que incluso tratas de orar. Como yo, probablemente sepas que deberías orar más. Y con más pasión. Más fe. Deseas hablar con Dios y escucharlo, compartir una conversación íntima como lo harías con tu cónyuge o tu mejor amigo. Realmente lo deseas, pero no estás seguro de cómo hacerlo. Por lo tanto, tus oraciones permanecen cautelosas.