«Nunca una moción de censura ha triunfado en España»; «es imposible ganarle unas primarias al aparato de un partido»; «aquí nadie dimite para ser fiel a su palabra»… Uno tras otro, los lugares comunes de nuestra vida política han sido derribados por un hombre: Pedro Sánchez.
Su llegada a la Secretaría General del PSOE en 2014, en plena crisis económica global, abrió una nueva época en la formación política. Transcurridos dos años, era expulsado del liderazgo de su partido, al que regresó, aupado por la militancia, para ser investido presidente del Gobierno un año después. En cuestión de meses ha situado a nuestro país en primera línea de la defensa de valores y políticas progresistas, la justicia, el europeísmo, el feminismo y el ecologismo.
Sin duda, el momento es histórico: la crisis catalana, los cambios en los partidos y el auge del autoritarismo otorgan a nuestro presente una dimensión trascendental. En estas páginas, entreveradas de reflexiones políticas, acción, traiciones y coraje, el lector descubrirá, además, el lado más desconocido del presidente del Gobierno.
PRÓLOGO
No resulta frecuente entre los mandatarios europeos publicar sus memorias al acceder al cargo de primer ministro. Y sin embargo, estas memorias concluyen justo cuando fui elegido presidente del Gobierno. Como tantos aspectos de mi experiencia política, tampoco esto se ajusta a lo convencional. Cualquiera que haya seguido de cerca la política española en el último lustro sabe que estamos viviendo tiempos de cambios extraordinarios y, por tanto, nada hay más normal que aceptar que las prácticas y los acontecimientos vayan dejando de ser como eran.
Si algo me ha dado mi peripecia vital y política es una profunda empatía y la capacidad de identificarme con millones de españoles que durante la crisis cayeron y se volvieron a levantar. Exactamente como me ocurrió a mí. La década transcurrida desde 2008 hasta 2018 ha hecho que millones de españoles y europeos pasen por experiencias difíciles, a veces traumáticas.
No solo eso, sino que además todo ha adquirido una velocidad inusitada que a menudo desafía hasta a las personas más amantes del cambio. Nuestra época se caracteriza por esa aceleración de los tiempos en todos los campos. Desde luego en el terreno de la información: ahora estamos informados instantáneamente, o al menos, enterados, que no es lo mismo. Esos tiempos informativos están estrechamente ligados a los de la política y, a su vez, la aceleran también. Todo está determinado por esa velocidad, todo emerge rápido y se sumerge de nuevo con premura. Los líderes actuales estamos obligados por las circunstancias a tener siempre un ojo puesto en el hoy, sin dejar de mirar nunca al mañana, pues los destinos de los países se forjan sin duda en nuestra capacidad de imaginarnos juntos en un porvenir que valga la pena compartir.
En este contexto acelerado, y con la voluntad de hacer un ejercicio de sosiego y meditación sobre el pasado que nos ayude a proyectarnos hacia el futuro, se enmarcan estas memorias parciales. No pretenden arrojar un balance de mi vida política ni de mi Gobierno, sino ofrecer una crónica en primera persona de cómo fueron esos años, tal como los viví, desde que fui elegido secretario general por primera vez, en 2014, hasta la llegada del Partido Socialista al Gobierno en 2018. Para explicar esos años y, en definitiva, lo que soy, también he relatado, si bien de forma más somera, episodios anteriores de mi vida familiar y profesional.
He mencionado más arriba cómo esas vivencias me hacen sentir vinculado a millones de ciudadanos y ciudadanas de a pie que sufrieron con la crisis, y que también podrían escribir un manual de resistencia sobre su propia vida. En términos políticos, hay otra vinculación que se vio con más claridad que nunca en la crisis socialista de 2016: el cómo los destinos del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) están ligados a los de España. En aquella encrucijada histórica quedó demostrado que las decisiones críticas a las que se veía abocado mi partido no solo eran muy relevantes para los socialistas, sino que determinarían el futuro de España. Así lo vimos algunos y así lo han demostrado los hechos.
En alguno de esos pliegues de mi actividad infatigable de estos años, comprendí que debía contar lo vivido. Pensé que ese ejercicio de memoria resultaría útil a la historia común de todos los españoles, pues, al ordenar mis recuerdos, ordeno a la vez un periodo especialmente intenso e importante de la vida política española.
Este libro es fruto de largas horas de conversación con Irene Lozano, escritora, pensadora, política y amiga. Ella les dio forma literaria a las grabaciones, prestándome una ayuda decisiva. Sirvan estas líneas de agradecimiento.
Por lo demás, son decenas los compañeros socialistas que me acompañaron en este camino, muchos de los cuales aparecen citados a lo largo del libro, no solo por fidelidad a la verdad de los hechos, sino asimismo por la inmensa gratitud que les debo.
También son millones los ciudadanos y ciudadanas que nos dan su aliento, porque confían en nosotros, el Partido Socialista, como el único que puede liderar la lucha contra la desigualdad y la precariedad, contra esa sensación general de incertidumbre que atenaza las vidas de muchos. En estos momentos en que se instila interesadamente el miedo irracional en los corazones de la gente, es más importante que nunca recordar a esa ciudadanía la lección política más importante que yo aprendí en estos años: la democracia siempre vence al miedo.
Por último, quiero dedicar este manual de resistencia a mi familia, mi verdadero apoyo y fuente de mi inspiración y resiliencia.
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MI PRIMERA DECISIÓN COMO PRESIDENTE
La primera decisión de un presidente del Gobierno suele tenerse por crucial. No solo significa el inicio del ejercicio en el cargo, sino que además lleva consigo la fuerza simbólica de condensar una visión política y ejemplificarla con una sola acción, que trasladará un nuevo mensaje político. Siendo fiel a la verdad y a la cronología, debo decir que mi primera decisión como presidente del Gobierno la tomé con mi mujer, Begoña, porque las cuestiones de intendencia se anteponen a casi todo. Esa primera decisión fue renovar el colchón de la cama de matrimonio y pintar nuestra habitación del Palacio de la Moncloa. Decidimos no cambiar nada más, salvo colchón y pintura, por razones que entiende cualquiera que haya vivido en un piso amueblado. Además, el refranero asegura que «dos que duermen en el mismo colchón acaban siendo de la misma opinión», y yo quería mantener mi criterio alejado del de mi predecesor.
Nadie tenía dudas de las grandes diferencias políticas entre Rajoy y yo, motivadas por cuestiones ideológicas, pero también generacionales y quién sabe por cuántos motivos más. Las experiencias de la vida son fundamentales, especialmente las de la infancia, cuando nuestra familia nos inculca nuestros valores profundos, esos que nos acompañarán siempre, pero, sin duda, para quienes nos dedicamos a la política, el partido y los compañeros desempeñan un enorme papel. Del mismo modo lo hace la información que leemos. Otra decisión inmediata que hube de tomar fue la relativa a los periódicos que recibiría a diario. Cambié la prensa deportiva por la prensa internacional