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PRÓLOGO
El año que España vivió buscando un Gobierno, con un Ejecutivo en funciones,
se tradujo fundamentalmente en una lucha por el poder en el país, y antes en los
partidos. No se entenderá el cúmulo de conspiraciones, presiones, engaños,
amenazas y traiciones, si no atendemos al interés de los principales protagonistas
por mantener el control de su parcela política.
El PSOE se acuchilló en su disputa interna. No se comprenderá que terminase
apoyando al PP, su histórico rival, sin contar la batalla librada por el poder de Ferraz entre sanchistas,susanistas o auténticos poderes en la sombra, como González o Rubalcaba. No quedó claro, y hay que contarlo, si la guerra estalló
más por gobernar con Podemos, por permitir que siguiera Rajoy o por llegar con
el mejor cartel al siguiente Congreso Federal, que iba a decidir el liderazgo del
partido.
El navajeo político mancilló también a Podemos en mitad de la melé por ver si
intentaban un Gobierno alternativo a Rajoy. El partido morado se presentó a las
elecciones europeas cargado de ilusiones por alcanzar el poder o, al menos, superar al PSOE, pero a las generales llega ya con algunas heridas entre
pablistas y errejonistas y saldrá con algunos huesos rotos. Hay que aclarar, entre otras cosas, si Iglesias tuvo alguna vez interés por gobernar con los socialistas, si pensó que los hombres fuertes del socialismo le dejarían hacerlo y si esta posibilidad desgarró las relaciones entre Pablo y Errejón.
Rivera también terminó haciendo lo que tantas veces había negado.
Ciudadanos fue el primer apoyo de Rajoy. Mariano no traga a Albert, pero el joven político catalán acabó tragando con el presidente al que había
desautorizado por la corrupción delante de toda España. Debe aclararse por qué
el líder de C’s pasó de pactar con Pedro Sánchez en la primera ronda a
prometerle que mantendría el acuerdo en la segunda, para terminar intentando arrastrarle a permitir un Gobierno del presidente al que habían denostado.
Rajoy se hizo el muerto para seguir matando. Desde que empezó en política,
acaba con todo aquel que intenta quitarle de en medio. Es sibilino. Lo hace como
quien no quiere la cosa. Mariano es un killer que no se mancha las manos. En otros muchos países, sería ya historia pasada un presidente rodeado de tantos
escándalos corruptos, recortes, subidas de impuestos y otros incumplimientos electorales. Aquí no. Cabe explicar cómo, lejos de morir, consigue dar el mayor
golpe de su vida. Existen en Mariano el orgullo de poder irse cuando él quiera,
de «dar una lección a estos chicos de la nueva política» y también un importante
complejo de Edipo. Rajoy está matando al padre. Quiere superar a Aznar, al político que le nombró y que después ha tratado de humillarle. A estas alturas, Josemari debería saber que Mariano las mata callando. Que no hace abdominales
ni corre, pero camina a un ritmo constante y cansino. Como el propio Rajoy dejó
escrito en aquellos mensajes del caso Bárcenas, que son toda una declaración de
intenciones del marianismo: «Al final la vida es resistir y que alguien te ayude».
Para imponerse en un año de cruenta intriga política, Mariano aguantó y logró desde un sofá mucho más que sus rivales en un carrusel de reuniones. Públicas y
secretas. Eso sí, Rajoy estuvo siempre bastante bien informado. Quizás porque algunos de sus contrincantes tenían al enemigo en casa.
El presidente lo sabe y se mantiene en funciones, sabedor de que, como dijo
Jean de la Fontaine, «cualquier poder, si no se basa en la unión, es débil». Un asesino en serie como Mariano huele la sangre de esas debilidades. Así masticó
su venganza y así se mantuvo como guardián de las esencias del poder, en una
España que veía, casi cuarenta años después de establecerlo, cómo se
derrumbaba el bipartidismo.
La crisis política y económica, los escándalos de corrupción, la abdicación de
Juan Carlos I o el arrastre de los movimientos indignados no son ajenos a una pugna donde los intereses políticos se mezclan con otros, como los empresariales
o los mediáticos. Configuran un conflicto entre unos poderes establecidos y otros
que vienen pisando fuerte. Ese choque supone una intriga, una incertidumbre por
lo que pueda pasar, que da lugar a múltiples conspiraciones.
ANTECEDENTES. BAJO CONTROL
Prácticamente todo el año 2016 transcurre en una situación inédita en la
democracia española, que arranca a finales de 2015: al frente del país hay un Gobierno en funciones. Se busca presidente. Es algo no vivido que provoca una
gran incertidumbre. Un escenario que viene de atrás, porque previamente ha
habido una especie de ensayo. Desde la abdicación de Juan Carlos de Borbón, pesos pesados de la política, la economía y el mundo mediático se preparan para
que se produzca una ruptura del tablero que no habíamos conocido durante casi
cuatro décadas en España.
El 25 de mayo de 2014, en las elecciones al Parlamento Europeo, se rompe el
bipartidismo y emerge con fuerza un nuevo partido político, Podemos. La suma
de PP y PSOE baja del 50 % por primera vez en democracia. La tradición de dos
partidos fuertes que han acumulado el 80 % de los votos durante treinta y siete
años se derrumba hasta el 49,7 % obtenido en estas elecciones. Mientras tanto,
una formación con fuerte anclaje en movimientos indignados logra más de
1.200.000 papeletas. No asusta tanto semejante número de votantes como la
rapidez de haberlos conseguido en apenas cuatro meses de vida, y las
proyecciones que reflejan las encuestas. Se desconoce tanto el techo electoral de
Podemos como lo que puede hacer un nuevo partido al que los poderes
tradicionales no conocen.
Para más inri, tanto la monarquía como los partidos tradicionales, y los
principales empresarios y banqueros del país, son conscientes del desgaste que están suponiendo para el orden establecido la crisis económica y los escándalos
de corrupción. Con este panorama, hay ciudadanos que canalizan su indignación
entregando cinco escaños a un joven con coleta y, en cuestión de meses o poco
más de un año, el país está convocado a elecciones municipales, autonómicas y
generales. El escenario es de vértigo.
La abdicación del rey Juan Carlos se produce una semana después del impacto
de las europeas. El lunes, 25 de mayo, se comenta el terremoto político y media
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