Todos hemos pensado en esto alguna vez y sin duda esa pregunta nos empuja a eliminar lo superfluo para quedarnos con lo verdaderamente importante. Droit nos propone en este bello libro un ejercicio radical, decisivo, que vale por todas las lecciones de filosofía y de sabiduría del mundo. En la tradición cultural del pensamiento europeo existe la idea de que el momento final es el momento de la verdad. El autor, retomando esa tradición, nos expone un ejercicio filosófico y literario en el que se cuestiona todas estas preguntas. Así, nos presenta lo que él considera esencial de la existencia. Droit recapacita sobre aquello que ha comprendido, pero también sobre lo que no ha entendido de la vida, de la felicidad, del amor, de la muerte e incluso de la política.
Roger-Pol Droit
Si sólo me quedara una hora de vida
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Titivillus 19.09.16
Título original: Si je n’avais plus qu’une heure à vivre
Roger-Pol Droit, 2013
Traducción: Núria Petit
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Para Marie,
mi hija mayor
Roger-Pol Droit (París, 1949) es escritor y filósofo. Publica regularmente artículos en Le Monde, Le Point, Les Échos, Clés. Es autor de más de treinta obras, varias de ellas traducidas en todo el mundo, entre otras Entrevistas con Michel Foucault, La religión explicada a mi hija y Pequeñas experiencias de filosofía entre amigos.
Agradecimientos
A Monique Atlan, mi compañera, por tantas razones y sinrazones, y tantas lecciones gozosas de buenas maneras.
A Michèle Bajau, por su trabajo eficaz en la revisión de algunas partes del manuscrito.
A mi editor y amigo Bernard Gotlieb, por su atención, sus consejos y su confianza fiel.
ocurrió de golpe
ocurrió de golpe,
se impuso, yo no lo elegí, no lo medité,
de pronto fue algo evidente, ineluctable, imperioso
era preciso
sin yo saber ni cómo ni por qué, ni adónde iba ni qué podría pasar
el proyecto no lo diseñé ni lo preparé, no lo vi venir, se apoderó de mí, para mi sorpresa, casi a mi pesar
incluso intenté, por poco tiempo, fingir que no había visto nada, miraba para otro lado, seguía con otras tareas, fue en vano, esa cosa se instalaba, captadora, voraz, invasora, abrupta, imposible de esquivar, incluso sin comprender, sobre todo sin comprender, era ella la que mandaba
sin duda, fue haciendo camino, por vías subterráneas, hasta surgir con esa evidencia tosca
al comienzo, es cierto, tuve la impresión de que nunca antes había pensado en ella
sin embargo, casi creí reconocerla, encontrar en ella algún viejo plan, descubrir una decisión antigua,
una familiaridad secreta con el horizonte de la muerte, de la desaparición, el sentido de una finitud aguzada,
no necesariamente triste, sólo afilada, punzante, como una exigencia de no disimular,
imaginar el final muy próximo, experimentar las consecuencias
no soy el primero en hacerlo, tengo ganas de probarlo yo también
si sólo me quedara una hora de vida, una hora nada más, exactamente, ineluctablemente, ¿en qué la emplearía?
¿qué hacer?
¿qué pensar, sentir, querer?
¿qué huella dejar?
esta pregunta de la última hora se apoderó de mí, antigua y fresquísima, venida de la noche de los tiempos, surgida esta mañana
imaginémoslo: dentro de tres mil seiscientos segundos ni uno más… un estertor breve, un largo suspiro, un espasmo, una contractura, algo y después nada, el corazón se para, la respiración se acaba, encefalograma plano
se habrían acabado para mí el universo, la ternura de lo extremo, la risa de los niños, la ceremonia del té, la alquimia de los vinos, el odio del odio y todo lo que comporta, adiós a la vida, bienvenidos los misterios,
misterio de este paro,
misterio de lo que hay más allá,
misterio de lo que hay que hacer antes,
todo se vuelve más intenso, más urgente y más denso
habría que apartar las ilusiones, los trampantojos, quitar lo superfluo, ir a lo esencial, directo, pero ¿dónde está lo esencial?
¿qué sé yo y quién lo sabe? también lo superfluo se hace pasar por lo esencial
sin embargo, no hay tiempo que perder, ha empezado la cuenta atrás
claro está que es un artificio, una construcción, fabrico una hipótesis, voy a hacer como si,
en la realidad hay pocas situaciones concretas en las cuales sabría que voy a desaparecer dentro exactamente de una hora,
sería preciso haber bebido la cicuta como Sócrates condenado, sintiendo entumecérsele las piernas, sabiendo que el veneno alcanzará pronto el bajo vientre, después el corazón,
o encontrarse en el corredor de la muerte de una cárcel texana, con la última petición de gracia denegada y fijada la hora de la inyección letal
no son situaciones corrientes
en la banalidad real, no sabemos evidentemente ni el día ni la hora
morimos por casualidad o por algo que se nos cruza, sin saber cómo, sin proponérnoslo, sin decidir nada, accidente, infarto, AVC (ataque vascular cerebral), autobús, da igual
el hilo se corta de golpe, sin avisar, instantáneamente
o una larga enfermedad, declive por etapas, esperanzas perdidas paso a paso, un escalón tras otro, y caemos sin haber recapitulado ni una sola vez
eso es precisamente lo que no quiero, lo que no soporto, quisiera explicar algo, aunque fuese apresuradamente, desordenadamente, sin alisar las frases ni peinar la sintaxis, no sé en realidad qué, pero por eso quiero averiguarlo
tratar de filtrar lo que he aprendido de la vida y que tal vez podría, por qué no, servirles a otros,
imaginar que voy a morir dentro de una hora, una hora y no más, como canta Aznavour,
es, en efecto, un juego, una historia que me invento, una ficción, un dispositivo mental, una especie de práctica para ejercitar la reflexión
un juego, es un decir
un juego, es un decir
es inútil encogerse de hombros y afirmar «no es más que un juego», por tanto nada serio, nada grave
error total
no hay nada más serio que el juego
Montaigne lo sabía muy bien: «los juegos de los niños no son juegos, hay que considerarlos como sus actos más serios»
salvo que el buen gentilhombre se equivocaba al limitarlo a los niños, porque todos los negocios humanos se estructuran como un juego
«vale que éramos piratas», o exploradores, vaqueros, indios, monjes, peregrinos, magistrados, filósofos, policías, presidentes, investigadores, reyes de Navarra, bufones, arquitectos, boticarios, panaderos, tenderos, músicos, payasos, médicos…