Sam, Blaine, Jenny, Aaron, Morgan, Cherie, Julie, Gary, Leigh, Travis, Sealy y Stasi. Brian y Kyle en Thomas Nelson. El grupo de póquer del jueves en la noche. Y a todos aquellos que han estado orando por mí, cerca y lejos.
A Brent, por enseñarme más que ninguna otra persona lo que significa ser un hombre; y a Craig, por tomar la espada.
Lo sé. Casi me dan deseos de disculparme. Querido Señor, ¿necesitamos realmente otro libro para hombres?
No. Necesitamos algo más. Necesitamos permiso.
Permiso para ser lo que somos: hombres hechos a la imagen de Dios. Permiso para vivir de corazón, y no de la lista de «debemos» y «tenemos» que a muchos nos ha dejado cansados y aburridos.
La mayoría de los mensajes para hombres fallan a la larga. La razón es sencilla: pasan por alto lo profundo y verdadero para el corazón del hombre, sus pasiones reales, y simplemente intentan darle forma usando diversas formas de presión. «Este es el hombre que deberías ser. Esto es lo que un buen esposo/padre/cristiano/practicante tiene que hacer». Llene los espacios en blanco a partir de aquí. Él es responsable, sensible, disciplinado, fiel, diligente, consciente de sus deberes, etc. Muchas de estas son buenas cualidades. No dudo que esos mensajeros tengan buenas intenciones. Pero hasta donde recuerdo, el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. A estas alturas debería ser obvio que son casi un completo fracaso.
No, los hombres necesitan algo más. Necesitan un entendimiento más profundo de por qué añoran aventuras, y batallas y a una belleza… y por qué Dios los hizo sencillamente así. Además necesitan una profunda comprensión de por qué las mujeres anhelan que se luche por ellas, que las lancen a la aventura, y ser la Bella. Dios también las hizo así.
De modo que les presento este libro, no como los siete pasos para ser un mejor cristiano, sino como un safari del corazón para recuperar una vida de libertad, pasión y aventura. Creo que ayudará a que los hombres recuperen sus corazones; y las mujeres también. Es más, ayudará a las mujeres a comprender a sus hombres, y a ayudarles a vivir la vida que ambos desean. Esa es mi oración por usted.
Lo que importa no es la crítica, ni el individuo que señala cómo tropieza el hombre fornido, o dónde el que hace hazañas pudo haberlas hecho mejor. El crédito pertenece al hombre en la arena, cuyo rostro está estropeado por el polvo, el sudor y la sangre, quien lucha con valentía … quien conoce los grandes entusiasmos y las grandes devociones; quien se agota por una causa digna; quien en el mejor de los casos conoce al final el triunfo del gran logro, y en el peor, si fracasa, al menos lo hace mientras se arriesga grandemente; por eso su lugar nunca estará con aquellas almas frías y tímidas que nunca han conocido ni la derrota ni el triunfo.
—T EDDY R OOSEVELT
El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.
—M ATEO 11.12
Como aguas profundas es … el corazón del hombre.
—P ROVERBIOS 20.5
La vida espiritual no puede ser suburbana. Siempre es fronteriza, y los que vivimos en ella debemos aceptar, y hasta alegrarnos, que permanezca indómita.
—H OWARD M ACEY
Quiero cabalgar hasta donde el oeste empieza
No puedo mirar las trabas ni soporto las cercas
No me pongas cerco. El corazón de un hombre es como agua profunda…
—C OLE P ORTER
Don’t Fence Me In [No me pongas cerco]
A l fin estoy rodeado de un paisaje salvaje. El viento en la copa de los pinos detrás de mí suena como el océano. Las olas se apresuran desde el gran azul de arriba, sobre la cima de la montaña que he escalado, en algún punto de la cordillera Sawatch en el centro de Colorado. Un mar de artemisas se extiende a mis pies por millas y millas solitarias. Zane Grey lo inmortalizó con el color salvia púrpura, pero la mayor parte del año tiene más bien un tono gris plateado. Esta es la clase de región que puede atravesar por días montado en un caballo sin ver otra alma viviente. Hoy, voy a pie. Aunque el sol brilla esta tarde, la temperatura no subirá a más de treinta grados Fahrenheit (cero grados centígrados) aquí cerca de la División Continental, y lo que sudé al escalar este tramo ahora me produce escalofríos. Está terminando el mes de octubre y se aproxima el invierno. A la distancia, a casi ciento sesenta kilómetros (cien millas) al sur por el suroeste, las Montañas San Juan ya están cubiertas de nieve.
El aroma acre de las salvias aun se adhiere a mis jeans, y me mantiene la mente despejada cuando tomo una bocanada de aire… notablemente escaso a más de tres mil metros (diez mil pies) de altura. Me veo obligado a descansar de nuevo, aun cuando sé que cada pausa aumenta la distancia entre mi presa y yo. Sin embargo, la ventaja siempre ha sido de ella. Aunque las huellas que encontré esta mañana aún eran frescas (de sólo unas horas), eso prometía muy poco. Un alce puede cubrir con facilidad kilómetros de terreno escarpado en esa cantidad de tiempo, especialmente si está herido o huyendo.
El uapití, como lo llaman los indios, es una de las criaturas más escurridizas que quedan en Estados Unidos. Son los reyes fantasmas del territorio alto, más cautos y recelosos que el venado, y más difícil de seguirles el rastro. Viven en las elevaciones más altas, y viajan más en un día que casi cualquier otra pieza de caza. Los alces parecen tener un sentido especial para detectar la presencia humana. En algunas ocasiones he estado cerca, al instante se han ido, desapareciendo silenciosamente entre los cultivos de álamos tan espesos que usted no creería que un conejo podría atravesarlos.