Laopoldo Abadía - La hora de los sensatos
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- Libro:La hora de los sensatos
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2010
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La hora de los sensatos: resumen, descripción y anotación
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Reanudo las conversaciones con mi vecino de san Quirico
Cuando escribí el libro sobre La Crisis Ninja, se lo dediqué a mi mujer, a mis hijos, a mis nietos y a mis amigos.
Este año he conocido a mucha gente. He hablado con muchos, me he hecho muchas fotografías. Me lo he pasado muy bien.
Me han soltado muchos piropos. Gracias a Dios, no me los he creído. Me he dado cuenta de que hay mucha gente buena por ahí y de que, sorprendentemente, a mí me han tocado todos.
La Introducción a este libro se titula «Una suerte». Eso es lo que yo he tenido este año: una suerte. La suerte de encontrarme con muchas sonrisas, con mucho cariño, con muchas personas normales.
Y, en los tiempos que corren, ser «normal» es algo muy serio y muy importante.
Por todo ello, con el corazón lleno de agradecimiento, dedico este libro a mi mujer, a mis hijos, a mis nietos, a mis amigos y a todos los normales con los que he tenido ocasión de echar unas cuantas risas a lo largo de este año. Para todos, un abrazo fortísimo.
SAN QUIRICO (pueblo imaginario, pero un poco menos que hace un año), septiembre 2009
Reanudo los desayunos con mi vecino de san Quirico
Le he tenido bastante abandonado estos últimos meses. Me he escapado a San Quirico siempre que he podido, pero con las firmas de libros y demás, he llegado a estar mes y medio sin subir. Y cuando subo, estoy cansado. Y cuando estoy cansado, tengo sueño.
Mi mujer dice que también tengo sueño cuando no estoy cansado. Debe de ser la tensión baja, de la que tengo datos muy actualizados, porque me la miden en la farmacia de San Quirico, junto con el peso, la altura y la masa corporal. Es el chequeo periódico que me voy haciendo y, por ahora, las cifras son presentables.
Llamé a mi vecino y le dije que debíamos vernos. Que la entrevista, esta vez, tenía que ser larga, o que tendríamos que tener muchas entrevistas, porque todo lo que me ha pasado no se puede resumir con respuestas de síntesis —«todo ha ido bien», «apasionante», «muy interesante», «divertidísimo», etc.—. No, hay muchas cosas y muchos detalles que a mí me han parecido importantes y de los que quiero que se entere.
Lo que la gente me ha dicho
Porque la gente me ha dicho muchas cosas. Pero que muchas. Y me las han dicho en Badajoz, Vitoria, Sevilla, Ciudad Real, Zaragoza, Santillana, Estella, Tenerife, Mérida, Valencia, Pamplona, Albacete y Castellón. Y en más sitios que me dejo, como Vigo, Burgos, Londres, Luxemburgo, Lisboa y Oporto. No sigo, porque alguien puede pensar que quiero presumir de lo que sé de geografía.
Y esas cosas se las quería transmitir a mi vecino, que, sorprendentemente, ha aparecido en el bar con una libreta nueva y gorda de espiral y con un bolígrafo. Lo primero que se me ha ocurrido ha sido pensar: «¡Este viene a trabajar!». Lo segundo, que él también ha ido a un bar al que fui el otro día y ha encontrado allí una servilleta en la que ponía: «Las servilletas se destruyen deprisa. Los árboles crecen despacio». Y ha decidido destruir pocas.
Pues sí, este ha venido a trabajar. El día es caluroso, aunque en el bar se está bien. Me parece que no tienen aire acondicionado, pero han montado una combinación de ventanas abiertas que hace que el ambiente sea muy agradable.
Nuestra llegada ha sido recibida con una cierta expectación. Amables como siempre, pero con un cierto tono de respeto, como si se dieran cuenta de que «aquí llegan las dos cabezas pensantes de San Quirico».
En confianza os diré que conozco muy bien el nivel de cabezas pensantes de mi pueblo y que es bastante alto. Pero la fama es la fama y ahora la fama la tenemos mi vecino y yo. Ya veremos cuánto dura.
