MANUEL PÉREZ ALCÁZAR
Delfines y tiburones
La lucha por el poder en el PSOE
© Manuel Pérez Alcázar , 2015
© Editorial Almuzara, s.l. , 2015
Fotografías: © Pablo Juliá; y archivos particulares.
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Colección Pensamiento Político
Director editorial: Antonio Cuesta
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Corrección: Deculturas, S. Coop. And.
Conversión: Óscar Córdoba
ISBN: 9788416392605
Código Bic: JPL
Dedicado a mis hijos, Ana y Hugo,
con el anhelo de que seamos capaces
de dejarles un mundo mejor.
En humilde homenaje a todos los compañeros
con los que comparto la pasión por el periodismo,
una profesión que me enseñaron
a amar mis padres, Carmina y Manuel,
y que ha sido maltratada pese a que constituye
un pilar básico en democracia.
Nosotros estamos dispuestos a vencer —¿se entiende?—,
no a defendernos. A matar y a dejarnos matar. A todo.
Pablo Iglesias ( El Socialista , 17 de octubre de 1923).
Prólogo
El PSOE es un partido que no se entendería sin el debate, la crítica y la tensión interna. En política, las victorias electorales constituyen el único refrendo que afianza los liderazgos. Felipe González fue el referente que sacó al PSOE de la clandestinidad para convertirlo en el gran partido del centro izquierda, el que más años ha gobernado en España desde la transición. La marcha de González de la Secretaría General en 1997 abrió una etapa de desconcierto en el seno de las filas socialistas que solo se cerró con la nueva victoria electoral de José Luis Rodríguez Zapatero en 2004. Pero, incluso en las etapas de estabilidad durante los gobiernos socialistas, en el PSOE los cuchillos han estado siempre afilados, enterrados a poca profundidad y prestos para ser empuñados en las luchas internas por el control de la organización, por el poder.
Este libro cuenta cómo se han librado y cuál ha sido el resultado de esas luchas entre 2008 y 2015, siete años en los que el PSOE ha sufrido una constante pérdida de apoyo electoral que le ha hecho temer por su propia existencia. Este periodo se ha resuelto con la irrupción de una nueva generación de socialistas que ha jubilado definitivamente a aquellos que protagonizaron la transición y los primeros años de democracia, la etapa más gloriosa del PSOE que capitaneó Felipe González. El relevo no ha sido pacífico, incluso ha costado «la muerte política» a algunos de los referentes de la etapa anterior que han cargado con la responsabilidad por los graves casos de corrupción en los que se han visto implicados cargos públicos de su partido.
A veces, para que nazca un nuevo líder, debe morir otro, matar al padre para continuar el legado. En el PSOE las luchas por el control de la organización han sido cruentas. Los posibles sucesores han pugnado entre ellos para convertirse en el delfín, el favorito, pero provocando en ocasiones un gran desgaste interno al partido.
El juego de alianzas, lealtades y traiciones hace que los delfines acaben convertidos en tiburones. Como en la vida misma. La política no es más que el reflejo de la sociedad en la que se desenvuelve, y el político es igual que cualquiera de los ciudadanos a los que representa.
En su génesis, este iba a ser un libro sobre las memorias autorizadas del expresidente de la Junta de Andalucía y del PSOE, José Antonio Griñán. Con esa idea me dirigí al entonces presidente andaluz y comencé la labor de investigación y documentación. Pero el transcurso de los acontecimientos y la figura del propio Griñán fueron modificando el plan trazado en el origen.
En mi intención de llevar a cabo un trabajo riguroso que siguiese la metodología periodística del contraste de opiniones y de datos, comencé a entrevistar a algunos de los personajes que se habían cruzado en la vida personal y política del cuarto presidente andaluz.
