¡GRACIAS POR DISCUTIR!
JAY HEINRICHS
¡Gracias por discutir!
Lo que Aristóteles, Lincoln y Bart Simpson pueden
enseñarte sobre el arte de la persuasión
Argentina – Chile – Colombia – España
Estados Unidos – México – Perú – Uruguay – Venezuela
Título original: Thank You for Arguing
Editor original: Three Rivers Press, an imprint of the Crown Publishing Group, a division of Penguin Random House LLC, New York
Traducción: Pablo Hermida Lazcano
1.ª edición Febrero 2018
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo público.
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Copyright © 2018 de la traducción by Pablo Hermida Lazcano
© 2018 by Ediciones Urano, S.A.U.
Plaza de los Reyes Magos 8, piso 1.º C y D – 28007 Madrid
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ISBN: 978-84-17180-27-0
Fotocomposición: Ediciones Urano, S.A.U.
A mis hijos Dorothy y George:
vosotros ganáis.
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ÍNDICE
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PREFACIO
Pocas personas pueden decir que John Quincy Adams cambió sus vidas. Quienes podrían decirlo son sabios y lo guardan en secreto. Mis amigos me dicen que yo también debería evitar escribir sobre mi pasión por la retórica, el arte de la persuasión que se remonta hasta tres mil años atrás.
John Quincy Adams cambió mi vida introduciéndome en la retórica.
Lo siento.
Hace años, mientras me paseaba por la biblioteca del Dartmouth College sin ninguna razón en particular, hojeando libros al azar, en un rincón sombrío de las estanterías descubrí una amplia sección dedicada a la retórica, el arte de la persuasión. A la altura de mis ojos había un volumen granate polvoriento atribuido a Adams. Al abrirlo, me sentí como un expedicionario de salón. Había hallado un tesoro.
El volumen contenía una serie de lecciones de retórica que Adams había impartido a alumnos universitarios del Harvard College desde 1805 hasta 1809, cuando era un senador estadounidense que viajaba a diario entre Massachusetts y Washington. En su primera clase, el panzudo y casi calvo senador de treinta y ocho años instaba a los adolescentes que le miraban con ojos desorbitados a «rescatar de las reliquias de la oratoria antigua aquellos poderes irresistibles que moldean la mente del hombre a voluntad del hablante, y someten la dirección de la nación al dominio de la voz». A mí aquello me sonaba más a hipnosis que a política, y se me antojaba emocionante a la manera de aquella novela de Richard Condon titulada El mensajero del miedo.
En los años siguientes, mientras leía todo cuanto podía sobre retórica, llegaría a percatarme de que el lenguaje de Adams sonaba antiguo, pero los poderes que describía son reales. La retórica significa algo más que la gran oratoria, más que «usar las palabras (…) para influir o persuadir», como la define Webster. Nos enseña a discutir sin ira. Y
nos ofrece la oportunidad de acceder a una fuente de poder social que jamás había sospechado que existiera.
Podría decirse que la retórica me convenció para que me dedicase a ella.
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PREFACIO A LA NUEVA EDICIÓN
Cuando comencé a escribir este libro hace una docena de años, mi mujer pensó que por fin me iba a quitar de encima la retórica. No exactamente. Desde entonces, la retórica ha pasado a formar parte de mí. Cada día aprendo más sobre ella en las charlas vía Skype con mis alumnos, en mis conferencias en las universidades y en mi trabajo de consultoría. Más aún, mi zambullida autocomplaciente en la retórica se revelaría realmente útil. Gracias por discutir se ha traducido a once idiomas. Se ha convertido en una lectura habitual en las clases de lengua inglesa AP Se enseña en miles de cursos universitarios y de Derecho y, gracias a los educadores, llegó a ser un best seller de educación del New York Times.
Pero no me refería a esto al hablar de su utilidad. Veo propagarse la retórica entre los jóvenes más brillantes y eso me resulta esperanzador para los profundos problemas de nuestra sociedad. En una época de noticias falsas, política estrafalaria y comunidades y campus invadidos por el pensamiento grupal, la retórica ofrece una salida. O, más bien, muestra un camino de regreso a las conversaciones para resolver problemas que crearon inicialmente las democracias capitalistas.
Además, mi propia familia ha descubierto la utilidad personal de la retórica. Después de soportar durante su infancia mis entusiasmadas charlas retóricas durante la cena, mi hijo y mi hija son hoy unos retóricos natos. Aunque durante la mayor parte de este libro son adolescentes, desde entonces se han convertido en unos adultos elocuentes y útiles.
Dorothy trabaja de enfermera en Washington D.C. curando a pacientes que han recibido un trasplante. George enseña historia en un instituto de Sun Valley, Idaho, además de impartir un curso de argumentación en el que utiliza este libro como manual. Ambos saben discutir sin ira. Mi mujer, Dorothy, utiliza su destreza persuasiva como recaudadora de fondos sénior para una facultad de Medicina y un importante centro médico.
Los lectores también parecen haber sacado provecho. Me encanta que me cuenten cómo emplean las herramientas de este libro. A menudo me piden que les diga cuáles son mis estrategias retóricas favoritas. Cada vez utilizo más la concesión, la práctica de aceptar la idea de un oponente. Relaja la tensión con más rapidez que cualquier otra herramienta.
Al mismo tiempo, los lectores y los educadores me han pedido más destrezas, como la de enfrentarse a un matón o escribir un ensayo. Esta edición incluye nuevos capítulos 15
sobre ambos temas, junto con uno que ahonda en el misterio de los tropos, esos recursos tergiversadores de la realidad que enriquecen la poesía y manipulan a los votantes.
Aunque esta edición reemplaza algunas alusiones a la cultura popular ya gastadas, he mantenido todas las referencias a Los Simpson. Puesto que el humor de la serie consiste en buena medida en retorcer la lógica, sencillamente no existe forma más entretenida de enseñar las falacias lógicas.
Mientras trabajaba en este manuscrito, iba siendo testigo del asombroso ascenso político de Donald Trump. Muchos votantes le admiraban por su desprecio sin ambages de la retórica política. Pero la campaña de Trump de 2016 me brindó la oportunidad de mostrar uno de los trucos más geniales de la oratoria, el período. Trump lo utilizaba de forma magistral.
Finalmente, al terminar el libro encontrarás un repertorio enriquecido de ejercicios, en la sección titulada «Laboratorio de la Argumentación». Es el resultado de la colaboración con el brillante retórico David Landes, que enseña en la Universidad Americana de Dubái, y ha dirigido innumerables talleres y ha dictado muchas conferencias por todo el mundo. Encontrarás nuestras pruebas y ejercicios de esa sección, además de vídeos y entradas de blog, en ArgueLab.com. Nota para los educadores: David ha escrito una guía didáctica para el libro, que Random House ofrece de forma gratuita. Para averiguar cómo conseguir tu ejemplar, entra en ArgueLab.com y haz clic en el enlace «For Educators»
(«Para educadores»).
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