SINOPSIS
En siete ensayos breves (además de una breve historia sobre cómo evolucionaron los cerebros), esta colección esbelta, entretenida y accesible revela lecciones que expanden la mente de las primeras líneas de la investigación en neurociencia. Aprenderemos de dónde provienen los cerebros, cómo están estructurados (y por qué es importante) y cómo el nuestro funciona en conjunto con otros cerebros para crear todo lo que experimenta. En el camino, también aprenderemos a descartar mitos populares como la idea de que existe un «cerebro de lagarto» o la supuesta batalla entre pensamientos y emociones, o incluso entre la naturaleza y la crianza, para determinar su comportamiento.
LISA FELDMAN BARRETT
SIETE LECCIONES
Y MEDIA SOBRE
EL CEREBRO
Traducción de Francisco J. Ramos Mena
NOTA DE LA AUTORA
Escribí este libro, compuesto por breves ensayos de carácter divulgativo, para entretener al lector y despertar su curiosidad. No se trata de un manual completo sobre el cerebro. Cada capítulo presenta unos cuantos datos fascinantes sobre nuestro cerebro y examina lo que estos podrían revelar acerca de la naturaleza humana. Es mejor leer los capítulos en el orden en que aparecen, pero también pueden leerse de forma aleatoria.
Como profesora, suelo incluir muchos datos científicos en mis escritos, tales como descripciones de estudios y referencias de artículos de revistas. En estos ensayos divulgativos, no obstante, he trasladado las referencias científicas completas a mi sitio web: .
Asimismo, al final del libro el lector encontrará un apéndice con diversos apuntes científicos seleccionados. En él se profundiza un poco más sobre algunos de los temas de la obra, se explica qué aspectos son todavía objeto de debate en la comunidad científica y se agradece a otras personas la autoría de algunas expresiones interesantes.
¿Por qué hay siete lecciones y media en lugar de ocho? El primer capítulo explica cómo evolucionó nuestro cerebro, pero representa solo un breve vistazo a una vasta historia evolutiva; de ahí que lo considere «media lección». No obstante, los conceptos que en él se exponen son fundamentales para el resto del libro.
Espero que el lector disfrute aprendiendo acerca de nuestro cerebro y de cómo esa masa de 1,4 kilos situada entre los oídos nos hace humanos, algo que para un neurocientífico resulta fascinante. Estos ensayos no le dirán qué pensar sobre la naturaleza humana, pero sí le invitarán a reflexionar sobre el tipo de humano que es o desea ser.
LA MEDIA LECCIÓN
Nuestro cerebro
no está hecho para pensar
Hubo un tiempo en el que la Tierra estaba gobernada por criaturas sin cerebro. Esta no es una afirmación política; solo biológica.
Una de esas criaturas era el anfioxo. Si el lector viera uno, probablemente lo confundiría con un gusanito hasta que observara las hendiduras en forma de branquias situadas a ambos lados de su cuerpo. Los anfioxos poblaban los océanos hace unos quinientos cincuenta millones de años Podría decirse que un anfioxo era un estómago en un palo.
Los anfioxos son nuestros primos lejanos y todavía existen. Cuando uno observa un anfioxo moderno, está contemplando una criatura muy similar a su propio remoto y diminuto ancestro, que vagaba por los mismos mares.
¿Puede el lector imaginar una pequeña criatura en forma de gusano, de unos cinco centímetros de largo, meciéndose en la corriente de un océano prehistórico, y a partir de ahí vislumbrar el viaje evolutivo de la humanidad? No es fácil. Nosotros tenemos muchas cosas de las que el antiguo anfioxo carecía: unos cientos de huesos, abundantes órganos internos, algunas extremidades, una nariz, una sonrisa encantadora y —lo que es más importante— un cerebro. El anfioxo no necesitaba cerebro. Las células que empleaba como sensores estaban conectadas a las que utilizaba para moverse, de modo que reaccionaba a su mundo acuático sin demasiado procesamiento. Nosotros, en cambio, tenemos un intrincado y potente cerebro que da origen a procesos mentales tan diversos como los pensamientos, las emociones, los recuerdos y los sueños; una vida interna que configura gran parte de lo que nuestra existencia tiene de peculiar y significativo.
¿Por qué evolucionó un cerebro como el nuestro? La respuesta obvia es para pensar. Es habitual suponer que los cerebros evolucionaron en una especie de progresión ascendente —pongamos que va de los animales inferiores a los superiores— en cuya cúspide se sitúa el cerebro más sofisticado de todos, el cerebro humano pensante. Al fin y al cabo, pensar es el superpoder humano, ¿no?
Los anfioxos no fueron nuestros antepasados directos, pero sí tuvimos un ancestro común que muy probablemente se parecía al anfioxo moderno.
Bueno, pues la respuesta obvia resulta ser incorrecta. De hecho, la idea de que nuestro cerebro evolucionó para pensar ha sido el origen de muchos conceptos erróneos profundos sobre la naturaleza humana. Una vez que el lector abandone esa preciada creencia, habrá dado el primer paso para comprender cómo funciona realmente nuestro cerebro y cuál es su función más importante; y, en última instancia, qué tipo de criatura somos realmente.
Hace quinientos millones de años, mientras los pequeños anfioxos y otras criaturas rudimentarias seguían cenando tranquilamente en el fondo del océano, la Tierra entró en lo que los científicos denominan el período Cámbrico. En ese tiempo apareció algo nuevo y significativo en la escena evolutiva: la caza. En algún lugar, de algún modo, una criatura pudo percibir la presencia de otra criatura y se la comió de manera deliberada. Los animales ya se habían engullido unos a otros antes, pero ahora la ingestión era un acto más deliberado. La caza no requería un cerebro, pero fue un gran paso hacia el desarrollo de uno.