Paul Ekman - Cómo detectar mentiras en los niños
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- Libro:Cómo detectar mentiras en los niños
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:1991
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Cómo detectar mentiras en los niños: resumen, descripción y anotación
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Cómo detectar mentiras en los niños — leer online gratis el libro completo
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«Mi hijo Billy me ha mentido y sólo tiene cinco años. ¿Es eso normal?» «Sé que Joan miente cuando me dice que no fuma marihuana. ¿Qué puedo hacer?» «Michael miente constantemente. ¿Dejará de hacerlo conforme vaya haciéndose mayor?» «Heather no me cuenta lo que hace en sus citas con los chicos. Dice que no es asunto mío, pero ¿acaso no tengo derecho a saberlo?»
Estas son algunas de las situaciones cotidianas que aparecen en este volumen y con las que todos los padres tienen que enfrentarse alguna que otra vez. Partiendo de ellas, el doctor Paul Ekman, un experto en el tema mundialmente reconocido y autor del bestseller Cómo detectar mentiras, enseña a esos padres cómo afrontar con eficacia la gran variedad de mentiras que cuentan los niños de todas las edades. Con este libro, descubrirá aspectos trascendentales de la cuestión, como cuáles son los motivos que llevan al niño a mentir, por qué unos niños mienten más que otros, cómo animar a su hijo a que diga la verdad, etc. Todo ello, por supuesto, explicado en un lenguaje accesible y de fácil comprensión, que convierte el texto en una lectura imprescindible para toda la familia.
Paul Ekman
Claves para fomentar la sinceridad de los niños
ePub r1.0
Mezki 04.11.14
Título original: Why kids lie
Paul Ekman, 1991
Traducción: Montse Ribas Casellas
Diseño de cubierta: María José del Rey
Editor digital: Mezki
ePub base r1.2
Para Eve
Que siga por la senda de la verdad
Las catedráticas Norma McCoy y Linda Camras, ambas psicólogas del desarrollo, y Robert Ornstein, psicólogo y escritor, leyeron con atención un primer borrador de este libro y me ofrecieron muchas sugerencias útiles. El catedrático John Yuille, psicólogo especializado en testimonios infantiles, y los doctores Henry Massie e Irving Philips, ambos psiquiatras infantiles, me dieron útiles opiniones sobre los dos últimos capítulos.
La catedrática Maureen O’Sullivan entrevistó conmigo a los niños con respecto a sus actitudes hacia la mentira y también me ofreció consejo sobre el libro. Mi buen amigo Robert Pickus, qué ha sido un modelo de cómo educar niños maravillosos, así como un mentor moral, me dio muchas ideas y apoyo. Perry Garfinkel fue un valioso editor, que afiló mi prosa y me instó a llenar algunos huecos que yo estaba intentando evitar.
Mi esposa Mary Ann me animó desde el principio a escribir este libro, fue una crítica aguda y contribuyó con dos importantes capítulos. Mi hijo Tom aceptó el reto de participar en este libro y escribió su propio capítulo, que me enseñó algunas cosas que desconocía.
Mi investigación sobre la mentira y la preparación de este libro fue posible gracias al premio Research Scientist Award otorgado por el Instituto Nacional de Salud Mental (MH 06092).
EL ALTO RIESGO DE LAS MENTIRAS
«Mi hijo Billy me mintió y sólo tiene cinco años. ¿Es eso normal?»
«Sé que Joanne miente cuando me dice que no fuma marihuana, pero no puedo demostrarlo. ¿Qué debería hacer yo?»
«Michael miente constantemente. ¿Dejará de hacerlo cuando se vaya haciendo mayor?»
«Heather no me cuenta lo que hace en sus citas con los chicos. Dice que no es asunto mío, pero ¿acaso no tengo derecho a saberlo? Sólo estoy intentando protegerla.»
«Cuando mi hija me miente, me preocupa pensar que puedo estar haciendo algo que la haga mentir.»