Pedimos nuestros bocadillos, como siempre, y nuestro vino, como siempre. Lo que pasa es que, hoy, mi vecino viene exigente. Por dos razones: una, porque, además, quiere tortilla. Y dos, porque no quiere un vino cualquiera. Le dan a elegir entre Penedés, Rioja y Somontano. Quedamos en que, como hoy invita él y se supone que se repetirán los desayunos, empezaremos por un vino catalán, seguiremos otro día por el aragonés y nos dedicaremos al de Rioja la vez siguiente. Yo, que he estado en Ciudad Real y en Requena y me he traído de esos sitios unas botellas de vino riquísimo, estoy dispuesto a ampliar el muestrario.
Esperamos a que traigan lo que hemos pedido y, mientras tanto, nos volvemos a poner al día en cuestiones familiares y de trabajo. Tenemos una cosa en común: que las dos familias funcionan muy bien, lo cual, en estos momentos, y siempre, es muy de agradecer.
Hablamos de fútbol. Yo estoy contento porque el Zaragoza ha subido a primera división y él está contento porque el Español no ha bajado a segunda y, además, ha estrenado campo, que, por lo que dicen, es una preciosidad.
Atacamos el jamón, la tortilla y la botella del Penedés. Y entonces mi vecino abre la libreta y veo que, en la primera página, pone: reunión n.º 1 con leopoldo. Y la fecha. Pues sí, era verdad. Este viene a trabajar.
Y me dice: «Infórmame. ¿Cómo ha respondido la gente a todas las cosas que les has dicho? Y ¿cómo has reaccionado tú?».
Como mi amigo es tan bueno, el cómo he reaccionado yo es importante para él, porque de vez en cuando, me manda mensajes como «Leopoldo, humildad».
Y como está tan serio, prefiero no andarme con rodeos y voy y le informo, mezclando las reacciones de la gente con las mías.
El informe
Agradecimiento
En primer lugar, le digo que he encontrado a la gente agradecida. Esto me ha sorprendido mucho. La gente me para por la calle y me da las gracias por hablar claro. Le digo a mi vecino que esa ha sido la primera sorpresa, y él sonríe, se calla y apunta: «Gente agradecida».
Otros me han dado las gracias porque han entendido las cosas que «esos» dicen de manera tan complicada. Como me pasa siempre, nunca sé quiénes son «esos», pero eso es lo que me dice la gente.
Desamparo
Aquello de las ovejas sin pastor se está produciendo ahora. Preguntas como: «Y a mí ¿quién me protege?», «¿Quedará dinero para las pensiones?» —en este caso, la pregunta no se refiere a las pensiones en general, sino a la concreta del que hace la pregunta—, «¿Saldremos de esta? ¿Cuándo?», «¿Qué me pasará cuando se me acabe el subsidio de paro?», «¿Cuándo podré independizarme de mis padres?», se repiten continuamente, de un modo o de otro.
Algún padre me ha preguntado cuándo podrá independizarse de su hijo, pero no lo pongo, porque pienso que es la misma pregunta, pero puesta al revés.
Me parece que las personas, que quizá se han acostumbrado a que les den todo hecho —esto es una exageración, pero ya me entendéis— ahora se dan cuenta de que el que les decía que no se preocuparan, porque de todo se preocupaba ÉL, en nombre del Estado, ha patinado de forma espectacular. El que durante mucho tiempo ha dicho que aquí no pasa nada y que esto va como un tiro, ha vuelto a dar otra lección de patinaje artístico.
En este caso, además, el patinaje ha tenido repercusiones internacionales. En Lisboa me comentaban que habían pasado un año muy malo, porque ellos tenían muchas dificultades. Pero que el malestar había crecido porque, mientras tanto, los vecinos de la derecha, o sea, los españoles, no teníamos ningún problema, todo nos iba de maravilla, nos repartíamos a todas horas prebendas envueltas en leche y miel y decíamos que la culpa de lo que les pasaba a los portugueses era de Bush —hijo y, de paso, también del padre— y los neocon —que, por cierto, nadie sabe qué quiere decir.
Desconcierto
Con tanto patinaje y tanto cuento, la gente ha empezado a afirmar: «Ay madre, que estos no saben por dónde andan». Y así como antes, cuando «estos» hablaban tan serios, el vulgo (o sea, nosotros) opinaba: «Estoy en buenas manos»; ahora, cuando les ven serios, piensa: «Estos no se ríen por prudencia, para que nadie les rompa la cara».
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