CUANDO
EL ENEMIGO
ATACA
CUANDO
EL ENEMIGO
ATACA
CHARLES F.
STANLEY
Caribe-Betania Editores es un sello de Editorial Caribe, Inc.
© 2004 Editorial Caribe, Inc.
Una subsidiaria de Thomas Nelson, Inc.
Nashville, TN, E.U.A.
www.caribebetania.com
Título en inglés: When the Enemy Strikes
© 2004 por Charles F. Stanley
Publicado por W Publishing
Una división de Thomas Nelson, Inc.
A menos que se señale lo contrario, todas las citas
bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera 1960
© 1960 Sociedades Bíblicas Unidas en América Latina.
Usadas con permiso.
ISBN 0-88113-826-6
Traductora: Raquel Monsalve
Tipografía: Marysol Rodriguez
Reservados todos los derechos.
Prohibida la reproducción total o parcial
de esta obra sin la debida autorización por
escrito de los editores.
Impreso en E.U.A.
Printed in the U.S.A.
A Gearl Spicer,
Siervo devoto de Dios, pastor encargado de la
administración en First Baptist Church, Atlanta. Hemos
«peleado la buena batalla» lado a lado muchas veces.
Estoy profundamente agradecido, amigo mío.
CONTENIDO
1
EL ROSTRO DEL MAL
T odavía recuerdo vívidamente cómo me sentí aquel 7 de diciembre de 1941. Tenía nueve años en aquel entonces cuando escuché, un trágico domingo por la tarde, que los japoneses habían atacado sorpresivamente al puerto de Pearl Harbor. Vi como nuestra pequeña ciudad, Danville, Virginia, comenzaba a enfrentar las posibilidades de una guerra. Un enemigo inesperado había atacado, y nuestras vidas nunca más iban a ser como antes.
De la misma manera, nadie hubiera predicho los ataques terroristas a nuestra nación el 11 de septiembre, 2001. Cuando esos aviones chocaron contra el World Trade Center y el Pentágono, nuestra sociedad de paso apurado se detuvo repentinamente. Había ocurrido lo impensable. Los Estados Unidos habían sido atacados por un enemigo que nos odia por quienes somos y lo que creemos.
A través de nuestras vidas enfrentamos muchas clases diferentes de enemigos. Algunos son motivados por razones personales. Tal vez usted no le gusta a una persona por un número de razones; tal vez esa persona esté celosa de su éxito o tal vez quiera tomar de usted algo que quiere para sí misma. Tal vez alguien lo odie tanto que quiera dañarlo de manera muy seria o aun matarlo.
Cuando usted conoce a su enemigo, y está preparado para el ataque, es posible obtener la victoria. Pero yo he encontrado que los enemigos más grandes son desconocidos e inesperados. Por ejemplo, un amigo de confianza que se vuelve en contra suya cuando ve la posibilidad de ganancias personales. Un compañero de trabajo que dice chismes y trama ardides contra usted con la esperanza de obtener un ascenso. O un ladrón que se esconde en la noche esperando robarle. Las motivaciones que todos estos enemigos tienen en común se encuentran en la raíz del mal.
El mal es algo que sabemos que existe, pero no es un tema del que queramos hablar o que queramos confrontar. El mal tiene un rostro. Es peligroso... oscuro... siniestro... mortal. ¿Sabe usted cuál es la fuente por excelencia del mal? ¿Está consciente de la forma en que opera el mal? Si usted no sabe cómo opera, entonces, ¿cómo puede protegerse a sí mismo y proteger a sus seres amados en forma adecuada cuando ataca de golpe?
SEPARANDO EL BIEN Y EL MAL
Todos sabemos que el bien y el mal existen en el mundo. Desde muy pequeños se nos enseña que algunas cosas son malas, y que otras son buenas. Desde niños se nos enseña que debemos desarrollar la habilidad de distinguir entre el bien y el mal. A medida que crecemos, se nos advierte que estemos atentos a las circunstancias que nos rodean para así poder evitar el mal y escoger asociarnos con lo que es bueno.