Éstas son preocupaciones comunes de todos los padres. Llegan a tener un fuerte impacto cuando alguien viene y te dice: «Mi hija se lo pasó estupendamente en la fiesta de tu hijo la semana pasada. Me dijo que tú y Mary Ann fuisteis unos vigilantes perfectos: ¡nadie os vio!».
Así es como supe que mi hijastro, Tom, entonces de trece años de edad, me había mentido. Al parecer había dado una fiesta una noche de verano en nuestra cabaña de Inverness, una comunidad rural a unos sesenta kilómetros costa arriba de nuestro hogar en San Francisco. Rápidamente asumí que la fiesta debió de haber ocurrido cuando tanto mi esposa, Mary Ann, como yo pasamos una noche en la ciudad por un tema de trabajo.
Tom sabía que en las fiestas tenía que haber algún adulto presente. Los padres de Inverness habían dejado muy claro este tema a sus hijos. Especialmente después de que hubiéramos descubierto que algunos niños habían estado bebiendo en una fiesta no vigilada el verano anterior. Queríamos evitar que se repitiera ese incidente.
Unas semanas antes yo había animado a Tom para que diera una fiesta. «Tu madre y yo nos haremos invisibles», le prometí. «Nos quedaremos en el estudio.» El estudio está a cuarenta y cinco metros de la cabaña, tras unos árboles. Tom había asentido distraídamente y se había olvidado del tema.
Cuando empecé a atar cabos, la madre que me había estado dando las gracias puso una cara inquisitiva. «Hubo una fiesta, ¿no?», preguntó, esperando que la tranquilizara. Francamente, yo estaba aturdido y desconcertado. «Oh sí», murmuré, y me marché. El dolor, la decepción y el enojo llegaron unos momentos después. Y, mucho después, apareció el sentido del humor.
Ahí estaba yo, supuestamente una de las principales autoridades mundiales sobre la detección de mentiras, y además en proceso de escribir un libro sobre los niños y las mentiras, nada más y nada menos, y ¡engañado por mi propio hijo! Pensé en lo tonto que les parecería a mis amigos. Me sentí avergonzado por mi desconcierto. Más tarde me sentí todavía más avergonzado por haber mentido a la madre cuando dejé que creyera que estaba al tanto de la fiesta.
Un año justo antes de este incidente había publicado Telling Lies, un estudio en profundidad sobre las mentiras de los adultos, basado en veinte años de investigación. Aunque Tom no había leído el libro, conocía mi experiencia y, de hecho, me veía con orgullo cuando yo aparecía en programas televisivos promocionando el libro. Sabía que soy un experto en detectar cuando alguien miente, leyendo las expresiones faciales, los gestos o los cambios de voz. Una vez comentó que sus amigos le habían dicho lo duro que debía de ser vivir con un padre capaz de detectar cualquier mentira. Querían saber si alguna vez había intentado colarme una mentira. Tom nos dijo que les había respondido que no valía la pena intentarlo.
Pero ahora, al parecer, sí había valido la pena. Me pregunté si acaso uno de sus motivos había sido comprobar su capacidad, para ver si el viejo era tan bueno como se decía. Después de todo, Tom estaba entrando en la adolescencia, un tiempo en que el chico o la chica necesita expresar su diferenciación de los padres. Es un viejo tema entre padres e hijos y madres e hijas.
La mentira de Tom puede que no parezca una infracción grave a la mayoría de padres. No obstante, incluso una mentira tan corriente provoca significativos interrogantes en la mente de un padre.
Aparte de no saber qué hacer con, para o a un niño que miente, muchos padres están confusos en cuanto a cómo reaccionar. Pasamos del enfado a la culpabilidad, de la negación a la responsabilidad, de querer castigar al niño a querer ignorar la mentira por completo.
Mary Ann y yo estábamos muy dolidos por la fiesta secreta de Tom. También estábamos conmocionados, no por la magnitud de la mentira, sino por sus implicaciones. Tom había sido siempre un niño en quien podíamos confiar. Solíamos presumir de que cuando decía que volvería a casa a las seis de la tarde, siempre lo hacía. Confiábamos en él implícitamente. No era propio de Tom mentir. ¿Por qué el cambio repentino?
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