Este libro tiene como objetivo desbrozar las oscuras relaciones entre el Gobierno de Pedro Sánchez y el régimen chavista de Venezuela. La mayor parte de la información contenida en las próximas páginas toma como punto de partida las noticias que entre 2019 y 2021 publicó el periódico digital español Vozpópuli , del que fui director hasta el 15 de abril de ese último año, y que fue el medio que destapó el Delcygate, el caso Neurona y el escándalo Plus Ultra, además de hacer importantes aportaciones en el caso Morodo. Sirvan pues estas páginas de reconocimiento a la labor de los periodistas Alejandro Requeijo, Antonio Rodríguez, Gabriel Sanz, Alberto Sierra y Alberto Sanz en el Delcygate; Beatriz Triguero y Joaquín Hernández en el Plus Ultra; Luca Costantini en el caso Neurona; y Liliana Ochoa y Tono Calleja en el caso Morodo. La mayoría de ellos ya no siguen en Vozpópuli , lamentablemente, pero para la historia del periodismo español quedará su extraordinario trabajo durante esos dos años. Fue un honor haber dirigido a semejante grupo de galácticos gracias a la propuesta que en su día me hizo Jesús Cacho, fundador del periódico y uno de nuestros maestros.
Aparte de las informaciones publicadas y de las vivencias experimentadas en torno a ellas, para la elaboración de este libro he entrevistado a algunos de los personajes clave en los hechos relatados, de ahí que en las próximas páginas se incluyan datos hasta ahora desconocidos. En general, he tratado de escribir de la forma más aséptica posible, pero los capítulos sobre cómo descubrimos el Delcygate y el Plus Ultra he preferido, excepcionalmente, contarlos en primera persona para que la narración sea más amena.
INTRODUCCIÓN
VENEZUELA, DE LA RIQUEZA A LA MISERIA
El caso de Venezuela representa una de esas inmensas paradojas que a veces suceden en la historia. Es un país rico en recursos naturales, con las mayores reservas de petróleo del mundo, y, sin embargo, lejos de nadar en la abundancia, palidece como consecuencia de una conjunción de males.
En la actualidad, Venezuela se ha convertido en uno de los peores lugares para vivir de toda Latinoamérica, y la prueba de ello es el éxodo que han emprendido en los últimos años cientos de miles de venezolanos, que han preferido dejar atrás sus vidas, sus pertenencias y sus raíces para intentar buscar un futuro mejor.
Los más afortunados, por tener dinero u otro pasaporte, han podido salir en avión e iniciar una nueva vida en otro continente. Los demás se han visto obligados a abandonar a pie la miseria y la escasez, cruzando las fronteras para acabar en países como Colombia, Ecuador o Panamá.
Es imposible saber con claridad cuántos venezolanos han abandonado su hogar en los últimos años, pero ACNUR , la agencia de las Naciones Unidas especializada en movimientos migratorios, sitúa en 5,9 millones la cifra de personas que viven fuera de Venezuela, lo cual representa en torno al 18 % del total de la población del país y supone un caso único en el mundo. Según las cifras oficiales de España, en 2020 la llegada de venezolanos se incrementó un 53 %, hasta alcanzar las 152.000 personas. Sin embargo, esos datos solo incluyen a los inmigrantes que se encuentran registrados oficialmente con documentación venezolana. La cifra real es mucho mayor, porque son miles los que se han instalado en Europa aprovechando que cuentan con un pasaporte del espacio Schengen gracias a sus antepasados europeos. Por ese motivo, el número de venezolanos en España podría estar por encima de los 350.000. Y basta salir a la calle en algunas grandes ciudades para comprobarlo.
A España han llegado todo tipo de venezolanos. Los más humildes se han puesto a trabajar de lo que sea, con frecuencia ocupando esas tareas que los españoles ya no quieren (repartidores, limpiadores, dependientes...). Luego hay una gran masa de profesionales, bien cualificados, que se van abriendo paso con dificultad y que, muchas veces, acaban emprendiendo sus propios negocios, y ahí están los innumerables comercios made in Venezuela , desde restaurantes hasta panaderías. Y finalmente están los ricos, que siempre han tenido casa en España pero que han terminado por instalarse aquí porque, como es obvio, en su país cada vez es más difícil la vida.
Entre los venezolanos ricos llegados a España hay dos categorías: los que han obtenido su dinero por medios ilícitos, con frecuencia gracias a su vinculación al chavismo, y los que lo son por méritos propios o de sus antepasados. A veces es difícil diferenciar quién es quién, pero lo cierto es que todos han decidido invertir una parte de su fortuna aquí, lo que ha provocado, por ejemplo, un boom inmobiliario en algunas de las zonas más elegantes de Madrid, como el famoso barrio de Salamanca.
Los venezolanos han encontrado en España un país muy parecido al que ellos tenían en los años setenta del siglo pasado, cuando se hablaba a las claras de la «Venezuela saudita». Era el primer mandato presidencial de Carlos Andrés Pérez (1974-1979) y el país sacó el máximo provecho a la crisis internacional del petróleo, beneficiándose como nadie de la escasez de crudo y de sus precios disparatados.
Venezuela disfrutaba de una democracia estable desde 1958 y nadaba en oro negro. Ese esplendor se palpaba en las calles, con infraestructuras modernas, muchas de ellas heredadas de la etapa del dictador Marcos Pérez Jiménez (1952-1958). A diferencia de otros países de la zona, una importante clase media se fue consolidando, lo que permitió extender la educación e incluso enviar a estudiar al extranjero, principalmente a Estados Unidos, a cientos de miles de jóvenes.
Pero luego llegó la resaca. Los precios del crudo se fueron moderando y Venezuela entró en una lenta decadencia que culminó a finales de los años ochenta con una gran crisis económica. Fue entonces cuando los venezolanos decidieron volver a echarse en brazos del hombre del milagro, Carlos Andrés Pérez, al que reeligieron como presidente a finales de 1988. A Pérez le tocó esta vez bailar con la más fea, y no salió bien parado. Emprendió un plan de ajuste draconiano para enderezar las cuentas del país, pero no calculó que subir el precio de la gasolina y de los servicios públicos iba a envalentonar a buena parte de la población, sobre todo a las capas más humildes, que habían ido creciendo durante los años anteriores.
Ese inmenso malestar se tradujo en 1989 en una ola de disturbios, conocidos como «el caracazo», que fue duramente reprimida y dejó oficialmente 276 muertos, aunque algunas fuentes elevan mucho más esa cifra. Al descontento social y a la crisis económica se sumó la galopante corrupción de los partidos políticos tradicionales, con escándalos de todo tipo que pusieron de manifiesto los pocos escrúpulos de algunos dirigentes. Ese clima provocó que en 1992 se organizasen dos golpes de Estado contra Pérez, uno de ellos liderado por el oficial Hugo Chávez, si bien la caída del presidente venezolano no se produciría hasta un año más tarde como consecuencia de un proceso judicial por haber malversado 17 millones de dólares.
Tras la marcha de Pérez, se acentuó la paulatina decadencia del sistema y el país entró en una espiral perversa de la que terminó saliendo en 1998 al echarse en brazos del populista Chávez, que había sido indultado tras pasar dos años en la cárcel y arrasó en las elecciones presidenciales con el 56 % de los votos. En ese momento, Chávez fue apoyado por buena parte de los medios de comunicación y por amplios sectores de la clase media, que creían necesario castigar a los partidos tradicionales y pasar página.