La apertura a otras fuentes y testimonios, junto a la inesperada dimisión del protagonista y su relevo por Susana Díaz desmontó el esquema que había diseñado. Con un rompecabezas de ideas y testimonios y la fulgurante aparición en el panorama político nacional de la nueva presidenta andaluza, recordé una de las frases que Griñán me había dicho en una de nuestras primeras conversaciones, y reorienté el libro: «Yo no asumí el cargo para ser un presidente transitorio, pero sí para ser el presidente que hiciera la transición en el partido».
Efectivamente, José Antonio Griñán destrozó los planes de quienes le habían propuesto para suceder a Manuel Chaves. Rompió amarras con aquella vieja guardia del partido y propició un relevo en el Gobierno y en el PSOE andaluz con el que saltó por encima de toda una generación de políticos socialistas que durante casi dos décadas se habían forjado a la sombra del indiscutido liderazgo de Manuel Chaves. Sin haber cumplido los cuarenta años, Susana Díaz se convirtió en la primera presidenta andaluza, una mujer que había crecido en democracia y que conoció por los libros de texto la movilización popular y política que condujo a Andalucía a acceder al máximo nivel de autonomía. La elección de Susana Díaz fue considerada un acierto incluso por los detractores de Griñán, pero apeó de la carrera por el poder interno a todos aquellos que, en aquel momento, se situaban entre la década de los cuarenta y la de los cincuenta años, y que habían estado aguardando la oportunidad que les brindaría la marcha de Chaves, el presidente que se mantuvo casi veinte años al frente del Gobierno andaluz cosechando victoria tras victoria electoral. Una generación perdida de socialistas a la que se tuvo que enfrentar José Antonio Griñán.
Los cuatro años de mandato de Griñán fueron especialmente complejos y convulsos. El hombre que fue elegido por Manuel Chaves para garantizar la estabilidad y el continuismo en el Gobierno andaluz y en el partido, resultó ser un rompedor. Griñán acabó con los privilegios y equilibrios con los que Chaves y su lugarteniente, Luis Pizarro, habían logrado dominar de manera indiscutida el siempre revuelto PSOE andaluz. Una ruptura política que también acabó con la vieja amistad que existía entre Chaves y Griñán.
La federación socialista andaluza, la más numerosa, ha sido la columna vertebral del PSOE y su principal venero de votos en todos los procesos electorales. El PSOE de Andalucía fue clave en la lucha entre guerristas y renovadores en la década de los ochenta que se saldó con el cese del todopoderoso vicepresidente del Gobierno. Fue el secretario general de los socialistas andaluces, Manuel Chaves, quien apuntaló el incipiente liderazgo de José Luis Rodríguez Zapatero tras su victoria en el disputado Congreso del año 2000. Diez años más tarde, José Antonio Griñán tomó el relevo de Chaves como presidente del partido y se convirtió en el principal apoyo del secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, y a la vez, en el más duro ariete en su contra.
En plena crisis de los partidos políticos tradicionales y tras cosechar sucesivas y cada vez más severas derrotas electorales, el PSOE entró en una crisis existencial agudizada por la falta de liderazgo. Fue el PSOE andaluz el que volvió a dar respuesta a la orfandad del partido al dar a luz a una nueva figura política que deslumbró a todo el panorama nacional: Susana Díaz.
La sevillana del barrio de El Tardón comenzó sus pasos en la política en los movimientos estudiantiles en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla, la misma en la que cincuenta años antes habían coincidido y se habían conocido los jóvenes que sacaron de la clandestinidad al PSOE, el grupo de la foto de la tortilla. Díaz ha roto con muchos de los estereotipos y complejos de su partido. Es católica, fue catequista y es amante de las tradiciones. Defiende sin ambages la unidad de España, y la igualdad de todos los ciudadanos y territorios. Siempre ha hecho alarde del origen de su familia de clase obrera y no ha dudado en recordar con orgullo que es la hija de un fontanero para ponerse como ejemplo de cómo las políticas socialistas han procurado la igualdad de oportunidades.
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