Pero cuando yo les pregunto a las personas si les resulta difícil discernir el bien del mal, a menudo me responden: «Sí, me resulta difícil. Hay muchas áreas “grises” en el mundo hoy».
La mayor parte de la gente parece estar de acuerdo acerca de ciertos tipos de mal. Es malo que un padre abandone a su hijo o que lo abuse física, sexual o emocionalmente. Es malo que los portabombas suicidas hagan volar a personas inocentes. Es malo que una persona mate a otra a sangre fría, o que torture a otra persona.
Hay muchas cosas que inmediata y universalmente se categorizan como malas, por ejemplo, demostrar prejuicio racial, odiar a ciegas a una persona, malversar o manejar mal los fondos de una corporación, copiar en un examen, mentir, no ayudar a un necesitado cuando usted tiene los medios para hacerlo, robar, cometer adulterio, enojarse ciegamente con otros conductores en la carretera, participar en un tiroteo al azar desde un automóvil, secuestrar, violar, beber en exceso, usar drogas ilegales, y llevar a cabo otros muchos comportamientos malos, y permanecer apegado a actitudes de pensar mal.
Podemos ver ciertas situaciones y reconocer un aspecto del mal grabadas en ellas; por ejemplo, una enfermedad debilitante y dolorosa, sufrimientos de toda clase, el hambre en el mundo, la extrema pobreza, la persecución intensa de gente buena, o la profunda agonía por la pérdida de un hijo. Tal vez no podamos identificar con precisión la naturaleza exacta o la causa del mal, pero sentimos que la situación mala tiene un elemento tenebroso en ella. Reconocemos que las cosas no son como deberían ser en un mundo perfecto.
Somos muy rápidos para decir que todas estas acciones, actitudes y condiciones están marcadas indeleblemente por el mal. Pero a continuación viene la pregunta difícil: «¿Es la persona que ha cometido un hecho malvado o que tiene una actitud equivocada, malvada?»
«Bien,» dice la gente mientras da marcha atrás hacia la justificación, «probablemente el individuo sea bueno en lo profundo de su ser. Él no quiso hacer lo que hizo; es un producto de la forma en que lo criaron, de su cultura o de su religión fanática. Se cegó en forma temporal por la codicia o la lujuria. No sabía lo que estaba haciendo; sufría de locura momentánea».
Algunas veces sacamos esta conclusión: «Las personas son buenas, pero su comportamiento es malo». Tal vez hasta digamos: «Amamos al pecador y tenemos esperanzas de que cambie, pero el pecado es malo».
Todo eso puede ser cierto, pero, ¿qué hace usted cuando el pecado lo ataca a usted?
¿Qué dice y en qué forma responde cuando usted es víctima de maltrato de parte de su cónyuge, el objeto de las acciones terroristas, o la persona que ha sido malherida por un conductor ebrio?
¿Qué hace usted cuando su ser querido es tomado prisionero, su hijo es abusado por un adulto que usted y su hijo le tenían confianza, o cuando llega a su hogar para encontrar que le han robado, o recibe el diagnóstico de una enfermedad terminal?
¿Cómo discierne entre el bien y el mal cuando usted es la víctima de un ataque maligno?
¿Qué hace usted cuando reconoce que no siempre actúa de una forma positiva, piadosa o sabia hacia otras personas? ¿Qué sucede cuando el espejo de la realidad desnuda se le coloca delante de su rostro y usted se ve forzado a admitir: «Yo soy la persona que está causando dolor; yo soy el que está reaccionando con una mala intención o una mala actitud»?
¿Cómo trata con los asuntos del bien y del mal cuando usted los ve en el trabajo o en la guerra o dentro de usted mismo?
Reconocer el mal, enfrentar el mal, buscar el bien y evitar el mal, reconocer el mal dentro de nosotros mismos y cambiarlo a bien; todos estos asuntos se encuentran en la médula de nuestra existencia humana. Si realmente pudiéramos ser objetivos en cuanto a nuestras vidas, probablemente encontraríamos que pasamos la mayor parte del día tratando de hacer las cosas que catalogamos de buenas y correctas, y evitando situaciones, relaciones, encuentros y circunstancias que catalogamos de malas o incorrectas.
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